Niños Lechoncitos



Mientras observaba a mi hijo luchar contra sus vergüenzas en plena actuación de baile, poco a poco me percataba de un detalle que tal vez muchos también lo han notado: los niños y niñas son más "gorditos" ahora. Y bueno, digo "gorditos" por no decir otro calificativo. Me puse a contar cuantos pequeños están gordos...uno, dos, tres, cuatro...diez, once y... ¡la putamadre tantos! exclamé asustado. Una vieja me mira con cara de culo. Me disculpo. Y empiezo a contar a los "normales". Cuento veintidós. Las diferencias estadísticas son pocas: 35% de lechoncitos. Esto debe ser casualidad me digo. Espero a que el grupo de mi hijo termine y espero impaciente al siguiente. Este grupo era de niños de doce años, mayores al de mi hijo que eran de ocho. ¡carajo Wall-E! 37% de rollizos. Me puse a observar a los padres. Acá sí son mayoría. ¿Somos? No, me resisto a creer. Me falta mucho para entrar en la calificación de Odontoceto. Se los juro.

Mientras esperaba con otros padres a que nos entregaran a nuestros hijos, recordaba que en cuando yo estaba en el colegio a lo más habían dos o tres regordetes en TODO el colegio, los demás éramos flacos. Ahora los "subiditos de peso" no son mayoría, pero han aumentado de manera escandalosa. Me observo la panza y me prometo que ya no comeré más Big Mac's o la Bembos Extrema grande; no más salchipapas del Tip Top; no más Tacos de La Carcochita; no más mierda...lo juro.

Mi hijo me ve y se me acerca corriendo. Me emociona que mi retoño me quiera tanto y que demuestre sus afectos sin bochorno alguno. "¡Papi, papi! ¿Me llevas al Mc Donald´s y me compras una cajita feliz?" Miré la candidez de rostro, pero no me convenció. Le dije que No, que su madre lo estaba esperando con su cena y que se molestaría si comiera otra cosa. "Pero papá mi amigo va ir y yo también quiero ir" . Ya no era "papi" ahora era "papá".Estaba a punto de reprocharle su actitud cuando veo acercarse al amigo acompañado de su deliciosa mamá. "¿Vas a ir Marcelo?" le preguntó el pequeño sin soltar la mano derecha de su madre. No lo dejé responder. ¡Claro! respondí acercándome y saludando con la mano a la señora.  

Por tu culito



Hoy miro con preocupación su culito. Recuerdo que hace tres años ese culito iba acompañado de una delgada  y suave cintura. Me da verdadera nostalgia recordar a esa frágil y pequeña mujer que hizo abandonara todo tipo de escritura, lectura y amanecidas alcohólicas. Hoy noto preocupado ese voraz apetito que la embarga. Esa negligencia horaria con la que se alimenta. Observo que de ese pudor inicial al desnudarse ya no queda nada y tenía lindas curvas que mostrar. Hoy es desinhibida de su desnudez y tiene mucho que tapar. Su hermoso culito ya está en proporción con su barriga. Le está creciendo la panza. Pero su culito no. “Mi amor has engordado” me dijo hace poco; y cómo mierda no lo voy a hacer si me alimento contigo. Y por pena a que la comida se pierda muchas veces –la mayor de las veces- me trago todo lo que sobra de lo preparado. Bebo mucho café y todavía fumo muchos cigarrillos. Con todo eso mi culo también ha engordado. Mi panza ha crecido junto con mis cachetes. ¿Por qué no crece también la verga en sintonía con la barriga?



Hace tres años miraba el futuro con optimismo. Me decías que cómo era posible que algunas chicas se descuidaran hasta el punto de ponerse gordas. Que cómo es posible que la madre de tu hijo se haya engordado tanto habiendo tantas dietas. Que tú no puedes ser gorda porque te deprimirías mucho. Hoy en la mañana mientras te vestías para trabajar te vi luchar con tu pantalón, escuché quejarte que tu blusa se ha achicado por el mal lavado de la lavadora. Te escuché hablar emocionada con alguna compañera del trabajo que hoy en la cafetería prepararían de menú: lasagna; mientras aun desayunabas. Y escribo todo esto porque me acabas de enviar un mensaje al celular diciendo: “Amorcito, el almuerzo estaba horrible: olluquito. Aggg me invitas Lasagna en la noche? Di q siii. Te amo muxo”.  Todavía no te respondo. Y creo que no lo haré. O a lo mejor sí y te respondo con un: “estás muy gorda no jodas”; o también puede ser “quieres ponerte igual de cerda que la mama de mi hijo? Mira que por eso la deje”; o algo más cariñoso y diplomático “Sí mi reyna pero más saludable no crees que sería una ensaladita de frutas?”. Al carajo, sé que ella me convencerá e iremos a cenar, Lasagna. Y luego iremos a dormir y sentiré que tu culito ya no es el mismo, que para abrazarte necesito más brazos y que mañana por la mañana cuando me veas despertar con una erección pensarás que aun sigues tan rica como antes y que por eso “el muchacho” siempre anda erecto. Por ti. Por tu culito.

