Una Hora en Bus


Me dolía el culo. Y es que viajar en bus desde la avenida México hasta la avenida Tomás Valle, en el cono norte de Lima, es un dolor de nalgas y de coxis.

Coincidimos en horarios y desocupaciones, así que Ítala me pidió que la recogiera en su trabajo; era un pretexto para besuquearnos por ahí y que me diera la tan ansiada sesión de fotos que hizo especialmente para mí. Había pasado una semana sin vernos y por instinto -aunque también mucho tiene que ver la excitación de los días ausentes- decidimos planificar nuestro tercer encuentro sexual. Ella que siempre cubre el largo trayecto -mencionado en el primer párrafo- de casa al trabajo y viceversa, dijo que en "Tomás Valle" hay una gran variedad de hoteles de donde podemos escoger desde precio a calidad. Así que decidimos ir en busca de la tan sustanciosa oferta "hostalera" de la cachonda avenida.

El poto me ardía a mitad del camino. Intentaba buscar una posición menos dolorosa y no la conseguía. Ítala iba muy cómoda, tal vez, acostumbrada por el trajín diario. A cuarenta minutos del trayecto me había arrepentido de no pagar los veinte soles ($6.67 dólares) que me hubiese costado el taxi hasta la condenada avenida. Para olvidar el jodido dolor decidí escuchar música y, a la vez, besuquearme con ella en el bus que iba repleto. "¡Ya llegamos, mira!"; no podía ser verdad tanta belleza, había hasta cinco hostales por calle, con una oferta de precios increíble: 10 soles ($3.00) habitación simple; 15 ($ 4.50) soles con baño y televisor; 25 soles ($ 8.00) con agua caliente y 30 soles ($ 10.00) ¡con jacuzzi! "Eso es mentira Alberto, con jacuzzi cuesta más" afirmó Ítala, para inmediatamente avergonzarse ante la revelación de su confidencia. La miré y no le dije el obvio "tú cómo sabes", sino la observé ruborizarse e intentar, con balbuceos, explicar su "sabiduría" hotelera. No pude contener la risa, ella que se aliviaba y confesaba turbada su experiencia pasada. La tranquilicé divertido y bajamos del bus.

Eran las nueve y treinta de la noche; buscábamos un lugar donde comer algo y ella poder sacar su laptop, sin preocupaciones, para yo poder descargar las fotos que alojaba. No encontramos o no quisimos encontrar, pues el espectáculo de alojamientos había causado una erección imprevista que me impedía caminar con decencia. Casi sin darnos cuenta terminamos, en una habitación de 15 soles, desnudos y apurados porque ya era tarde y a la medianoche nos convertimos en ogros y todavía no estamos preparados para eso. El culo me seguía doliendo.

Intuición Vaginal



Adivina quien soy...
aun sigo esperando
que vengas a recogerme.
(número deconocido)

Aún no contesto a este mensaje de texto. Sé quien es. Es la, ahora, señora Mónica que se encuentra ¿felizmente? casada con César, odioso perrito faldero, de jodida recordación en este espacio; y eso de "recogerme" se refiere a que hace más de diez meses prometí pasar por ella antes de su boda. Ya se imaginan para qué.

Un día antes, de recibir el mensaje de texto, Gabriela me llamó para reunirnos a conversar. "Acaso no somos amigos" dijo para convencerme. Prometí -otra vez- que pasaría por ella este sábado al mediodía. No sé si estará molesta por el desplante, pues, hasta ahora no sé más de ella.

Ese mismo sábado mientras bebía unas cervezas con Pedrito recibía el que sería el último mensaje -del día- de Ítala: "bs noxes cielito! Q suenhes con ls angelitos y... conmigo XD bsitos". Mientras yo escribía la respuesta, Pedrito ensayaba frases burlonas para mí: "chupa cielito y deja de escribir huevadas" gritaba. "¿Reina? putamadre huevón, dos semanas y ya le diste título nobiliario" concluyó riéndose, mientras Bondy y Álvarez lo acompañaban con socarronería.

