
Good Bye Corina
Perdí de antemano. Llamé y cedí. Pero la llamé más por una cuestión de no quedar mal. De no quedar como un patán que le importa muy poco su chica; sí, más por intentar ser un buen chico que por alguna razón de nostalgia o amor por ella. Y perdí.
"Osea que tú crees que puedes llamarme cuando se te dé la gana y yo, seguro muy cojuda, te voy a recibir con los brazos abiertos. Nooo, Alberto; soy buena pero no huevona. Sólo esperaba que te aparecieras o llamaras para decirte que no quiero saber nada de tí. Bye." Mientras ella decía estás palabras permanecía callado, pensando en lo huevón que había sido por haberla llamado; esperé a que acabara con su amonestación -porque sentía que me la merecía- para iniciar mi réplica, pero sentí flojera de luchar por algo que sabía sin futuro. No dije nada, sólo escuché el clásico sonido cuando ya te colgaron e imaginando que el celular era ella dije "good bye Corina" mientras la borraba de mis contactos.
Segundo Round
Dicen que las rupturas son dolorosas por más efímeras que sean. Pero no me duele nada. Y no es que Corina haya sido una mala chica, todo lo contrario, sino que mientras más viejo me vuelvo más insensible me siento. Aunque, claro, eso depende.
A Grace le enseñé a besar. Fuí su primer enamorado. Fuí el primero en todo. Hace mucho que no la veía; nueve meses. Hace mucho que dejamos de ser enamorados y somos mejores amigos. Hace mucho que me acostumbré a que cuando nos encontrábamos siempre terminábamos besándonos sin que esto afecte lo nuestro y aquello que teníamos aparte. El sentido de propiedad se había apoderado nuestro. Ella era mía y yo de ella, cuando lo solicitemos. Era mi seguro de vida en caso de emergencias.
Después de quince minutos de espera apareció con su sonrisa de enormes dientes. Caminamos hacia nuestro parque, hacia nuestra banca. Desde que la ví ya quería besarla y morder sus labios. Quitarle sus gafas empañadas y darle besitos interminables en los ojos, en la frente, morderle la oreja y perderme en su cuello. Pero, a pesar de todo notaba algo distinto en ella. Un cierto brillo que la hacía ver más segura de si misma.
Conversamos sin detenernos. Bebimos algunas cervezas y luego la acompañé a su casa, como siempre, caminando y fumando cigarrillos. Las ansias por besarla eran muy fuertes mientras nos acercábamos a su casa. Yo siempre tomaba la iniciativa y esta vez no iba hacer la excepción. Tomé mucho aire e hice el movimiento rápido y eficaz que siempre hago cada vez que quiero besarla, pero esta vez una mano decidida en mi pecho me lo impidió. Pude sentir su corazón luchar con mucha voluntad para impedir algo que es natural en nosotros. Sus ojos me rogaban perdón en lugar de intimidarme o lucir amenazantes. Mi boca pidió explicaciones.
"Discúlpame por no contarte Alberto; pero tenía miedo. Tengo miedo que dejes de ser mi amigo. Pero no puedo hacerle esto a Alex (¿quién es ese?). Alex es mi nuevo enamorado con quien salgo hace siete meses. Es un chico lindo Alberto y esta vez no puedo hacer esto (Lo entiendo). Espero Albertito que esto no arruine lo nuestro (de ninguna manera). Tú sabes que yo siempre te amaré pero esta vez como debe ser, como amigos de verdad". Esta vez dolió. Y yo que pensé que siempre la tendría para mí. Sólo para mí y nadie más. Y eso que esta vez yo iba con intenciones de proponerle ser mi enamorada, otra vez. Perdí.
Knockout
No es que esté buscando novia, lo que busco es sexo. Pero para que mis potenciales "amigas sexuales" accedan a mis ruegos, es necesario que se sientan, también, "potenciales novias". Pero yo, ya no quiero novia ni nada parecido. Sin embargo, busqué a Gabriela.
Gabriela -como todos ustedes saben- es un estigma para mí. El sólo hecho de ver las pecas que adornan el contorno de sus tetas me hace palidecer y su sonrisa puede provocarme una erección. Es la gordita más rica que he conocido. La más arrechante. Y la única, hasta donde sé, que me engañó al besarse con otro (Ella me lo contó).
Mientras la esperaba sentado en la puerta de su edificio, pensaba en qué le diría para convencerla. Me sentía seguro de que me aceptaría y me imagina sobre su delicioso cuerpo desnudo mordisqueando aquellos "rollitos" que tanto detesta y que tanto deseo. Pero, también, me preguntaba ¿por qué no respondía al celular?; ¿por qué demoraba tanto en volver a su casa? ¿Me aceptaría otra vez?
Eran la diez de la noche y había esperado tres largas horas. Decidí irme. Crucé la calle y compré una cajetilla de cigarrillos en la bodega de la esquina. Esperé un taxi. Volteaba a veces con la esperanza de verla llegar y la ví llegar. Pero, como ya habrán adivinado, no llegó sola. Estaba acompañada de un chico que la llevaba abrazada y ella se dejaba sonriente. Me oculté para que no notara mi presencia. Pero llegó un momento en que dejó de sonreír y observó confundida hacia donde estaba. Sintió mi presencia o habrá creído que era un ladrón. El taxi apareció y lo tomé con la sensación de haber sido asaltado. No lloré; tampoco sonreí. De lo único que estoy seguro es que todos estos sucesos confirman mi animadversión por el mes de febrero. Durante el camino de regreso a casa las insufribles parejitas con sus globitos y florcita me refregaban su amor y más que envidiarles eso: "el amor", les envidié la noche de sexo. Sí, eso, el sexo más que el amor. Y, por supuesto, claro que sé perder.
"sin embargo esperaba que te quedaras
pero el agua hay que dejarla correr
mientras yo me tragaba palabras
que no pude decir"