El Cuaderno

Sus “mondongos” eran perfectos, y al decir esto quiero decir que eran flácidos y desbordantes. No era una ballena, era la típica vieja con diez o doce kilos de más; y que, ya, a sus cincuenta y tantos le interesa un rábano si está gorda o le falta culo. La descripción corresponde a la señora Lupita, vecina de mi mamá y divorciada feliz. Lupita era una de las invitadas de mi madre a su almuerzo “patrio” del día lunes. Lupita es extrovertida, conversadora, inteligente, chabacana y, sobretodo, sibarita; gusta del buen trago y la comida en su punto. Ese lunes, se le notaba satisfecha. Aunque de vez en cuando se incomodaba con la atenta e inescrupulosa atención con que la miraba. Pero ella no es de quedarse quieta, pues, se acercó, al sillón donde me encontraba tirado, con su copa en la mano y me soltó el:”hijo, no sé qué estarás escribiendo o dibujando en ese cuaderno, pero espero que sea algo bueno. Pero de todas formas, no me mires mucho que te puedes enamorar mío”, me pellizcó un cachete y se fue sonriente

Detesto los feriados largos. No tenía nada que hacer. ¿O no quería?. Tampoco podía sacar a pasear a Marcelo, pues, su madre lo llevó de viaje junto a su abuela, Tati; un paseo que le cuesta a mi estúpido bolsillo. Así que, ¿o era emborracharme junto a los amigos o quedarme en casa a disfrutar del ambiente “de retiro” que ha creado mamá? Al escoger lo último, trataba de sacarle provecho. Y lo único que se me ocurrió fue ubicar a la vieja más gorda del grupo –en este caso Lupita- y hacerle un exhaustivo seguimiento: Lupita llevándose un trozo de chorizo, recién sacado de la parrilla a la boca; Lupita bebiendo gaseosa, cerveza y “mi pisquito” como ella le dice al pisco; Lupita mordiendo un trozo de pan asado; Lupita corriendo al baño; Lupita saliendo del baño; Lupita coqueteando a mi viejo; Lupita bailando sola y coqueta; Lupita carcajeándose; Lupita viendo extrañada al estúpido hijo de su vecina que la observa desde ese sillón y que no sabe qué escribe o dibuja en ese cuaderno; Lupita cansada se sienta en una silla; Lupita bebe otro pisquito; Lupita comiendo de postre arroz con leche; Lupita aceptando repetición de arroz con leche. Lupita me hizo recordar cuando tuve seis años y comí varias porciones de arroz con leche, comí hasta empacharme, comí tanto que vomité; y que como consecuencia de eso le agarré asco al arroz con leche y pasaron casi doce años para que yo volviera a probar, otra vez, el postre.

No sé en qué momento me quedé dormido en el sillón; eso sí, ayudaron los cinco o seis “pisquitos” que me alcanzó mi madre. Mientras dormía sentí que me faltaba algo, que me complementaba. Eso me despertó. A mi lado se encontraba Lupita, y por supuesto, tenía mi cuaderno entre sus manos; en lugar de devolvérmelo me preguntó: “¿Cómo se llama tu esposa, hijo?”. Estaba somnoliento, aún, y sólo atiné a responder de manera mecánica “Diana”. En ningún momento me soltó la mirada y tampoco el cuaderno, que no se lo arranché por respeto y porque noté que ya había ojeado lo suficiente para satisfacer su curiosidad. “Ay, hijito –me dijo-. Ya veo por qué estás separándote de tu esposa”; se paró y me dejó el cuaderno en el brazo del sillón. El cuaderno era nuevo y no hubiese creado suspicacias en Lupita, si estuviera lleno con las acostumbradas citas que recojo de algunos libros para no olvidarme. Pero no, era nuevo y sólo tenía escrito un nombre: Gabriela.

Café

A lo lejos se le notaba que tenía frío. Vestía todo de negro: zapatos, pantalón, saco y cartera; con excepción de la blusa, que era roja y el cual lucía un descarado escote. Encendió un cigarrillo y se percató de mi presencia. Le hice una seña de saludo con la cabeza y se acercó. “Hola Alberto te estaba esperando”. Caminamos hasta el estacionamiento sin hablar más. Era un silencio incómodo pero satisfactorio; pues podía oír, aparte del ruido de sus tacos, el roce de sus tetas al andar. Entramos al auto.