Ítala se despide

Esto fue la réplica de Ítala, que apareció en los comentarios del post anterior. Y creo no merece estar refundido por esos lares. Lo hago post porque me da la gana y, también, porque no he escrito nada provechoso.
Hola Rey!En primer lugar, debo decirte que el título se te ha dado y no puedo revocarlo. No tengo otra forma de llamarte. Pero como ya sabemos, la monarquía tuvo su tiempo: dominaron, la gente se rebeló y les cortaron las cabezas (Rey y Reina) o en el mejor de los casos… siguen siendo ricos, pero no tienen poder sobre los demás. Recuerdas –quizás no- que cuando te conocí te pregunté: ¿Quieres tener algo? O ¿quieres que seamos “amigos cariñosos”?. Yo te pregunté eso porque si hubieras dicho que querías una amiga cariñosa, nos hubiéramos ahorrado el melodrama. En otra oportunidad pregunté qué éramos, dijiste que éramos un par de locos que se gustan, salen en exclusividad y que seguro el tiempo solidificaría lo que teníamos. El tiempo no solidificó nada, eso parece. Cuando recibí tu mensaje diciéndome: “tienes derecho a réplica, sin censura”, sentí que más que una necesidad de dar mi réplica, era que tú querías que te reprocharan, te maltrataran, que respondiera como la novia que no era. No puedes pedirme que te maltrate por un “engaño” que ya se veía venir. Si no pones expectativas en alguien, no te pueden decepcionar. Yo calculaba en un 40% la probabilidad de esto, sólo me daba curiosidad saber cuándo. Con esto tampoco estoy diciendo que no me hayas importado, me gustas (sí, en tiempo presente) y seguramente me seguirás gustando, el que tengas sexo con otra persona no lo cambia. No obstante, y aquí viene quizás lo que quieres que diga, el gusto y sentimiento de cariño es muy voluble a aspectos externos, la mentira es uno de ellos. Pero eso cambia, muta con el pasar del tiempo, no es inmediato… quién actúa inmediatamente “dejando de querer” es aquella persona que responde a su orgullo herido y a como dije antes, la decepción producida, decepción que yo no tuve… con lo que concluyo que tampoco soy muy orgullosa jaja. Además de eso, el detalle de consideración al daño que podrías hacerle a la otra persona quiere decir que mi sentimiento de gusto no es correspondido… y eso SÍ es aliciente para que una mire para otro lado. Quiero quitarte la culpa de infiel de encima, pues dices que empezaste a ser infiel hace 4 meses y es casi el mismo tiempo en que no te veía ni estaba contigo. La vez que te vi en el paradero camino a H. no cuenta. Digamos que no me has engañado sexualmente hablando. Pero no lo contaste hace 4 meses, no es el engaño lo que molesta, son los 4 meses que me has hecho perder, pq al ser una pareja de locos que salían en exclusividad, era lo que yo hacía. He perdido 4 meses para interesarme en otras personas… si quieres sentirte culpable de algo, que sea por quitarme 4 meses… Hombre! Si me muero mañana? No habré disfrutado de lo que tú ya disfrutas! Eso es egoísmo.Al menos mi mente ya puede estar tranquila al tener deseos hacia otros hombres y ahora podré actuar. Bueno, creo q hemos quedado en buenos términos, no? O al menos eso parece en nuestras comunicaciones. Todavía queda un pendiente, espero que puedas darte un tiempo pronto. Gracias por hacerme participar de tu historia.Sigo creyendo lo que que te dijo esa señora: eres un chico bueno que quiere hacerse pasar por malo.Espero que el niño grande y el niño pequeño hayan tenido un bonito día. Un muñeco de Ben 10 no vendría mal. :)Besos,
Ítala.
18 de abril de 2010

¿El Rey ha muerto?



Tengo un error de fábrica. O tal vez "alguien" me contagió esta enfermedad. No lo sé, pero esta inestabilidad emocional o, mejor dicho, arrechura descontrolada está haciendo estragos en mi reputación con las mujeres. Bueno, en realidad con algunas mujeres, las que me conocen.


