De Espejos y Tetas



“Con las gordas lo mejor es evitar los espejos” sentenció Pedrito, antes de beberse sin parar su cerveza. Y es verdad, a una gorda le incomoda verse desnuda en un espejo y peor aún si está acompañada. En el poco tiempo que estaba de enamorado de Gabriela, ella evitó ir a hoteles –para variar la monotonía de su departamento- aduciendo que detrás de esos enormes espejos podía haber algún filmador pirata de videos caseros pornográficos. Pero sacando cuentas he comprobado que los únicos espejos que posee son los que tiene en baño sobre el lavadero; el que está dentro de su closet y uno pequeño que lleva en la cartera. ¿Coincidencia? Veamos, cuando mi ex esposa Diana engordó después del embarazo desterró los muchos espejos de su propiedad y solo conservó uno grande que estaba en el baño y en el que ella sola podía observarse y criticarse. Ahora que ha retomado su figura los espejos han regresado por toda la casa. Yo creo, al contrario, que cuando uno está con sobrepeso los espejos deberían abundar para recordarte siempre que estás gorda y que debes hacer dieta y ejercicios pronto. Los espejos deben ser el aliciente motivador.

Pero, ¿por qué Pedrito dijo que los espejos deben evitarse con las gordas? ¿Acaso alguna chanchita le hizo retirar uno? ¿Tal vez Patricia –su enamorada- está engordando? ¿O es uno de esos huevones que cuando está borracho habla cualquier estupidez para animar la conversación? “Nooo, hueverto –me dijo sin indignarse-. Lo que pasa, es que la otra noche me levanté a una gordita que me hacía ojitos en una fiestucha –lo miré con ojos escépticos-. No me mires así huevón. Te digo la verdad. La vaina fue que… era la única huevona que me empelotó toda la noche. Y tú sabes que yo soy buen pobre –hizo una pausa, pidió otra cerveza y mientras se acomodaba en su asiento, todo canchero, encendió un cigarrillo. Me miró e hizo su clásica sonrisa de costado; intentaba irritarme con una larga pausa en su historia. Me calmé y también encendí un cigarrillo. Llegó su cerveza y bebió un sorbo. No aguanté: “Ya mierda, continúa”.- Está bien, chismosa –me dijo riéndose-. Bueno, pues, a la gordita le picaba su cosita y yo como buen samaritano le calmé la picazón en un hotelito cercano. En el cuarto había un espejote inmenso al nivel de la cama; entonces la gordita quería apagar la luz. Ni cagando me dije, tú sabes Albertito que a mí me gusta tirar con las luces prendidas. Si no, cómo pues; mejor me corro un pajazo. Estuve luchando con la huevona por la luz un buen rato. El pájaro lo tenía muerto, huevón. Hasta que la convencí a punta de manoseo: le agarraba las tetas, la besaba a lengüetazos, le sobaba la conchita ¡putamadre! La cojuda se olvidó de la luz, huevón. Todo iba bien hasta que la agarré con la pose de perrito -¿por qué? ¿qué pasó? Le pregunté intrigado- Es que en esa posición se me ocurrió ver mi “performance” en el espejo y… y le ví todos los rollos descolgándose, huevón; putamadre parecía que tenía cuatro tetas. ¡Me cagó al “muchacho”! Lo sentí desvanecerse. Por un momento pensé en apagar la luz, pero me dije ¡ni cagando! Entonces cambié de pose. Me eché de espaldas al espejo y la hice que se subiera sobre mí. ¡huevón! La gorda se movía como puta; ¡me sacó conejos!¡Carajo, lo hicimos como cuatro veces! Hace tiempo que no tiraba cuatro veces. Me dejó la pinga adolorida, huevón. Pero eso sí Albertito, al espejo ni lo miré”.