Habíamos decidido ir a un café para conversar. Durante el trayecto no hablamos, tampoco, nada. Puse música y fumé con ella uno tras otro cigarrillo. Sólo nos preguntamos: ¿Cómo has estado? ¿El trabajo? ¿Los estudios? Y a todo respondíamos con un “bien” y un ligero movimiento de cabeza afirmativo. Ya en el café, la incomodidad se hizo más densa; encargamos nuestros pedidos y le di una última ojeada a su escote. Ella se dió cuenta.

"Es ridículo que te alejes así. Por tonterías, que no tienen nada que ver con lo que siento por tí. A pesar del poco tiempo que llevamos juntos yo... te quiero, Alberto. Te necesito. Te extraño. No me alejes de ti." Cualquier chica podría ceder ante este "floro" y, si además, lo aderezas con un rostro de pesar y sufrimiento; perdonan al instante. Pero un hombre, no. Eso no sirve. Cuando hablan así, nos da bronca, pues nos sentimos reflejados; y odiamos que nos "floreen". Ahora, sólo puedo ser tu amigo, le dije sin convicción. "Yo no quiero, Alberto, Chau." La vi alejarse y algo me decía que la detenga. No lo hice.

Eran las dos de la tarde del sábado. Y mientras regresaba a casa de mis padres, después del café con Gabriela, me seguía lamentando de no haber perdonado a Gabriela; pues, este será un fin de semana largo -feriado hasta el martes por las fiestas patrias- y aburrido. Odio no tener que hacer nada. Odio los fines de semana largo. Creo, que extenderé la bandera sobre mi sillón favorito y me sentaré sobre ella completamente calato. Hasta el miércoles.

¿Está gordita Leysi Suárez?

“No me parece ninguna ofensa que la Leysi Suárez esté calata sobre la bandera” –afirmó convencido Pedrito; mientras los demás ojeaban, sin cambiar de página, la revista donde la mencionada bailarina posa desnuda sobre un caballo y entre los dos reluce la bandera peruana.
“Claro, hermano más bien es una ofensa que la bandera le esté tapando la “rajita” a la Leysi”; hablaba babeando y resaltaba el rostro libidinoso del onanista Bundy.

Nunca he tenido espíritu patriotero, el chauvinismo siempre me pareció una estupidez; y mi pregunta sólo refleja el ánimo de “joder a los demás”. ”¿Osea, a ustedes les parece artístico el calateo patrio? pregunté sin esperanzas que me hicieran caso. “¡No jodas, pues Alberto! Esa fotito tampoco es artística, yo diría que es…que su único fin es que la gente hable sobre el calateo y compre la “revistucha” de mierda” intentó concluir Pedrito, sin desviar la mirada de una de las fotos. Para ese instante de la tarde la revista se encontraba en un estado lamentable debido a que todos querían “un momentito” a solas con ella. Más que la desnudez, con bandera incluída, lo que me llamó la atención fue las ridículas declaraciones de las distintas personalidades políticas, que afirman que las fotos son un agravio a los símbolos patrios. Me gustaría que sean más específicos, y digan por qué es un agravio. “Pues, porque está poniendo el culo sobre la bandera”, aclaró Bundy.

En EEUU, quemar la bandera se considera un acto de protesta contra los gobernantes de turno; es algo parecido a lo que hacemos acá, que lavamos la bandera para protestar por la “suciedad” del gobierno. “La ley no específica lo que considera como agravio; por ese detalle ella no podría ser condenada; pues está sujeto a subjetividades”;nos aclaró con modestia la doctora Jacqueline, que se había sumado a los curiosos que contemplaban la misma “pagina” desde el almuerzo, y eso ya, media hora.

Me acerqué a los curiosos y les arrebaté la revista. “Creo que le han dado su toque de Photoshop” dije observando la portada. Reviso las fotos internas y concluyo “Está un poco gordita, ¿No?... miren los rollitos en la espalda… ¿No?”. Todos se miraron unos a otros; Jacqueline se alejó del grupo, haciéndome un gesto desaprobatorio. Observé a los otros esperando a que dijeran algo. La espera no duró mucho, a paso lento se me acercó Pedrito y me quitó la revista; pasó las páginas hasta encontrar la sección de las fotos. Eligió la toma más sugerente y dijo: “ Albertito, tú crees que nos importa esos adefesieros rollitos o la estúpida bandera cuando está de por medio ese culo ¡NACIONAL!; ese culo, ¡Sí es un símbolo patrio, carajo!”