Me ha costado escribir este post; y no por falta de tiempo sino por lo reveladora que podrá ser para alguien que quiero mucho y seguro, después de leerlo me odiará. Y ese odio se convertirá en dolor para mí, en nostalgia de los momentos vividos y perdidos. Y es que tengo esta "enfermedad" que no me la puedo quitar. Tengo este gen maldito que me descontrola e inconscientemente hace daño. No lo puedo evitar, lo tengo de nacimiento. Soy una mierda me dirás. Lo aceptaré sin agachar la cabeza. Y disculpa la cobardía del medio en que te digo esto, pero así también nos conocimos y así -tal vez- no quieras verme más.


Creo que ya adivinaste que te he sido infiel Ítala. Pero ¿He sido infiel o sólo es consecuencia natural de mi naturaleza? No es justificación decirte que había bebido alcohol; tampoco el decirte que ella practicamente se me aventó a los brazos y mucho menos que la distancia y el tiempo separados jugaron sus cartas. NO. He estado con otra porque siempre he luchado y siempre he caído vencido ante el ofrecimiento corporal femenino. Debilidad masculina.



Lo peor de todo es que no tuve la valentía de decírtelo hace cuatro meses. Y no te lo revelo ahora de valiente, si no porque ya es inevitable y seguir con esta mentira sólo dañará a tí y a ella también. Pues, no fue el reflejo de una noche, sino de varias noches. Y de días.



Yo no era tu "bebito", ni tu "gordito" o "mi flaquito". Yo era el "Rey" y tú eras mi "Reina". Ahora sé que el Rey ha muerto, pues la Reina no perdonará tamaña afrenta. El Rey tiene el gen del Alelo 334 y anda con otra. El Rey es un felón. Un traidor que merece la horca. No debe haber misericordia para él. La Reina lo echará de su reino, no lo querrá ni como amigo. El Rey está muerto.

La Cruda Verdad

Sólo diré que no tengo tiempo ni para que se me pare. Este post es de Ítala.


Por Ítala.