A Pedrito hay que creerle poco; como todo hombre siempre sobredimensiona sus hazañas sexuales. Ve mucha pornografía y ahora, desde que leyó un artículo en la revista DedoMedio sobre la actriz porno Sasha Grey, se ha convertido en su fan. A veces tanta película sicalíptica lo lleva a conclusiones eruditas como afirmar: que una tetona nunca debe ser gorda pues, se le vería más gorda -¡plop! Obvio ¿no?- o que ha visto muy pocas gordas sin tetas –bueno, yo tampoco he visto-. Ahora una conclusión compartida es la que decimos en que las tetas son más importantes que el culo. ¿Por qué? Pues porque las tetas es lo primero que ves, para ver un culo tienes que voltear y muchas veces hacer esto es mal visto ¿otra? Una chica sin culo en la pose perruna, siempre, se transforma en una culona y caderona -¿lo han notado?- por eso no es muy importante buscar una culona -excepto para pasearla por la calle- y sí una tetona. Y la última, y tal vez, la principal cualidad de las tetas es que nunca apestan.

Pelea de Amigos


- ¿Y ahora qué pasa?- le pregunté con más molestia que con desconcierto.
-Tú sabes Alberto- me respondió dejándome aún con más dudas.

Ella se había puesto el clásico vestidito negro que siempre saca de apuros a las chicas que quieren verse más delgadas. Se veía fabulosa y, a la vez, bastante putita. Sus pecas relampagueaban por su desinhibido escote. Sus ojos eran tornasoles que inspiraban a un beso con los ojos abiertos. Y su cabello era un cometa que te embrujaba con su fragancia. Gabriela iba a matar; pero a matar a otros incautos porque yo, ya estoy muerto.

Fuimos en grupo al matrimonio de un amigo de ella. Llevé a Pedrito con su "marcación", así que no hay mucho que contar de él. Al inicio, como todas las bodas, fue aburrida y protocolar: ceremonia, brindis, el vals y la cena. Dos horas después con más tragos encima la gente se animaba a bailar y a beber con más vehemencia. Nos unimos a un grupo de universitarios -amigos de Gabriela- bastante divertido en el que la única pareja formal eran Pedrito y Patricia. Como es mi costumbre me dediqué a beber y a gastar algunas bromas. No bailaba, a diferencia de Gabriela que se la pasó en la pista de baile. Pero en algún momento tenía que bailar y, como siempre, accedí ante la "presión social" y el ánimo festivo de Johanna una chatita bastante alegrona que se reía ante cualquier estímulo de estupidez. Luego con Ginna una flaquita bastante "digna" en su estilo de baile. Otra vez Johanna para continuar con Meche que me robo varios sonrojos con su impudicia en la danza salsera. Y otra vez Johanna con la que me divertí mucho en las doce o quince veces que bailamos. No pude bailar con Gabriela pues sus amigos me atrasaban cuando me animaba a bailar con ella o Johanna se adelantaba y me jalaba del brazo con una sonrisa socarrona.

- ¿Gabriela es tu enamorada?- me preguntó, Johanna, con cierta ironía mientras bailábamos.
- No, no lo es ¿por qué... te parece?
- No lo sé. Pero creo que está molesta conmigo por tu culpa.

Durante toda la fiesta Gabriela coqueteó con todos y a mí me dirigía miradas indiferentes. Nos comportamos como amigos, pero amigos que no se llevan bien. Estaba harto. Todavía lo estoy. Me jode que Gabriela no sepa lo que quiere; que se moleste sin explicar el por qué. Que crea que debo entenderla, cuando no la entiendo. Que adivine lo que necesite sin preguntárselo. Yo necesito más que señales o adivinanzas, y ya me hinché las pelotas porque por más tetas y pecas luminosas que tenga no estoy dispuesto a soportar más despropósitos infantiles. Por eso...


- ¿Y ahora qué pasa?- le pregunté con más molestia que con desconcierto.
-Tú sabes Alberto- me respondió dejándome aún con más dudas.

- No jodas Gabriela, otra vez con tus tonterías. Dime qué tienes o...
- ¡No me hables así!- gritó furiosa mientras sus pecas saltaban como burbujitas gaseosas. La miré a los ojos con el ceño fruncido. No sabía qué decirle. Habíamos quedado en que dormiría en su mueble. Noté que algunas cuculíes cantaban dando la bienvenida a el alba. Me levanté del mueble de su departamento y lucía aún furiosa como esperando que yo intuyera lo que ella me pedía con la mirada. Abrí la puerta.
- ¿adónde vas?
- A mi casa- le respondí calmado. Sin rencor.
- Al menos discúlpate antes de irte ¿no?
- Vete a la mierda- le respondí calmado, a la vez que cerraba la puerta y me largaba sin saber de qué tenía que disculparme.