La distancia

El fin de semana que pasó no busqué a Pedrito para ir de parranda, él siempre está en esos días con Patricia, que es íntima amiga de Gabriela. Y no los evito por el hecho de que Patricia, vea mi "dolor", sino que ambos me tienen con las pelotas hinchadas con el tema de que, tengo que hablar con Gabriela para "revivir el amor" o "aprovecharme de la situación"; es innecesario resaltar de quién es el punto de vista de cada apuntación. Pues, no importa; ambas me tienen sin cuidado y con la paciencia podrida.

Hice bien en evitar a la parejita. Lo que hice fue: ir en busca de una nueva parejita para distraerme. Los elejidos fueron Álvarez y Bundy, borrachos consuetudinarios de todos los bares del centro de Lima. No fueron la primera elección, antes, pensé en llamar a Mónica; sí, sé que fue una mala idea el sólo pensarlo, pero en ese desesperado momento de no saber qué hacer se me ocurrió. También, pensé en llamar a Amarilis; una vieja amiga charapita y cariñosa que todos tenemos y recurrimos en esta clase de situaciones. Pero de ella, hace tiempo, no sé mucho; lo único que me enteré fue que está saliendo con un ginecólogo de dudosa moral, pues se dice que por un puñado de dólares te alivia el peso de la paternidad. Pero en fin, ese no es mi problema; mi problema es que en ese momento no sentí con la costumbrada seguridad de llamarla, a pesar de tener su número. Fue en ese momento de penumbras en que aparecieron Álvarez y Bundy haciéndome gestos con la mano de: "unos traguitos".

"Lo que tú necesitas Albertito, es una nueva gordita", dijeron suavemente la etílica parejita, una vez enterados de los hechos. Nos acompañó Jacqueline, una flaca a la que se rumorea le gustan las chicas y que en muchas ocasiones ha llevado a sus casas completamente borrachos a Álvarez y Bundy; inescrupoloso par, que a punta de tragos intenta seducir a la nada desprevenida Jacqueline. Ella fue la que nos sugirió el "Bar Munich", un acogedor y subterráneo local del Centro de Lima, en el que nos "sazonamos" con varias jarras de cerveza y en el que su tenue ambientación me hizo dilucidar la ambiguedad de Jacqueline; pero de lejos, lo que realmente me asombró de Valladolid (el apellido de J.), fue su ingenio para escabullirse o para atacar las absurdas bromas de la que fue víctima. También, fue inquietante observar su gran capacidad para asimilar el alcohol y una memoria "elefantiásica" para recordar versos enteros y nombres de canciones que uno suele olvidar con el paso del tiempo. Estas virtudes hacen que Jacqueline, a pesar de ser una chica poco agraciada, inspire una sensualidad a prueba de minifaldas.

La noche acabó en "La Sirenita", un night club del jirón Quilca en donde se puede beber cerveza y observar un show de strip tease a precios económicos. No pedimos chicas a la mesa porque ya teníamos una: Jacqueline. Aparte de que, el solicitar "companía", a señoritas de oficio, nunca fue mi estilo. Como siempre, según Jacqueline, Álvarez y Bundy terminaron dormidos de borrachos, los subimos a mi auto que condució Jacqueline, por ser la que en mejores condiciones etílicas estaba. Luego, condujo hasta su casa y allí tomé el volante. Nos despedimos y conduje lo más prudente posible. Mientras sonaba en el equipo "La distancia", cantada por Calamaro, yo pensaba en dar media vuelta e ir en dirección de Gabriela... pero, no lo hice. Encendí un cigarrillo para darme fuerzas y no virar; sólo me quedó cantar... pensando en ella.


" ¡¡ Cuántas veces yo pensé volver
y decirte de mi amor nada cambió
pero mi silencio fue mayor
y en la distancia
muero día a día sin saberlo tú!!
"


Y sigue doliendo...

Han pasado varios días desde que Gabriela cofesará su intercambio salival con un amiguito de estudios en circunstancias dipsómanas. Durante esos días he recibido varios SMS con diverso contenido: "No me odies Alberto, nunca fue mi intención lastimarte"; hasta yo estoy sorprendido por las magulladuras. "Quiero conversar contigo. Solucionar esto...si quieres"; ella no quiere conversar, quiere convencer... convencerme de que lo nuestro aún puede ser. Y no quiero. "Perdóname Alberto. Me he dado cuenta que estoy enamorada de ti"; ese es un motivo claro para no volver con ella, porque si lo hago la relación sería más sólida y sé que después le haría mucho daño, no como un acto de venganza sino como un acto - reflejo de un hombre que no cree en la monogamia. Mejor es que haya sucedido así. No soy bueno para Gabriela... no soy bueno para nadie. La bronca ya se me pasará.