Estoy sentada en el sofá de mi casa descansando a la mañana luego de un sábado atareado. Cuando me puse a recordar lo vivido en la noche anterior, recordé las palabras de Alberto: “De castigo para mí, tienes q escribirlo con lujo de detalle… no he estado al 100%. Si lo escribo yo, me voy a dar de alma.”
Daban las 16:57 del sábado cuando recibí su sms. La primera parte decía: “De verdad quieres que nos veamos?, no tendré mucho tiempo…” Era un sms catapultador. Varias semanas sin verlo ni besarlo y estando en Lima no lo iba a poder ver? Mierda…
Luego de otros mensajes, al final deducimos que teníamos 2 horas y media para poder estar juntos. “Se pueden hacer muchas cosas”, escribió.
Acordamos que nos encontraríamos en 30 min luego del último sms en el lugar donde nos habíamos visto la última vez.
Con toda la calma del mundo me dirigí a aquel punto. Había bajado del carro y estando a sólo 10 mts del lugar elegido, Alberto me llamó para decirme que demoraría 10 minutos más. Fueron 12.
Cuando lo vi y lo besé, me preguntó por la hora. “Te has pasado por 2 minutos”, contesté. “Sí, eso que el taxista me trajo volando”, dijo mientras caminábamos al hostal.
El mismo Hostal, el que usamos la primera vez que nos conocimos y el que usamos la última vez que nos vimos –que fueron varias semanas atrás- y para coincidencia nuestra, era el mismo cuarto usado la última vez, aquel donde nuestros oídos pudieron disfrutar de un concierto de gemidos femeninos, pero eso ya es otro tema.
“No crees que estás muy abrigada?” …. Fue la frase con que comenzamos lo que habíamos ido a hacer.
Una de las cosas que me encanta de Alberto es poder besarlo como se me da la gana: piquitos, mordiditas, con lengua o sin ella. Y él ha mencionado un par de veces que nunca ha visto a un par que se besen tanto.
Los previos sólo habían consistido en eso, en besos. La mayoría hechos por mi parte, pues el señorito estaba mal de la mandíbula y no podía abrir bien la boca; por eso mismo no pudo hacer el cunilingus ni tampoco se prendió de mis pezones como lo suele hacer. Llegado al coito todo seguía bien; de todo este proceso que es la relación sexual, me encantó aquel abrazo que nos dimos durante la penetración, tan fuerte, uno tan pegado al otro. Creo que luego de unos minutos se vino.
Yo no soy de mirar cuánto tiempo dura el coito en sí (por eso el “creo” en mi anterior oración), sino de disfrutar lo que estoy sintiendo en ese momento. Pero para Alberto la perfomance había durado poco. Me eché a su costado y nos pusimos a conversar un rato. Luego vinieron las caricias para comenzar de nuevo, un fellatio por ahí, y de nuevo podía ponerme encima. No recuerdo mucho lo que pasó, tal vez fue su dolor en la mandíbula lo que nos desconcentró a ambos que cuando volteamos a mirar, el tercero en compañía había caído en batalla.
Fue en ese entonces que Alberto empezó a reprocharse a sí mismo, buscando entre sus reflexiones las razones, según él, de tan mal rendimiento. Luego de varias caricias logramos que el tercero izara asta nuevamente y nos acompañara en la batalla de besos, movimientos y demás, hasta que…
“Ese movimiento sólo lo hacen las expertas”, sentenció Alberto.
Ah? Qué? Cuál movimiento?, pregunté.
Yo soy de las mujeres que se acostumbraron a una posición cómoda en el sexo: misionero o de la del perrito. Con Alberto suelo estar arriba, aprendiendo. Fue por eso que cuando dijo que había hecho algo que sólo buenas conocedoras del sexo saben, me causó bastante desconcierto.
Sin embargo – y aquí viene la opinión y la crítica que Alberto quiere recibir- creo q fue sólo una excusa.
Una excusa porque luego de eso se volvía a venir. “¿ya te veniste?” pregunté, ahora sí, algo asombrada por la precocidad. Luego de eso pasamos al post-sexo, una conversación íntima de la cual sólo puedo rescatar el pedido que me hizo Alberto de contarles esto.
Ahora estoy en mi trabajo terminando de escribir este post y creyendo que Alberto, en su objetivo de ser castigado o criticado por su audiencia, no sólo logra eso… sino que me arrastra con él.
Hacer el amor o tener sexo es de a dos. Ambos teníamos semanas difíciles (quizás él más) y ambos buscamos aquel espacio de tiempo forzado para tener relaciones, su cuerpo no le dio el rendimiento esperado y quizás el mío no fue capaz de motivarlo. También podría pensar radicalmente esto: O es que ya no le excito…. O es que le excito demasiado. La primera parte de la frase va en el sentido de que perdió la erección en un momento dado y la 2da es porque recordé que la última vez que nos vimos se vino más tempranamente cuando imité ese concierto de gemidos.
“Alberto, cuándo crees tú, que has estado al 100% de tu capacidad conmigo?”, fue lo que le pregunté poco antes que nos vistiéramos. La respuesta fue un “Nunca”, pues el factor tiempo ha sido determinante y sólo aquella vez que tuvimos casi todo el día para nosotros, fue nuestra primera vez, en la cual dominaron un poco los nervios y afloraron torpezas nuestras a causa del alcohol.
Me pregunto si estaré en capacidad de responder a Alberto cuando esté en ese 100% que tanto él desea. Me pregunto si justamente yo influyo en ese impedimento de llegar a esa meta. Hace ya algún tiempo me contó de su récord de eyaculaciones en un solo encuentro. No sé si estará planeando llegar a ese punto. Yo no digo nada, yo no tengo récords que contar, ni récord alguno para cumplir.
Dicen que las parejas son las que te ayudan a cumplir las metas?... pues, si descubro que soy la causante de que no consiga su objetivo, debería hacer un paso al costado. Pero como soy muy mala descubriendo, me lo tiene que decir; o al menos, postearlo.
Por ahora, y espero que por un buen tiempo más, TQUC.

La Dieta de Ítala


"A mí me gustan las "flaquitas" y las "gorditas" -le dije, mientras ella abría los ojos asombrada y esperaba con más miedo que impaciencia a que acabe mi desatinada frase. Y yo, encaminado en la vorágine de la estupidez extendía los brazos e inflaba los cachetes y concluía- ... no me gustan las gordoootas". No recuerdo el contexto en que se lo dije. Lo que sí recuerdo es que ella, en ese instante, disfrutaba de un chocolate con galletas de vainilla y bebía Gatorade sabor a mandarinas.