El Post de Pedrito (Sin Censura)


Tanta insistencia jode, así que decidí acceder al pedido de Alberto a escribir en su cojudo blog. Y accedí con la condición que no censure ni una sola palabra que escriba. Yo no soy un escritor, soy ingeniero y dicen que los ingenieros no sabemos escribir solo sabemos de matemáticas. Así que como Alberto estudió letras, aparte de ingeniería, sólo le permití corregirme los acentos y las comas. Palabras no. Sólo esa aclaración.

Soy Pedro Gómez y me siento perder el tiempo escribiendo esto, para que cuatro o cinco huevones incluyendo tetonas lean esta huevada. No sé que mierda contarles. Empezaré a decirles que desde muy pequeño, no recuerdo la edad, pero era muy pequeño ya era un pinga loca. Mi prima fue una de las primeras en sentir mis prodigiosos diez centímetros que ya me manejaba. No tirábamos, sólo eran sobaditas muy arrechantes que terminaban sacándome agüita de coco. Ahora ella ya está casada, y sé que lo recuerda perfectamente, pero nunca tocamos el tema. Pero me gustaría probar ese culito otra vez. Claro que ella no fue la única primita que pasó por mis manos. Hubo una que me acusó de pervertido, pero como ella era mi mayor, yo lo negué todo y me creyeron. Mas cojudos mis tíos. Les cuento estás cosas, porque el huevonazo de Alberto ya ha cagado mi reputación en este blog, así que una raya más al tigre qué daño me puede hacer. (¡¡¡ huevón deja de escribir mis vainas!!!) Además nunca me van a conocer.

Hay muy pocas cosas de las que me arrepiento. He probado drogas, casi todas, y hay que probarlas para saber de que mierda hablas cuando después criticas a los huevonazos que ahora son unos estúpidos drogadictos. Hay que ser bien cojudo para caer en drogas, cuando se puede probar todas sin malograrte. En toda mi vida me habré cachado a unos 67 hembritas; y eso que estoy siendo prudente, para que no digan que “ay, que cacherito el Pedrito”. No carajo, esa es la verdad. Bueno, de esta verdad sale una de las cosas que más me arrepiento en vida; fue la vez que tenía 22 añitos y Bertha mi enamorada de entonces quedó embarazada. La huevona era una bestia sacando cuentas y calculó mal los días después de su regla y, yo gil, que confío en sus cuentas y me vengo dentro de ella. Ambos decidimos abortar. Puta madre, comprendan carajo yo aún estaba estudiando y la cojuda también. Cómo mierda íbamos a tener un hijo. Si yo era un misio. Puta, no hablemos de esto que se me salen las lágrimas.

Nunca he sido fiel, y creo que nunca lo seré. Es que, me gustan todas las mujeres. Me alocan. Me gusta chuparles el potito –sobre todo el asterisco-, las tetitas, su conchita, lamerles los pelitos hasta del sobaco. ¡Que rico, carajo! Cuando una mujer me gusta mucho, tanto que con solo verla se me para el cabezón, soy capaz de comerme hasta su caca y tomarme su pichi. Si fuésemos caníbales yo pediría “parte culo, por favor”. Con el clítoris como cereza. Alucinen, que una vez estuve tirando con una perra que acababa de tener su chibolo, puta mare, y cuando le chupaba las tetas salía lechecita y me la tomaba toditita. Como bebito. La leche materna es rica, no piensen huevadas. Además que te rejuvenece la piel. Hagan la prueba para que vean. Yo me trompeaba con el “critter” para tomar teta. A veces, el enano de mierda, jodía tanto que teníamos que chupar cada uno su teta. Yo siempre me agarraba la más gordita.

