La Fuerza

Sin darme cuenta me descubrí disfrutando de sus rollitos. Los mordía cariñosamente, con suavidad. "Que rico está este chicharrón" le dije socarrón, a lo que ella respondió con golpecitos divertidos y haciéndose a la ofendida; "tarado " me replica; para luego empujarme con manos y pies e inmediatamente cubrirse con las sábanas. Me echo a su lado y enciendo un cigarrillo "mucho fumas Alberto" me dice con preocupación, mientras yo disfruto del bamboleo de sus senos... de sus senos pecosos. Me quita el cigarrillo y le da unas "pitadas". Mientras fuma me vuelve a preguntar por el arañón que adorna mi cuello, vuelvo a contarle la historia de la pelea en la calle, por supuesto, modificada para evitar discuciones con ella. Se alegra que esté a salvo y que no me hayan hecho daño. Se acerca y me da un beso en la frente; "tiene suerte ese cobrador que o haya estado yo allí para ayudarte como la primera vez" me dice, mientras flexiona sus brazos haciéndose a la fuerte. Ahora, soy yo el que se acerca y le da un beso en la frente... en la naricita... en la boquita... en el cuellito (ella se retuerce de la risa)... en las pequitas del pecho y en cada tetita. Ella me mira con malicia; sabe que se aproxima una nueva sesión amatoria; sabe que esa noche nos acostaremos tarde y, por la mañana, nos dará flojera levantarnos de la cama para ir a trabajar; y sabe, también, que en el trabajo tomaremos harto café para cumplr con la jornada, pero que durante el trancurso de ella, nos mandaremos mensajitos de texto obscenos o llamaditas furtivas que nos podrán sonrojar en plena reunión de trabajo. Mientras ella me devolvía el recorrido de besos yo pensaba en qué momento le tomé el gusto a esos rollitos. "¿Amorcito? Sí o no, que yo soy fuerte" murmuraba mientras jugueteaba con mi pene. "Claro mi chanchita" le contesté mientras Gabriela apretujaba con fiereza mi indefenso falo y yo ajustaba los labios para no quejarme.

Devil inside

En mis soliloquios nocturnos había una segunda voz que me decía “sácale la mierda”. Esta vez, no había angelito con buenos consejos; todos eran diablillos que envenenaban mi sangre con vengativas consignas. Tal vez un angelillo hubiese estado demás en esa endemoniada noche, donde Lucifer se explayaba con lucidez Aunque, quién sabe.
Si mi idea inicial era regresar con Mónica, sólo para evitar que se case con César, esta fue descartada. Yo quiero a Mónica, siempre fue mi gran amiga y el casarse conmigo por motivos ajenos al amor, sólo provocarían sufrimiento en ella; y el sufrimiento se lo quiero proporcionar al novio, no a ella. ¿Casarme? No está en mis planes. Primero tendría que divorciarme; y eso aún no lo hago o no quiero hacerlo. Solución poco civilizada pero muy práctica: romperle un par de dientes a César.
Ubicar a César es una de las tareas más sencillas que puedas tomar. Un novio inseguro y desesperado sólo puede estar con la novia o esperándola a la salida del trabajo. Bueno, parece que los colegas de Mónica serán, otra vez, testigos de una pelea.
Eran las 5:30pm y no llegaba. Mónica se aparecería en cualquier momento y adiós venganza. Yo me ocultaba en un teléfono público, la calle estaba repleta de gente que salían de sus trabajos. Un taxi se estaciona y los conductores se la emprenden a bocinazos contra el taxista; con semblante preocupado y observando la hora en el celular baja del taxi, César. Me acerco a paso veloz, percatándome de que Mónica no se encuentre cerca. Al estar a dos pasos de él, le toco el hombro y le doy tiempo a que volteé y me reconozca. Su rostro no expresa pánico, pero sí consternación… La consternación se la quité de un certero puñetazo. Luego, sentí como me empezaba a crecer una cola.

