¿El Rey ha muerto?



Tengo un error de fábrica. O tal vez "alguien" me contagió esta enfermedad. No lo sé, pero esta inestabilidad emocional o, mejor dicho, arrechura descontrolada está haciendo estragos en mi reputación con las mujeres. Bueno, en realidad con algunas mujeres, las que me conocen.


Me ha costado escribir este post; y no por falta de tiempo sino por lo reveladora que podrá ser para alguien que quiero mucho y seguro, después de leerlo me odiará. Y ese odio se convertirá en dolor para mí, en nostalgia de los momentos vividos y perdidos. Y es que tengo esta "enfermedad" que no me la puedo quitar. Tengo este gen maldito que me descontrola e inconscientemente hace daño. No lo puedo evitar, lo tengo de nacimiento. Soy una mierda me dirás. Lo aceptaré sin agachar la cabeza. Y disculpa la cobardía del medio en que te digo esto, pero así también nos conocimos y así -tal vez- no quieras verme más.


Creo que ya adivinaste que te he sido infiel Ítala. Pero ¿He sido infiel o sólo es consecuencia natural de mi naturaleza? No es justificación decirte que había bebido alcohol; tampoco el decirte que ella practicamente se me aventó a los brazos y mucho menos que la distancia y el tiempo separados jugaron sus cartas. NO. He estado con otra porque siempre he luchado y siempre he caído vencido ante el ofrecimiento corporal femenino. Debilidad masculina.



Lo peor de todo es que no tuve la valentía de decírtelo hace cuatro meses. Y no te lo revelo ahora de valiente, si no porque ya es inevitable y seguir con esta mentira sólo dañará a tí y a ella también. Pues, no fue el reflejo de una noche, sino de varias noches. Y de días.



Yo no era tu "bebito", ni tu "gordito" o "mi flaquito". Yo era el "Rey" y tú eras mi "Reina". Ahora sé que el Rey ha muerto, pues la Reina no perdonará tamaña afrenta. El Rey tiene el gen del Alelo 334 y anda con otra. El Rey es un felón. Un traidor que merece la horca. No debe haber misericordia para él. La Reina lo echará de su reino, no lo querrá ni como amigo. El Rey está muerto.

La Cruda Verdad

Sólo diré que no tengo tiempo ni para que se me pare. Este post es de Ítala.


Por Ítala.