"Habla con ella, Alberto" decía convencido Pedrito. ¿Para qué? ¿Para ver una escena de llanto y arrepentimientos? No lo creía. Esperaría unas semanas y hablaremos, cuando haya pasado la calentura. "No seas huevón, Alberto. Debes de aprovechar que ahorita se siente una cochina; que está con toda la culpa; ¡aprovecha ahora! que es capaz de hacer cualquier cosa con tal de hacerte feliz... ¡vamos! ¡no seas, huevón!".

"No seas orgulloso Alberto. Ella está destrozada. Se siente mal. ¡Sólo fue un beso!"dijo Patricia amiga íntima de Gabriela y amiga cariñosa de Pedrito. ¿ ¡¡sólo fue un beso!! ? Es difícil explicar, pero para los hombres no puede existe "sólo un beso" en algo que consideran como "suyo". Es un atentado al territorio nacional, que es inmaculado. Hay que ser valiente para volver a besar esa "boca traidora" sin imaginarse que otro perro orinó este árbol cuando era de uno. "No hables huevadas Alberto, y aprovecha boludo ¿Alguna vez Gabrielita se dejó hacérselo "contra el tráfico"? ... ¡Claro que no! pero ahora ¡¡ sí !! estoy seguro que ahora sí, acepta. ¡no seas huevón!", no hace falta indicar de quién proviene la concupiscencia.

Tanta "joda" la he llamado, para que no se preocupe por bienestar sentimental, porque se supone que el "herido" soy yo y no ella. Le dije que ya habrá tiempo para conversar, con calma y relajados; que ahora no es el momento y que, por supuesto, no quisiera perder su amistad. "¡Eres un huevón! tanta diplomacia por las huevas. ¡contra el tráfico, Alberto! ¡contra el tráfico!", quién más, Pedrito.

Nunca pensé que me iba a doler

Nunca pensé que me iba a doler. Es extraño, a veces, cómo suceden las cosas. Uno nunca está preparado para este tipo de revelaciones; y más si atentan contra "los sentimientos" de uno. Una infidelidad nunca será bienvenida. Tal vez, es mejor como dicen algunos "ojos que no ven, corazón que no siente". Pero, al fin y al cabo, agradezco la sinceridad; es mejor. Nunca pensé que me iba a doler. Y duele de verdad.

"Estaba borracha. No sé como sucedió. De un momento a otro me encontré besándolo. No sucedió nada más. Sólo nos besamos..." Fue una confesión sencilla; sin lágrimas de por medio. Ella parecía más dolida que yo. Pero yo siempre he sido un escéptico con las manifestaciones de dolor; y eso fue el determinante para no volver a verla. No sé si está verdaderamente arrepentida. Y sin embago...

Nunca pensé que iba a doler tanto. No la amaba, pero sí la quería. Pero más me duele abandonar ese cielo con pecas. El solo hecho de pensar que no besaré o apachurraré esas deliciosas tetas, en verdad me deprime. Mi ridículo orgullo de "hombre macho" no me permite olvidar y, sobre todo, perdonar una infidelidad. Sabía que con Gabriela no iría muy lejos; pero no pensé que esto terminaría así. Pensé que el que la iba a joder, sería yo. Como siempre. Y sucedió, como nunca. "El jarabe" está amargo. Y nunca pensé que iba a doler tanto.