La venganza

Mamá siempre creyó que yo era una oveja gris; nunca negra, “la negrura es del diablo”, decía, “y tú sólo eres un poco descarriado”. Ahora esa oveja está un poco más negra, según ella: “Ay. hijo, tu matrimonio fracasa; chicas de dudosa reputación te llaman a casa y, ahora para colmo, estás involucrado con una chica comprometida ¡que se va a casar Alberto!”. Ayer, cuando llegué a casa de mis padres luego del trabajo mamá se encontraba con la presión alta y tomando su agüita de azahar; al verme me reprochó la llamada que acababa de recibir, según ella, un hombre la llamó “advirtiendo” que yo estaba detrás de su futura esposa y, que, si no me alejaba de ella iba a terminar mal. Por supuesto, mi madre se asustó y ahora, ya más calmada, está convencida de mi “negrura ovejuna”.

No he llamado a Mónica para acusar a César por la llamada. Sé que él ha sido. ¿Quién más? He resuelto tomar justicia por mis propias manos; esta vez, no habrá compasión de mi parte, estoy muy disgustado y rabioso. Pero si ustedes creen que la solución es romperle la cara o destrozarle los huesos a patadas… se equivocaron; eso es muy fácil de sanar, de curar. No sé cómo lo haré, sólo sé que lo intentaré: Mónica regresará. La haré desistir de su compromiso matrimonial. Nunca tuve intenciones serias con Mónica, y ella lo sabía, pero nos deseábamos de una forma que sólo entendíamos (entendemos) los dos. Sé que para romper ese compromiso yo tendré que proponer algo mejor… algo como… casarme con ella.

¿Hay gordas en Cerro de Pasco?

- ¿Te tirarías una cholita* ?

Directa, chocante y, hasta, prejuiciosa así fue la pregunta que me hizo, el recién llegado Pedrito. Fueron tres semanas las que Pedrito estuvo fuera de Lima. Tres semanas lejos de casa y los amigos. ¡tres semanas cagándome de frío huevón! Tres semanas a 4380 metros sobre el nivel del mar. Tres semanas en la ciudad de Cerro de Pasco. ¡He tirado en la ciudad más alta del mundo huevón! Es verdad, es la más alta del mundo; donde la respiración se hace dificultosa; donde la presión ocasiona severos dolores de cabeza y en donde la adaptabilidad del hombre se pone a prueba. ¿Pero, cómo Pedrito ha logrado la consumación coital en un ambiente tan agreste e indomable para cualquier ciudadano del llano?

“El primer estaba a puro matecito de coca, socio. ¡Me dolían las dos cabezas! Cómo maldecía al “conchasumare” del jefe, Albertito. Por qué mierda me escogió para ir esa ciudad de mierda, huevón. Pero yo no estaba dispuesto a rendirme ante nada, brother; Yo, tenía que sacarle provecho a ese viaje. Pero, tú dirás… este huevón qué provecho le va a sacar a esa ciudad de mierda donde no hay nada y todas las cholas están en polleras** ¿no? Pues, no mi querido Albertito, te equivocaste huevón; Sólo las cholas viejas usan polleras, las cholitas más jóvenes andan abrigaditas pero apretaditas… pero lo mejor de todo Albertito… lo mejor de todo, es que la ciudad está repleta de ¡“nigth clubs”!... ¡ Qué trabajo ni que ocho cuartos, huevón! Allá me encontré con Daniel Sánchez ¿Te acuerdas ese huevón?... No importa, la vaina es que, ese compadre fue mi guía… ¡Lo malogré, al huevón!... todos lo días lo hice emborracharse… Y qué querías, cojudo si me cagaba de frío… Al cuarto día el “cabezón” ya se puso loco; me reclamaba una conchita, un dulce y jugoso coñito; y tú sabes mi querido Albertito que yo soy buen pobre… y empecé a buscar una cholita que esté más o menos… el trago ayudó como mierda, huevón; pero las cerreñas son desconfiadas y te ligan a la primera… ¡imagínate, huevón. Hay que enamorarlas! Ni que fuera boludo… me fui al chongo***, aquí, me dije, se la arrimo hasta el fondo a una cerreñita… ¡No hay cerreñas! ¡Todas son charapitas**** o del norte! Que mierda, dije. Pero, yo quería tirarme una cholita cerreña, huevón; así que me puse a enamorar a una… Era flaquita, graciosita. Se hizo a la difícil la chola, ¡alucina! La invité a comer, a bailar, luego nos besamos y al quinto día cayó redondita. ¡Al quinto día huevón! Ni en Lima se me hacen de rogar tanto, carajo. Que más quería, si le estaba haciendo un favor, todavía. ¿Sí o no?... Jajaja, huevón eres un enfermo de mierda. No cojudo, allá es bien difícil encontrar cholas gordas, pero de que hay, ¡hay! Pero como tragaran esas cholas para estar así. Allá el frío te quema toda la grasa; la mayoría de cholitas son flacas, sin culo…¡sin tetas! ¿Te tirarías una cholita?...¡Exacto! mi Albertito querido, esa es la respuesta: lo importante no es, si es chola, negra, rubia, china o roja lo importante es que esté “tirable”, ¡eso es lo importante!”