Estoy sentada en el sofá de mi casa descansando a la mañana luego de un sábado atareado. Cuando me puse a recordar lo vivido en la noche anterior, recordé las palabras de Alberto: “De castigo para mí, tienes q escribirlo con lujo de detalle… no he estado al 100%. Si lo escribo yo, me voy a dar de alma.”
Daban las 16:57 del sábado cuando recibí su sms. La primera parte decía: “De verdad quieres que nos veamos?, no tendré mucho tiempo…” Era un sms catapultador. Varias semanas sin verlo ni besarlo y estando en Lima no lo iba a poder ver? Mierda…
Luego de otros mensajes, al final deducimos que teníamos 2 horas y media para poder estar juntos. “Se pueden hacer muchas cosas”, escribió.
Acordamos que nos encontraríamos en 30 min luego del último sms en el lugar donde nos habíamos visto la última vez.
Con toda la calma del mundo me dirigí a aquel punto. Había bajado del carro y estando a sólo 10 mts del lugar elegido, Alberto me llamó para decirme que demoraría 10 minutos más. Fueron 12.
Cuando lo vi y lo besé, me preguntó por la hora. “Te has pasado por 2 minutos”, contesté. “Sí, eso que el taxista me trajo volando”, dijo mientras caminábamos al hostal.
El mismo Hostal, el que usamos la primera vez que nos conocimos y el que usamos la última vez que nos vimos –que fueron varias semanas atrás- y para coincidencia nuestra, era el mismo cuarto usado la última vez, aquel donde nuestros oídos pudieron disfrutar de un concierto de gemidos femeninos, pero eso ya es otro tema.
“No crees que estás muy abrigada?” …. Fue la frase con que comenzamos lo que habíamos ido a hacer.
Una de las cosas que me encanta de Alberto es poder besarlo como se me da la gana: piquitos, mordiditas, con lengua o sin ella. Y él ha mencionado un par de veces que nunca ha visto a un par que se besen tanto.
Los previos sólo habían consistido en eso, en besos. La mayoría hechos por mi parte, pues el señorito estaba mal de la mandíbula y no podía abrir bien la boca; por eso mismo no pudo hacer el cunilingus ni tampoco se prendió de mis pezones como lo suele hacer. Llegado al coito todo seguía bien; de todo este proceso que es la relación sexual, me encantó aquel abrazo que nos dimos durante la penetración, tan fuerte, uno tan pegado al otro. Creo que luego de unos minutos se vino.
Yo no soy de mirar cuánto tiempo dura el coito en sí (por eso el “creo” en mi anterior oración), sino de disfrutar lo que estoy sintiendo en ese momento. Pero para Alberto la perfomance había durado poco. Me eché a su costado y nos pusimos a conversar un rato. Luego vinieron las caricias para comenzar de nuevo, un fellatio por ahí, y de nuevo podía ponerme encima. No recuerdo mucho lo que pasó, tal vez fue su dolor en la mandíbula lo que nos desconcentró a ambos que cuando volteamos a mirar, el tercero en compañía había caído en batalla.
Fue en ese entonces que Alberto empezó a reprocharse a sí mismo, buscando entre sus reflexiones las razones, según él, de tan mal rendimiento. Luego de varias caricias logramos que el tercero izara asta nuevamente y nos acompañara en la batalla de besos, movimientos y demás, hasta que…
“Ese movimiento sólo lo hacen las expertas”, sentenció Alberto.
Ah? Qué? Cuál movimiento?, pregunté.
Yo soy de las mujeres que se acostumbraron a una posición cómoda en el sexo: misionero o de la del perrito. Con Alberto suelo estar arriba, aprendiendo. Fue por eso que cuando dijo que había hecho algo que sólo buenas conocedoras del sexo saben, me causó bastante desconcierto.
Sin embargo – y aquí viene la opinión y la crítica que Alberto quiere recibir- creo q fue sólo una excusa.
Una excusa porque luego de eso se volvía a venir. “¿ya te veniste?” pregunté, ahora sí, algo asombrada por la precocidad. Luego de eso pasamos al post-sexo, una conversación íntima de la cual sólo puedo rescatar el pedido que me hizo Alberto de contarles esto.
Ahora estoy en mi trabajo terminando de escribir este post y creyendo que Alberto, en su objetivo de ser castigado o criticado por su audiencia, no sólo logra eso… sino que me arrastra con él.
Hacer el amor o tener sexo es de a dos. Ambos teníamos semanas difíciles (quizás él más) y ambos buscamos aquel espacio de tiempo forzado para tener relaciones, su cuerpo no le dio el rendimiento esperado y quizás el mío no fue capaz de motivarlo. También podría pensar radicalmente esto: O es que ya no le excito…. O es que le excito demasiado. La primera parte de la frase va en el sentido de que perdió la erección en un momento dado y la 2da es porque recordé que la última vez que nos vimos se vino más tempranamente cuando imité ese concierto de gemidos.
“Alberto, cuándo crees tú, que has estado al 100% de tu capacidad conmigo?”, fue lo que le pregunté poco antes que nos vistiéramos. La respuesta fue un “Nunca”, pues el factor tiempo ha sido determinante y sólo aquella vez que tuvimos casi todo el día para nosotros, fue nuestra primera vez, en la cual dominaron un poco los nervios y afloraron torpezas nuestras a causa del alcohol.
Me pregunto si estaré en capacidad de responder a Alberto cuando esté en ese 100% que tanto él desea. Me pregunto si justamente yo influyo en ese impedimento de llegar a esa meta. Hace ya algún tiempo me contó de su récord de eyaculaciones en un solo encuentro. No sé si estará planeando llegar a ese punto. Yo no digo nada, yo no tengo récords que contar, ni récord alguno para cumplir.
Dicen que las parejas son las que te ayudan a cumplir las metas?... pues, si descubro que soy la causante de que no consiga su objetivo, debería hacer un paso al costado. Pero como soy muy mala descubriendo, me lo tiene que decir; o al menos, postearlo.
Por ahora, y espero que por un buen tiempo más, TQUC.

La Dieta de Ítala


"A mí me gustan las "flaquitas" y las "gorditas" -le dije, mientras ella abría los ojos asombrada y esperaba con más miedo que impaciencia a que acabe mi desatinada frase. Y yo, encaminado en la vorágine de la estupidez extendía los brazos e inflaba los cachetes y concluía- ... no me gustan las gordoootas". No recuerdo el contexto en que se lo dije. Lo que sí recuerdo es que ella, en ese instante, disfrutaba de un chocolate con galletas de vainilla y bebía Gatorade sabor a mandarinas.