Soliloquios en mi Suzuki Baleno

"¡esta canción es de la putamare! voy a subir más el volumen... I'M FREE-I'm free, And freedom tastes of reality, I'm free-I'm free, AN' I'm waiting for you to follow me... como no me compré un carro antes; es más cómodo y puedo poner la música que me dé la gana y no soportar la cumbia de mierda que ponen a todo volumen en las combis*... ¡otra roja, carajo! bueno, al menos la disfruto escuchando a "The Who"... But you've been told many times before. Messiahs pointed to the door. And no one had the guts to leave the temple!.. ¡cambia...cambia! Ya está... ¡carajo! y yo que pensaba que acá me iba a librar de las gordas jodidas, y se me viene a cruzar esta "vaca" que cruza en "cámara lenta"... ¡¡apura, pues, "flaquita" o no ves que ya estamos en verde!!... Gorda, vieja y, ¡para colmo!, fea eres carajo...I'm free-I'm freeAnd I'm waiting for you to follow me...
¡Oye, huevón. Maneja bien! Parece que le has dado trago a tu combi, carajo. ¡Conduces en "eses", pues, cagonazo!... A cualquier bestia le dan licencia, carajo... Por eso, cuando viene gente de otro país, y sabe conducir, se cagan de miedo hacerlo acá. ¡Quien maneja en Lima, conduce en cualquier lugar de el mundo!... Ahora, la culona de Tati, seguro va a querer que le dé un aventón; ¡putamare! Me va a joder los asientos con ese culazo, o lo que sería peor...¡cagarme los amortiguadores! Y no me extrañaría, con ese rabazo. Nueva regla: ¡prohibido subir ganado al carro! Y menos, si es ganado porcino... Aunque, Gabrielita también estaría vetada... Bueno, tendré que hacer un excepción con ella... porque... porque, ella es una chanchita rica... sólo por eso, carajo... sino, ¡afuera!... Esta canción me llega al pincho**, ¡esta es la voz! ... No sé como te atreves a vestirte de esa forma y salir así, en mis tiempos todo era elegante sin greñudos si señor ¡Hey! pa' fuiste pachuco, también te regañaban ¡Hey! pa' bailabas mambo...

(Nota del autor):
* Combi: transporte público limeño de condiciones inhumanas.
**pincho: vulgar con el que se le conoce al pene. También, se le dice, "pichula".

¿ella siempre tiene la razón?

"Yo fui la que sacrificó más de los dos con el nacimiento de Marcelo" Tenía razón, pero a qué venía tanta alharaca ahora que estamos separados ¿Qué es lo busca Diana? "Y yo tuve que dejar los estudios cuando mis papá me lo pagaba...y ahora él, ya no quiere... porque dice que para eso estoy casada..." Uhmm, ya sé por donde va la cosa; ahora quiere que nos reconciliemos "...y yo estoy separada tuyo, Alberto...y no, nos hemos divorciado es porque no tenemos ningún apuro o necesidad de hacerlo; porque nosotros nos separamos por la incompatibilidad de carácter, y no, por `terceras personas`". Otra vez tiene la razón Diana, siempre fue así, desde que la conocí ella fue la lúcida y yo el lúdico. ¿Pero qué me quiere decir con todo esto? "Lo que quiero decirte, Alberto es...que... como yo estuve ocupada criando a tu hijo todos estos años, y ahora he perdido todo crédito económico con mi papá, por ¡tú! culpa..." Ya dímelo de una buena vez "...Quiero que pagues mis estudios... ¿y...bien qué dices?" Cómo negarle ese derecho a la madre de mi hijo; a la mujer que cuida con ahínco y esmero a mi "critter"; la chica que se puso gorda y aún así la seguía amando y ahora que está como para "arrimársela toditita", co mayor razón me era imposible negarme. Pero, ella se adelantó con las críticas "Mira Alberto, no lo pienses mucho que ya sé que te has comprado un carro y por lo que veo estás gastando los ahorros que yo también ayudé a juntar...mira Alberto, no quiero discutir por dinero porque sabes que saldrías perdiendo". Otra vez tiene razón, pero no me dejo responder, yo no me iba a negar. Siempre estás a la defensiva Diana. Y ya estoy harto de ceder. Yo siempre he cedido. Esta vez no lo haré, así que le dije: "Yo pagaré el 50% del costo el otro 50% que lo pague tu viejo... total, ¿no estamos separados y nos vamos a divorciar?"

Bebito lindo, pechocho.

¿¡Cómo ha estado mi bebito lindo, pechocho!? -dijo toda empalagosa.
- ¿Tú qué?- pregunté asombrado.
- ¡bebito lindo y pechocho! -repitió sin pudor y con mucha ironía.
- Es que... ¡no le puedes poner esos nombres a mi pene!

¿Por qué las mujeres le ponen nombres ridículos a nuestros penes?... yo tampoco lo sé. Y no sólo es a nuestros penes, sino a cualquier parte de nuestra anatomía a la cual agarren cariño. Claro que los hombres, muchas veces, son partícipes de esta difundida y privada afición; el meollo de todo esto es, cuando este juego escapa del ámbito privado para pasar al dominio público (amigos, familiares, etc).