Ítala está entre el limbo -¿o será el purgatorio?- de las "flaquitas" y las "gorditas". Según ella hace tiempo pasó la línea de las "gorditas". Ítala es fanática del chocolate y del "pan con cualquier cosa". Bebe gaseosas si no encuentra Gatorade; "el agua no me gusta" dice convencida. Odia las frutas y vegetales y muere por el pollo de KFC. Busca pretextos absurdos para no alimentarse bien. Pero creo que eso cambió aquella tarde, del último sábado, que solté mi prejuiciosa frase. Ítala está a dieta.

Yo seré su improvisado nutricionista. El "régimen" se inició: sólo le he prohibido dos cosas: el pan y el azucar -y eso quiere decir cualquier alimento que esté azucarado Ítala-. Mi monitoreo será a través del celular y del MSN. Ella no ha sido la única "cliente" que ha depositado su confianza en mi tercera profesión como nutricionista empírico. Dos primas y una ex enamorada han quedado satisfechas ante mis inesperados resultados. Bueno, nunca me he topado con casos extremos sólo bajar unos ocho kilitos de más y listo. Mis servicios son gratuitos, pero a Ítala le cobraré. Ya le he dicho que tendrá que pagar con su cuerpo. Con sexo.

Ítala está refunfuñando ante la exigencia dietética. Pero mujer ¿¡Quién bebe Gatorade con chocolate!? El Gatorade es ideal para la exigencia física y no se debe utilizar como un simple refresco. Ítala quiere bajar unos kilitos de más y ha permitido entrometerme. Hace -exactamente- un mes que disfruto de las curvas y precipicios de su cuerpo, y cuando ya empezaba a conocer de memoria todos sus caminos y atajos decide renovarme la ruta. Ítala, a mi me gustan los trayectos sinuosos y disfrutar del paisaje de tus montes y de la magnificencia de tu selva; y no de los desiertos donde el camino es recto y plano.
- ¿Dejarás de fumar?
- Eso ni pensarlo -le dije, mientras buscaba mi encendedor.


Una Hora en Bus


Me dolía el culo. Y es que viajar en bus desde la avenida México hasta la avenida Tomás Valle, en el cono norte de Lima, es un dolor de nalgas y de coxis.

Coincidimos en horarios y desocupaciones, así que Ítala me pidió que la recogiera en su trabajo; era un pretexto para besuquearnos por ahí y que me diera la tan ansiada sesión de fotos que hizo especialmente para mí. Había pasado una semana sin vernos y por instinto -aunque también mucho tiene que ver la excitación de los días ausentes- decidimos planificar nuestro tercer encuentro sexual. Ella que siempre cubre el largo trayecto -mencionado en el primer párrafo- de casa al trabajo y viceversa, dijo que en "Tomás Valle" hay una gran variedad de hoteles de donde podemos escoger desde precio a calidad. Así que decidimos ir en busca de la tan sustanciosa oferta "hostalera" de la cachonda avenida.

El poto me ardía a mitad del camino. Intentaba buscar una posición menos dolorosa y no la conseguía. Ítala iba muy cómoda, tal vez, acostumbrada por el trajín diario. A cuarenta minutos del trayecto me había arrepentido de no pagar los veinte soles ($6.67 dólares) que me hubiese costado el taxi hasta la condenada avenida. Para olvidar el jodido dolor decidí escuchar música y, a la vez, besuquearme con ella en el bus que iba repleto. "¡Ya llegamos, mira!"; no podía ser verdad tanta belleza, había hasta cinco hostales por calle, con una oferta de precios increíble: 10 soles ($3.00) habitación simple; 15 ($ 4.50) soles con baño y televisor; 25 soles ($ 8.00) con agua caliente y 30 soles ($ 10.00) ¡con jacuzzi! "Eso es mentira Alberto, con jacuzzi cuesta más" afirmó Ítala, para inmediatamente avergonzarse ante la revelación de su confidencia. La miré y no le dije el obvio "tú cómo sabes", sino la observé ruborizarse e intentar, con balbuceos, explicar su "sabiduría" hotelera. No pude contener la risa, ella que se aliviaba y confesaba turbada su experiencia pasada. La tranquilicé divertido y bajamos del bus.

Eran las nueve y treinta de la noche; buscábamos un lugar donde comer algo y ella poder sacar su laptop, sin preocupaciones, para yo poder descargar las fotos que alojaba. No encontramos o no quisimos encontrar, pues el espectáculo de alojamientos había causado una erección imprevista que me impedía caminar con decencia. Casi sin darnos cuenta terminamos, en una habitación de 15 soles, desnudos y apurados porque ya era tarde y a la medianoche nos convertimos en ogros y todavía no estamos preparados para eso. El culo me seguía doliendo.