Alvarez: Así que, desde que estás saliendo con la tal Ítala estás dos huevonas han intentado contactarte.
Yo: Sí, pues -dije bebiendo un gran sorbo de cerveza-.
Bundy: Parece que las mujeres tuvieran un radar en la concha, que cuando sienten perder su pichula se activa.
Álvarez: Así parece ¿no?
Pedrito: Lo que pasa en realidad es que mi querido Albertito es un huevón ¿por qué? pues, porque se hace bolas con huevadas cuando la solución es que se tire a las tres y asunto resuelto.
Bundy: Claro Alberto, tírate a las tres. ¡tamare que rico! ¡tres conchitas distintas para mí solito!
Pedrito: Ya huevón no alucines que ahorita te mojas y el baño no tiene puerta... ¡tranquilo pajero de mierda!.
Álvarez: Yo creo que es intuición vaginal.
Pedrito: ¡Este cojudo ya está borracho!
Bundy: O tal vez el Universo conspira para que Albertito e Ítala no sigan juntos.
Pedrito: ¡Eso es pajero! "El Universo conspira" para que el huevón de Albertito se tire a tres hembras. ¡Eso es Coelho!
Yo: Carajo yo seré un huevón, pero no soy un retardado mental que cita a Coelho como si fuera qué. ¡Imbécil!

Sábado Para Dos



LA VERSIÓN DE ÍTALA

Ya ni recuerdo cómo comenzamos. Creo que le había escrito dándole un consejo y me respondió con coqueteos, con retos y yo acepté seguirlos. Llegamos a un punto que teníamos sí o sí que encontrarnos para saber si era cierto la idea que habíamos creado el uno del otro.

Alberto no paró días antes sino hasta conseguir que le prometiera que lo besaría apenas lo viera. A decir verdad, el primer beso ayudó a ambos a soltarnos. Yo llegué tarde, pero afortunadamente me esperó. Cuando nos encontramos, se puso a medio metro mío y me dijo: “primero, lo que me prometiste” entonces nos besamos… bueno fue un piquito. Luego comenzamos a conversar mientras nos dirigíamos a un supermercado a comprar el pisco y algunas otras cosas. Cuando estábamos en el super, me decía… “en serio tienes 26? Pareces de 19... o no me digas que tienes 17”

Nuestra sala de reunión, no fue la más acogedora a la que haya entrado y me pidió disculpas por ello. No le tomé tanta importancia y decidí que la competencia tenía que ganarla yo (la competencia de quién preparaba mejor el trago). Alberto caminaba, cual león impaciente y admitía que se debía a sus nervios. En mi caso, mis nervios me hacían quedar callada…. Incómodo silencio…. Tomamos una y dos rondas de trago, seguimos conversando hasta el momento que me pidió permiso para fumar. Ahí le dije que si quería fumar primero debía darme los besos tan prometidos durante semanas. Aquel hombre que me besaba, me empezaba a gustar mucho.

He llegado a pensar en varios momentos durante nuestra velada que yo era la más impaciente, la que más quería, pero él no, quería saber más de mí y me preguntaba más cosas. ¿Cuándo hubo ese momento de quiebre? Casi no lo recuerdo, pero fue lento y de a pocos. No sé si deba responder con lujo de detalle lo que quiere Nina, pero admito que ningún hombre me ha tratado como él lo ha hecho.

No obstante, el alcohol nos sacó factura y algunos aspectos en los que nosotros nos jactábamos de masters, no pudimos comprobarlo pues ya no estábamos 100% concentrados. Luego se hizo de noche y yo tenía que irme. Cuando estuve en mi casa, tanto a él como a mí nos dolía la cabeza (May con el Queirolo!) Ambos queríamos estar junto al otro… mierda… ya no hay día que no pueda dejar de pensarlo.

No sé que venga mañana, pero desde el sábado yo me siento muy bien!



LA VERSIÓN DE ALBERTO

...eras sólo una chica más
después de cinco minutos
ya eras alguien especial
sin hablarme, sin tocarme
algo dentro se encendió
en tus ojos se hacía tarde
y me olvidaba del reloj.

"Entra en mi vida"



Nuestros labios quemaban de tanto besarnos y nuestras ropas aún conservaban sus puestos. Este juego de lenguas y mordiditas era adictivo. Cinco horas de recorrernos a besos y su blusa me hacía muecas de burla "que huevón eres que no me arrancas" alucinaba que me decía. Y tenía razón pues, mi curiosidad por ese par de tetitas que brincaban disforzadas dentro de la deslenguada blusa, ya era tormentosa. Me senté sobre la cama, le alcancé su copa con "chilcano" y le dije: "bebamos un poco más".