En el caso que me preocupa, la trascendencia se reduce a las cuatro paredes de la habitación de Gabriela; pero intento desterrar esa mala costumbre antes que se filtre en alguna reunión dipsómana y sea el "bebito lindo, pechocho" de la noche. Experiencias anteriores me sobran y pienso que el "derecho de piso" ya está saldado, como para padecer otra vez los burlones: "Uyy, mira al osito de peluche"; o tal vez, "el bebito quiele irse a dormir"; o un fatal "salud pues, mi querubín o ...¿le hecho lechecita a su traguito?". Es gracioso para quien no lo goza, pero nadie quiere ocupar ese bochornoso lugar.

- Ayy, Alberto. No seas tan renegón. Es sólo un nombrecito de cariño.
- ¡Qué nombrecito de cariño, ni qué ocho cuartos!. A mi no me gustan los apelativos mujer. ¿O te gustaría, acaso, que yo me refiera a tus tetas como "mis ricas gemelitas"?... ¡Mis ricas gemelitas Mary Kate y Ashley! ¡eso! Tus tetitas serán mis gemelas Olsen. La derecha será Mary Kate y la izquierda Ashley.
- Ay, ¡Sí, que lindo Albertito! Eso me gusta.
- ¡Pucha! Contigo no se puede Gabrielita.
- Pero, a mi me gusta, pues.
- Claro, porque son nombres femeninos; pero qué tiene de masculino "bebito lindo, pechocho". ¡Nada! Si le pusieras "Hulk" o "La bestia"...
- ¡Ayy, no!. "La bestia" que feo.
- ... entonces "Godzilla" o mi "Empire State"...
- Uhmm, qué diría Freud, si te escuchara esos nombrecitos ¿no?
- ... Bueno, no sé. Algo parecido ¿no? Algo que vaya de acuerdo con la personalidad del "muchacho" ¿No?
- ...Uhmm, ¡ya sé! "El Chapulín Colorado".




Sublime Extremo

¿Cuándo regresas a tu casa Alberto? No sabía qué responder; sus ojos denotaban preocupación y cuando Tati -mi aún suegra, porque todavía no estoy divorciado- está preocupada esa ansiedad la equilibra con alimento, o mejor dicho con chucherías. Entonces, como yo conozco muy bien a Tati, saqué un chocolate (Sublime Extremo) que tenía escondido en uno de mis bolsilos, en prevención ante mi concertado encuentro con mi mastodóntica suegra.
Me arrancó el chocolate y empezó a devorarlo muy agradecida; pero sólo pude contenerla unos minutos, porque contraatacó sin misericordia: "Alberto, tienes que luchar por tu familia. No puedes darte por vencido así tan facilmente. Yo sé, que Dianita aún te quiere(Lo sé). No sé qué puedes haberle hecho Alberto para que ella esté decidida a terminar con su matrimonio... pero, Alberto yo sé que usteden se quieren (tiene razón) y por ese amor que se profesaron y que ahora, seguro, no lo hacen por orgullo... ¡salven su matrimonio!" Las palabras de mi cetácea suegra me llegó al corazón, pero no se veía muy convincente con los dientes manchados de chocolate. No sabía qué responder, y sólo atiné a decir que intentaría conversar otra vez con Diana para solucionar nuestros problemas y que el divorcio no prospere. Pero mentía, no tengo intenciones de tocar el tema con Diana, estoy cansado de discutir, estoy cansado de ceder. Así que sólo lo dije para calmarla. Mientras nos acercábamos al concesionario donde trabaja su sobrino y que según Tati, me haría un buen descuento al precio del automóvil que pienso comprar, buscaba algúna bodega donde poder aprovisionarme de los suficientes chocolates para mantener calmada a Tati. Encontré uno y compré varios; al instante le ofrecí uno: "Ay, hijo estoy a dieta y no debería comer tantos chocolates antes del almuerzo" No hice ningún gesto de asombro ante la revelación, pero quería hacerlo; quería gritarle que por nada está haciendo dieta, que no va a resultar, que ella va a morir gorda y que ese féretro XXXL será muy difícil de encontrar. Pero, a pesar de que esto es cierto, no dije nada; no dije nada porque Tati, a pesar de ser un "elefante gordo", es buena y nos estimamos mucho. Así que, no me costó mucho trabajo dejarla con su ilusión. "¿Cuándo vas a hablar con Dianita, Alberto? Yo puedo hablar con ella previamente para... ¡ayy! Albertito, qué amable" Mientras observaba cómo masticaba con ferocidad el chocolate me preguntaba ¿Cuántos putos Sublimes Extremos tendré que embutirle a Tati para que pare de joder con la misma cantaleta?