*Dícese, de la mujer de rasgos o ascendencia andina.
**atuendo típico de la mujer de las serranías peruanas.
*** prostíbulo.
****mujer oriunda de la selva.

Elucubraciones en el Micro II

ADVERTENCIA:Los pensamientos son insondables, ergo, ,muy poco de lo que se piensa se dice.

"Qué borracho debo haber estado para decirle a Mónica que la amo. No la culpo, a veces, borracho suelo ser muy convincente. Dicen que los borrachos dicen la verdad; ¡ja! no lo creo. Los borrachos cojudos, tal vez. Yo también he sido un borracho cojudo, pero he aprendido a dominar esos ímpetus confesionales. Pero, qué babosa Mónica para creer que la amo. ¡Amar! todavía eso, ¡amor! No creo que pueda darme esas licencias sentimentales. Yo sí creo que sólo se puede amar a una mujer a la vez, pero amar de verdad; no esa cosa calenturienta que sentimos en la entrepierna cuando estamos con una flaca que deseamos poseerla. Claro, que eso también se siente con la amada, pero de una manera distinta que los que hemos experimentado este "sentimiento" podemos dar fe de ello. Pero...esta vieja de mierda cómo empuja para ganar el asiento. Vieja cagona como no te da... pucha, ya olvide como se llama esa enfermedad en la que sale granitos en el culo...¿Cómo se llama? Bueno, ya recordaré, pero ojalá le de eso a esta voeja de mierda desesperada por sentarse. Me da una bronca la gente que es así, carajo.
Ya falta poco para bajarme. Los colectivos son aburridos en invierno; no hay nada para ver, las chicas están bien abrigadas. Cómo se extrañan los escotes.
¡Otra vieja! Y esta es un cachalote. Vieja de mierda; ya está empujando a la pobre flaquita -que está sentada- con la barriga para que le ceda el asiento, ¡que tal concha, carajo! No pares flaquita, deja a la vieja que sufra. Nooo, te diste por vencida muy pronto flaquita; también esa vieja de mierda le estaba poniendo toda su asquerosa humanidad encima. Estas viejas se sienten con derecho a todo por el simple hecho de ser viejas, feas y gordas. Ahora, sí me compro mi carro. Ya no soporto más las fricciones "colectiveras". Me estoy transformando en un misántropo. Pero, con razón, carajo.
Ya llegué, carajo. Bajo, cobrador de mierda. Ese tío me mira con cara de culo. Carajo, te he pisado porque estás parado como un huevón en la salida, desde hace rato y no te mueves; ¡mira que al fondo hay sitio! ¡huevón! Sí, aquí me bajo cobrador de mierda. ¡Por fin, el aire!"

La Llamada y sus efectos

Mientras esperaba la llegada del Mayor Curotto, mi tío; uno de los oficiales de la comisaría de San Isidro, que estaba de turno aquella noche, me alcanzó amablemente un café que agradecí con un generoso billete que aceptó sin hacerse de rogar. La celda en la que me encontraba era gris y sus paredes lucían garabatos obscenos de alusiones homosexuales. Tenía algo de frío y el café me cayó bien. Mientras encendía un cigarrillo pegué mi cabeza contra los barrotes intentando visualizar o escuchar algo de lo que sucedía en la de al lado. Silencio. “hijo de puta conchatumadre, espera a que salga de esta mierda de celda y juro que continuo rompiéndote el culo” dije olvidándome las enseñanzas de mi abuela, la poeta, que decía muy convencida ella “hasta para ser grosero hay que tener clase”. El silencio continuaba. ¿Ya habrá salido este desgraciado? ¿En qué momento ha salido? ¿He dormido más de treinta minutos? No, sólo lo he hecho diez minutos como máximo. El oficial regresa y aprovecho para preguntarle y me responde bajito, como quien te cuenta un secreto burlándose “Ahí está, calladito. Creo que se caga de miedo. No ha querido llamar a ningún familiar; me parece que no quiere que se enteren, igual mañana lo botamos”.

