Hace 7 años
Niños Lechoncitos
Mientras observaba a mi hijo luchar contra sus vergüenzas en plena actuación de baile, poco a poco me percataba de un detalle que tal vez muchos también lo han notado: los niños y niñas son más "gorditos" ahora. Y bueno, digo "gorditos" por no decir otro calificativo. Me puse a contar cuantos pequeños están gordos...uno, dos, tres, cuatro...diez, once y... ¡la putamadre tantos! exclamé asustado. Una vieja me mira con cara de culo. Me disculpo. Y empiezo a contar a los "normales". Cuento veintidós. Las diferencias estadísticas son pocas: 35% de lechoncitos. Esto debe ser casualidad me digo. Espero a que el grupo de mi hijo termine y espero impaciente al siguiente. Este grupo era de niños de doce años, mayores al de mi hijo que eran de ocho. ¡carajo Wall-E! 37% de rollizos. Me puse a observar a los padres. Acá sí son mayoría. ¿Somos? No, me resisto a creer. Me falta mucho para entrar en la calificación de Odontoceto. Se los juro.
Mientras esperaba con otros padres a que nos entregaran a nuestros hijos, recordaba que en cuando yo estaba en el colegio a lo más habían dos o tres regordetes en TODO el colegio, los demás éramos flacos. Ahora los "subiditos de peso" no son mayoría, pero han aumentado de manera escandalosa. Me observo la panza y me prometo que ya no comeré más Big Mac's o la Bembos Extrema grande; no más salchipapas del Tip Top; no más Tacos de La Carcochita; no más mierda...lo juro.
Mi hijo me ve y se me acerca corriendo. Me emociona que mi retoño me quiera tanto y que demuestre sus afectos sin bochorno alguno. "¡Papi, papi! ¿Me llevas al Mc Donald´s y me compras una cajita feliz?" Miré la candidez de rostro, pero no me convenció. Le dije que No, que su madre lo estaba esperando con su cena y que se molestaría si comiera otra cosa. "Pero papá mi amigo va ir y yo también quiero ir" . Ya no era "papi" ahora era "papá".Estaba a punto de reprocharle su actitud cuando veo acercarse al amigo acompañado de su deliciosa mamá. "¿Vas a ir Marcelo?" le preguntó el pequeño sin soltar la mano derecha de su madre. No lo dejé responder. ¡Claro! respondí acercándome y saludando con la mano a la señora.
Por tu culito
Hoy miro
con preocupación su culito. Recuerdo que hace tres años ese culito iba
acompañado de una delgada y suave
cintura. Me da verdadera nostalgia recordar a esa frágil y pequeña mujer que
hizo abandonara todo tipo de escritura, lectura y amanecidas alcohólicas. Hoy
noto preocupado ese voraz apetito que la embarga. Esa negligencia horaria con
la que se alimenta. Observo que de ese pudor inicial al desnudarse ya no queda
nada y tenía lindas curvas que mostrar. Hoy es desinhibida de su desnudez y
tiene mucho que tapar. Su hermoso culito ya está en proporción con su barriga.
Le está creciendo la panza. Pero su culito no. “Mi amor has engordado” me dijo
hace poco; y cómo mierda no lo voy a hacer si me alimento contigo. Y por pena a
que la comida se pierda muchas veces –la mayor de las veces- me trago todo lo
que sobra de lo preparado. Bebo mucho café y todavía fumo muchos cigarrillos.
Con todo eso mi culo también ha engordado. Mi panza ha crecido junto con mis
cachetes. ¿Por qué no crece también la verga en sintonía con la barriga?
Hace tres años miraba el futuro con optimismo.
Me decías que cómo era posible que algunas chicas se descuidaran hasta el punto
de ponerse gordas. Que cómo es posible que la madre de tu hijo se haya
engordado tanto habiendo tantas dietas. Que tú no puedes ser gorda porque te
deprimirías mucho. Hoy en la mañana mientras te vestías para trabajar te vi
luchar con tu pantalón, escuché quejarte que tu blusa se ha achicado por el mal
lavado de la lavadora. Te escuché hablar emocionada con alguna compañera del
trabajo que hoy en la cafetería prepararían de menú: lasagna; mientras aun
desayunabas. Y escribo todo esto porque me acabas de enviar un mensaje al
celular diciendo: “Amorcito, el almuerzo estaba horrible: olluquito. Aggg me
invitas Lasagna en la noche? Di q siii. Te amo muxo”. Todavía no te respondo. Y creo que no lo haré.
O a lo mejor sí y te respondo con un: “estás muy gorda no jodas”; o también
puede ser “quieres ponerte igual de cerda que la mama de mi hijo? Mira que por
eso la deje”; o algo más cariñoso y diplomático “Sí mi reyna pero más saludable
no crees que sería una ensaladita de frutas?”. Al carajo, sé que ella me
convencerá e iremos a cenar, Lasagna. Y luego iremos a dormir y sentiré que tu
culito ya no es el mismo, que para abrazarte necesito más brazos y que mañana
por la mañana cuando me veas despertar con una erección pensarás que aun sigues
tan rica como antes y que por eso “el muchacho” siempre anda erecto. Por ti.
Por tu culito.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)