Desde que nos vimos puso en duda mi estatura, mi edad e inclusive la veracidad de mi identidad. La duda es uno de los nombres de la inteligencia dijo alguna vez Borges. Y bueno, a mí me hubiese gustado responderle con la de Shakespeare "duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo"; pero si le decía esto ella hubiese pensado que estaba loco y hubiese acertado; y las certezas sobre mí me ponen nervioso. Y suficiente locura ya era el habernos citado a las nueve de la mañana de este sábado a bebernos una botella de pisco en la habitación de un hotel sin habernos visto, cara a cara, alguna vez. Nuestro conocimiento de uno del otro era a través de fotos y la palabra escrita que siempre tiende al embuste o enredo.

El descubrimiento de su desnudez me alentó a explorar cada centímetro de su piel con besos y lamiditas esporádicas. El letargo, que causó la ingesta de las tres cuartas partes de la botella de pisco, hizo tropezar mi empeño de no dejar dermis expuesta a mi impaciente lengua; o tal vez mi glotonería "cunnillingüística" hizo que descuidará la erogeneidad de otras zonas. Luego ella, también tambaleante, intentó devolver las caricias luchando contra la borrachera. Su diestra lengua recorría mis orejas, mi cuello y, sobre todo, mis tetillas con pericia y sabiduría instructiva. "¿Quieres que te la chupe?" me preguntó cándida, mientras yo ya era poseído por Belcebú y lo único que quería era penetrarla con vehemencia, con furia. Que me pida que la azote, que le destroce todos los huesos mientras la follo sin clemencia. Y no lo hice. Porque ella me inspira ternura y no brutalidad. Su delicado cuerpo te invita al placer sosegado; pero su boca febril me recordó que el sexo es mañosería pura, "Sí, chúpala" le dije mientras con mis manos la guiaba a los dominios del impaciente falo.

La habitación estaba azul. La noche nos había ganado y nuestra única luz era el televisor que pasaba música. Ítala dormía y yo la observaba fascinado. Estaba magnetizado con sus graciosos ronquidos; deslumbrado del sube y baja que eran sus tetas en su respiración agitada. Capturaba su aliento. Robaba su boca. Quería secuestrarla para tenerla conmigo hasta el nuevo amanecer. Pero ella despertó; y me preguntó la hora; y que ya es hora de irse; y que si quería podíamos vernos otra vez; y yo que digo sí, que quería volver a verla; y ella que se viste; y yo que la veo ponerse su calzoncito, su brasiere; y ella que se da cuenta que soy un mañoso; y me regala un beso; y yo que empiezo a extrañarla sin ausencia; y ella ve la soledad en mis ojos y me besa con tristeza; y yo que quiero tirar una vez más; y ella que no puede; y yo que me resigno y ella que se va.





Introducción


El siguiente post será escrito por este servidor e Itala (el nombre verdadero de la anónima blogger), en ese post ella tendrá la oportunidad de brindar su versión de los hechos acontecidos el sábado (día que esta rata salió de su guarida para ella). Mi parte ya está, sólo espero la de ella que se demora. ¡Vamos! animen a Itala a terminar su parte. La espera desespera.

Lejos de su guarida


He decidido salir de mi guarida. No, me han convencido con encantos de musa para salga de mi escondrijo. La cómoda posición anónima en donde podía despotricar y loar a las chicas de generosas carnes está a punto de terminar. Bueno, al menos para la paciente y hábil señorita que con embelesos ha convencido a su irritable servidor a mostrar fachada y desvergüenza en persona este mismo sábado en inapropiadas horas mañaneras (¡¡09 am!!).


Un pisco entonara la charla. Yo, seguro, intentaré seducirla. Ella, tal vez, se ría de mis inescrupulosos intentos. ¿Cómo una dama convence a una rata salir de su agujero? ¿O es que este roedor ya estaba cansado del submundo? ¿Ella de repente cree que soy un sapo que se convertirá en príncipe, o a lo mejor soy Shrek y convierto a la hermosa princesa en Fiona?


Nuestra "relación" es epistolar y pixelada. Yo espero que cambie a carnal y acaramelada. Y ustedes dirán "¿y a este huevón qué le pasó? No escribe unas semanas y ya olvidó a la gordita pecosa y ahora sugiere que está prendado y cautivado de una chica que ni siquiera quiere describir cómo es. No jodas Albertito, que te crea tu vieja". Les respondo mis atormentad@s y excitad@s lectores: así soy peee.