Todo empezó con la olvidada llamada que hice a Mónica aquella noche de tragos. Luego de darme cuenta en la estupidez que había caído, creí prudente no averiguar en qué consistió la etílica llamada y confiar en mi suerte. El domingo la pasé en ascuas; esperando solemne los efectos de tan impertinente e indigestiva llamada. El lunes al regreso del almuerzo cuando ya estaba con el ánimo distendido me llega un mensaje de texto: “NO T OLVDES QM RECOGRAS AL TRABJO, PARA CHARLAR, NO M HAGAS SPERAR, TU ME LO PEDISTE ESA NOCHE, TE SPERO” No necesitaba firma el mensaje, provenía del celular de Mónica. Quedé un poco aliviado, que sólo haya sido eso: solicitar una última conversación con ella y no una lacrimógena y despechada llamada. Total, si ella está dispuesta a escucharme es que, también, está dispuesta a ser convencida. ¿O no? Bueno, mientras concluía mi jornada laboral pulía, mentalmente, algunas artimañas ante las diversas negativas que sabía se me presentaría durante mi discurso de convencimiento a Mónica. Me sentía seguro, pues, nunca consideré un rival decente al tal César. Antes de partir rumbo al trabajo de Mónica, recibí una inyección de ánimo y masajes estilo boxeador de mi fiel camarada Pedrito “Un polvito a mi nombre, Albertito” dijo travieso. Caminé -pues, trabajamos cerca- hasta el edificio de su trabajo. La llamé para advertirle que estaba en camino “Ven volando, después te explico” me dijo nerviosa. Apuré el paso. Me paré en la entrada del edificio y esperé a que baje. Se acercaba hermosa y formalita, toda ella, brillaba… pequeñas estrellitas acompañadas de un repentino dolor en el pómulo izquierdo se apoderaron de mi distraída humanidad. Confundido, tomo conciencia de mi entorno y observo a un enfurecido César, que se cuadraba en posición de defensa ante mi inminente, y aún confundido, ataque. Me tomó unos cinco segundos tomar conciencia de la situación y, a la vez, medir a mi furioso oponente. Una mujer dio un gritito de pánico ante lo apremiante de la riña; ese gritito fue mi campana, mi “desahuevina”. Soy una persona pacífica, no creo en la violencia, siempre he dicho he dicho que la violencia es recurso de los discapacitados mentales. Pero reconozco que, a veces, es inevitable. No me tomó mucho tiempo derribar y someter a César, asesté un buen par de golpes que sé, le hincharán el rostro. Cuando los vigilantes y policías que vigilan esa zona comercial de San Isidro nos separaron, no opuse resistencia me dejé llevar. César, cegado por la humillación de la derrota intentó una nueva revancha, soltándose de mala manera del policía que lo sostenía, logrando acercárseme y alcanzándome un golpe por el pecho; esto reavivó mis iras e intento de masacre a mi rival. Los policías, viendo que el alboroto que habíamos armado y que calmar nuestros ímpetus homicidas era complicado, optó por esposarnos y montarnos en sus poderosas 4x4 directo a la comisaría distrital. Mientras la camioneta avanzaba intentaba divisar entre la multitud a Mónica.

”Sobrino, regresaste a la adolescencia, jajaja”. Mi tío, el Mayor Curotto, llegaba acompañado de mi prima Josefina y ambos no paraban de burlarse de mi desgracia. Josefina es abogada, somos de la misma edad, cómplices de travesuras y compañeros de copas en las fiestas familiares. Ella es mi abogada personal y ad honorem. “Sal de una vez James Dean con corbata, jajaja” se mofaba Josefina. Al pasar por la celda contigua, observo a un César desolado, “que se joda” pensé. Pero, ¿Qué culpa tiene este desgraciado de haberse enamorado de la mujer incorrecta? Algo de valiente debe tener al enfrentarse con alguien que lo supera en tamaño y contextura, pero también mucho de imbécil y papanatas. No fue compasión, ni caridad; sentí que debía hacerlo, que era mi deber ante el rival humillado. “No papá, no lo saques.” gruñó Josefina, ” Este huevón quiere seguir trompeándose” Algo de razón tenía, no sé cual hubiese sido mi reacción el verlo fuera de su celda. Pero esta vez no fue así, más porque lo evitaron que por otra cosa. Mi tío movió sus influencias y ordenó soltaran al detenido una vez que ellos se hayan retirado. No sé, si fue así, pero lo que si sé es que mi salida y la de César me costó dos cajas de cerveza, que bebimos sedientos mi tío, Josefina y yo en casa de ellos, y una reprimenda en el trabajo, el día posterior, por llegar tarde y resaqueado.