Y bueno, ya que tocamos el tema de las gorditas es bueno que hable al respecto. Como ya les dije yo agarro cualquier tipo de hembrita. Si la huevona es muy fea o demasiado gorda, no importa, nos metemos una borrachera con ron antes de tirar para que, carajo, nos veamos más bonitos, pues. Pero claro que todos tenemos nuestros límites ¿no? Pero uno nunca sabe. Yo no digo: no lo haré. Pues, mírenme escribiendo como huevón para el blog del Albertito, que será mi pata del alma, pero que no joda, pues, con sus mariconadas de escribir para un blog. ¿Quién chucha escribe en blogs? Hembritas, pues. Ya le he dicho que no pierda su tiempo escribiendo huevadas que le pasan (y menos mis huevadas), y que carajo, se desahueve de una buena vez y escriba la novela o el libro de cuentos que tanto posterga el muy cojudo; o que trabaje mejor sino el socio de su viejo lo va a despedir de la puta compañía. ¿Qué mierda ganas escribiendo en este cojudo blog? Ni mierda, huevón. Sólo que unos cuantos pajeros y pajeras te escriban comentarios huevones y tú, más huevón todavía, les respondas. ¡No jodas, pues Albertito! Y mejor dejo de escribir huevadas y vamos a chuparnos unas chelas que tengo sed, carajo. NO ME CENSURES HUEVON. Adiós.

PEDRO GÓMEZ C.

¿Madurez?


Gabriela y yo continuamos con nuestra pactada amistad. Nada de besos y, mucho menos, sexo. Sólo salimos por ahí como buenos compañeros. Ya llevamos algunos meses así desde que nos reencontramos y reconciliamos. Durante ese tiempo yo he tratado de romper nuestro pacto fallando en el intento. Le he repetido sin subterfugios, varias veces, que me es difícil mantener una amistad con ella, pues como ya he probado “el material” me siento –inconscientemente- con derecho a seguir probándolo. Ella me ha respondido que soy un infantil. Y creo que tiene razón. Pero, no soy un infante dulcero, soy un niño al que le gusta la fruta: adoro ese par de melones pecosos.

Las últimas dos semanas no me le he insinuado a Gabriela, y no por que ya no me interese o no la desee, sino porque he tenido alguna suerte con algunas chicas (jugadoras les dicen por acá). Ante mi indiferencia acosadora Gabriela ha dicho que me encuentro raro o estoy disgustado por algo, y nunca se le ha ocurrido sospechar una posible madurez prematura. Sus dudas las he disipado con meloserías que pocos amigos se permitirían: apachurramientos en las que he podido sentir sus tetas a punto de explotar; besos por toda la cara –excepto en la boca, ¡vaya tontería!- y demás cursilerías que se te puedan ocurrir, en el momento, con tal de calmar a una mujer intrigada.

Ayer mientras regresábamos de una reunión de amigos Gabriela lucía verdaderamente molesta; no me dirigía la palabra y su ceño fruncido la delataban. Cuando bajamos del taxi no accedió a que la ayudara a bajar. Pagué el taxi y la increpé por su actitud. Ella no pudo aguantarse más y me soltó furiosa que yo le había faltado el respeto, pues yo habiendo llegado con ella a esa reunión no podía haber estado coqueteando descaradamente con la pelirroja flacuchenta que no dejaba de sacudirme las migajas del saco y hablarme al oidito y reírse de cada huevada que decía y que por más amigos que seamos eso se ve mal. No me defendí, pues es lo peor que se puede hacer ante la ferocidad femenina que aduce tener la razón. Le pedí disculpas si mi comportamiento la ofendió, pues, en realidad, soy un burro y una bestia con las mujeres. Cunado noté su satisfacción ante el mea culpa me le acerqué y la besé unos segundos, sin resistencia. Luego me despedí, sin respuesta, y marché con rumbo a casa. Hoy, por la mañana, Gabriela me llama al celular y me dice: “¿Seguimos siendo amigos?” me tomo unos segundos y le respondo -bien maduro yo- “Por supuesto”. Nomás, de tanta madurez, no me vaya a pudrir.