La llamada

El supermercado estaba repleto. Las personas compraban compulsivas… apresuradas. O eso era lo que me parecía a mí, que ya estaba con mis tragos encima y una depresión post Mónica. Pero esa tristeza era interna; pues, la disimulaba muy bien. Aunque, creo que más que tristeza por ser abandonado, es la incertidumbre de mi futuro ¿sentimental?, pues, ya sólo me queda Gabriela. Y esta es una monogamia forzada por las circunstancias.

Había abandonado a Pedrito, unos instantes, en la sección de licores para comprar unos dulces o piqueos que me solicitó Gabriela. Compré unas bolsas de papas fritas y Doritos. Caminé unos pasos y divisé un reluciente envase de mermelada de saúco que destapé en el instante y saboreé mientras buscaba a Pedrito. “¿Señor desea probar el nuevo Havana Club?" No debí voltear. Pero lo hice al instante. Estaba con un traje entero y ajustado de esos que usan las anfitrionas; lucía un sugestivo escote que resaltaban sus rígidos pezones. Tomé el vaso sin despegarle la mirada y lo acabé de un sorbo, ella sonrió. Me sirvió un trago más e inició su aprendido discurso sobre las cualidades del trago que ofrecía. No le prestaba atención, sólo la miraba directo a los ojos. Y ella incómoda no podía sostenerme la mirada. Agachaba su cabeza sonrojada. Quería poseerla ahí mismo, arrancarle ese trajecito rojo y dorado con los dientes; y no desperdiciar ni un centímetro de su piel. Le compré dos botellas; ella lucía satisfecha, se sabía guapa y que esa virtud la aprovechaba con un toque de ingenuidad.”… ¿Gracias?” le agradecí haciendo un gesto con la mano como que desconocía su nombre. “Nelly” me dijo con una sonrisa y me retiré sabiendo que eso era lo máximo, que esa noche, podía sacar de ella.

Ya en casa de Gabriela me sentía lo suficiente borracho como para darme la licencia de tirarme en el sillón sin conversar con nadie y, sólo, acompañado de mi inseparable cigarrillo. Observaba a todos divertirse y no sentía un ápice de envidia. Dentro de mis etílicas cavilaciones llegué a una elocuente conclusión: Siempre que estoy con Gabriela tengo un trago en la mano o hay una fiesta en su casa. Entonces, me pregunto: ¿Soy el corruptor de Gabriela o ella está en pleno auge del disfrute de su juventud? No lo sé y tampoco me interesa averiguarlo.

Como siempre que me quedo a dormir en casa de Gabriela luego de fiesta, despierto con dolor de cabeza y sin recordar las últimas dos horas de la noche anterior. Sentimiento de culpa. Gabriela duerme a mi lado vestida con la misma ropa. Noche sin sexo. Me doy una ducha y visto presuroso. Gabriela se despierta y hace lo mismo. “¿Te vas?” me pregunta. “Sí, mi viejita llamó; quiere desayunar conmigo” miento. Reviso el celular y veo: (llamadas realizadas: Mónica 02: 15 am). “¡Putamadre! Qué mierda he hecho, ya la cagué.” Apago el celular. Sentimiento de culpa.

La última noche de Mónica

Es momento de que ya no nos veamos más, como amantes, Alberto... ¡Nooo! Alberto, no es otro de mis berrinches; es que ya estuvo bueno con eso de los encuentros a escondidas... y que sólo al amparo de las cuatro paredes de un hotel podamos besarnos sin miedo (Ella tiene razón), ya me cansé Alberto, tu más que nadie sabe que lo mismo, siempre, aburre. Y no creas Alberto que te dejo porque no te quiero, te dejo porque tú eres incapaz de querer, de quererme (Lo estaba intentando... ¿la quiero?). Nunca llegué a amarte Alberto como una pareja para siempre, y tú lo sabes, siempre te vi como el amigo guapo de la universidad con el que puedes divertirte y tirar cuando quieran. Nunca te vi comprometido conmigo (Yo tampoco lo imaginé... pero ¿la quiero?) y creo que pensaba así para protegerme... para no enamorarme tuyo. Nunca imaginé que fueras a terminar con tu esposa (yo tampoco ¿me he separado de Diana?)... y mira que a pesar de todo eso, todavía no me tomas en serio... Nooo, Alberto yo sé que lo nuestro no prosperará. Alberto, querido yo recuerdo que tú sudabas el día de tu boda, estabas aterrado ante semejante compromiso, los chicos nos burlábamos tuyo; pero yo, estúpida, te encontraba tierno con esa mirada triste que nunca dejas así estés sonriendo. ¡Ay! Alberto, no sabes lo difícil que es para mi abandonarte (¡entonces por qué lo hiciste!), abandonar tus besos; que me mires de esa forma cuando quieres algo de mi; que me abraces tan fuerte por la noche para que según tú se me pase el frio; voy a extrañarte mi Albertito (Yo también extrañaré... su delicioso poto)... Voy a extrañarte como ni te imaginas, tú sabes que desde la universidad yo estaba enamorada tuyo, pero luego... pero luego las cosas cambian Alberto; tu amor, tal vez siempre sea Diana (Tal vez) pero... ¡ayyy, Alberto! no sé cómo decírtelo... pero yo también soy la "Alberta" de alguien o, la "Diana" de alguien (No saben cómo me jodió escuchar esto)... César... me ha propuesto matrimonio y he aceptado... Nooo, Alberto no vas a romperle la cara a nadie y menos a él, entiende Alberto, él me está dando la seguridad que tú nunca me darás (Tiene razón yo sólo le ocasionaría problemas... ¿te quiero?)... Nos casaremos en noviembre y... nooo, Alberto no seas irónico, no seas inmaduro...¡claro que no irás a la boda! César te odia (y yo a él) y no quiere que te acerques a mí... Así, que mi adorado y lindo Albertito (lo dijo con tristeza) esta será la última vez que nos veamos a solas... te quiero (el beso estalló en mis venas)... Ahora, vamos que ya es tarde"

La verdad de la mentira

"Desde ese día cuidé mi imagen y alimentación" ¡Que mentiroso! ¿verdad? Bueno, ni yo me creo ahora. Estuve releyendo el post anterior y me topé con esa frase que tiene mucho de verdad y bastante de mentira. Creo que ese post lo escribí dopado, pero al demonio igual lo dejo en su lugar y sin agregarle ni una coma. Ahora, la verdad...¿verdad? No, no estoy dopado esta vez. Nada de alcohol. Nada.

Digo, yo; cómo algunos pueden haber creído, algunos lectores consuetudinarios, que yo cuido mi alimentación y salud. El lector atento sabe que yo fumo (una cajetilla diaria de Winston rojo), primer punto que mi salud me importa un pepino; también bebo, me emborracho para ser más precisos y ¿eso es cuidar su salud?; No tengo horario para mis comidas y soy aficionado al pan y al arroz, y juntos los puedo comer sin ninguna culpa; soy débil con las mujeres (¿mujeriego?) y eso demuestra que tampoco cuido mi imagen.

No sé, qué pasaba por mi cabeza cuando sentencié la frase de la "imagen y alimentación". No recuerdo haber escrito ese post, con eso les digo todo, hoy me enteré de su existencia. Analizando bien, creo que mi intención fue provocar a las gorditas que visitan esta humilde morada para insultar al faltoso escribidor o... lo que sea, las razones que las motivas no son importantes ahora. Ahora, les diré que todo lo que el post anterior cuenta es cierto, excepto la frasecita que motiva este post, porque de niño lo que me hizo bajar de peso fue el desarrollarme intespectivamente y no una rigurosa dieta, que nunca realicé pues tragaba todo lo que se me ponía en frente, como todo saludable adolescente que se tira cinco pajas diarias.

Sólo me resta pedir a mis queridas ballenas y a mis estimados cachalotes que cuando suban a un colectivo ajusten el culo para, yo, poder pasar.