Ítala está entre el limbo -¿o será el purgatorio?- de las "flaquitas" y las "gorditas". Según ella hace tiempo pasó la línea de las "gorditas". Ítala es fanática del chocolate y del "pan con cualquier cosa". Bebe gaseosas si no encuentra Gatorade; "el agua no me gusta" dice convencida. Odia las frutas y vegetales y muere por el pollo de KFC. Busca pretextos absurdos para no alimentarse bien. Pero creo que eso cambió aquella tarde, del último sábado, que solté mi prejuiciosa frase. Ítala está a dieta.

Yo seré su improvisado nutricionista. El "régimen" se inició: sólo le he prohibido dos cosas: el pan y el azucar -y eso quiere decir cualquier alimento que esté azucarado Ítala-. Mi monitoreo será a través del celular y del MSN. Ella no ha sido la única "cliente" que ha depositado su confianza en mi tercera profesión como nutricionista empírico. Dos primas y una ex enamorada han quedado satisfechas ante mis inesperados resultados. Bueno, nunca me he topado con casos extremos sólo bajar unos ocho kilitos de más y listo. Mis servicios son gratuitos, pero a Ítala le cobraré. Ya le he dicho que tendrá que pagar con su cuerpo. Con sexo.

Ítala está refunfuñando ante la exigencia dietética. Pero mujer ¿¡Quién bebe Gatorade con chocolate!? El Gatorade es ideal para la exigencia física y no se debe utilizar como un simple refresco. Ítala quiere bajar unos kilitos de más y ha permitido entrometerme. Hace -exactamente- un mes que disfruto de las curvas y precipicios de su cuerpo, y cuando ya empezaba a conocer de memoria todos sus caminos y atajos decide renovarme la ruta. Ítala, a mi me gustan los trayectos sinuosos y disfrutar del paisaje de tus montes y de la magnificencia de tu selva; y no de los desiertos donde el camino es recto y plano.
- ¿Dejarás de fumar?
- Eso ni pensarlo -le dije, mientras buscaba mi encendedor.


Una Hora en Bus


Me dolía el culo. Y es que viajar en bus desde la avenida México hasta la avenida Tomás Valle, en el cono norte de Lima, es un dolor de nalgas y de coxis.

Coincidimos en horarios y desocupaciones, así que Ítala me pidió que la recogiera en su trabajo; era un pretexto para besuquearnos por ahí y que me diera la tan ansiada sesión de fotos que hizo especialmente para mí. Había pasado una semana sin vernos y por instinto -aunque también mucho tiene que ver la excitación de los días ausentes- decidimos planificar nuestro tercer encuentro sexual. Ella que siempre cubre el largo trayecto -mencionado en el primer párrafo- de casa al trabajo y viceversa, dijo que en "Tomás Valle" hay una gran variedad de hoteles de donde podemos escoger desde precio a calidad. Así que decidimos ir en busca de la tan sustanciosa oferta "hostalera" de la cachonda avenida.

El poto me ardía a mitad del camino. Intentaba buscar una posición menos dolorosa y no la conseguía. Ítala iba muy cómoda, tal vez, acostumbrada por el trajín diario. A cuarenta minutos del trayecto me había arrepentido de no pagar los veinte soles ($6.67 dólares) que me hubiese costado el taxi hasta la condenada avenida. Para olvidar el jodido dolor decidí escuchar música y, a la vez, besuquearme con ella en el bus que iba repleto. "¡Ya llegamos, mira!"; no podía ser verdad tanta belleza, había hasta cinco hostales por calle, con una oferta de precios increíble: 10 soles ($3.00) habitación simple; 15 ($ 4.50) soles con baño y televisor; 25 soles ($ 8.00) con agua caliente y 30 soles ($ 10.00) ¡con jacuzzi! "Eso es mentira Alberto, con jacuzzi cuesta más" afirmó Ítala, para inmediatamente avergonzarse ante la revelación de su confidencia. La miré y no le dije el obvio "tú cómo sabes", sino la observé ruborizarse e intentar, con balbuceos, explicar su "sabiduría" hotelera. No pude contener la risa, ella que se aliviaba y confesaba turbada su experiencia pasada. La tranquilicé divertido y bajamos del bus.

Eran las nueve y treinta de la noche; buscábamos un lugar donde comer algo y ella poder sacar su laptop, sin preocupaciones, para yo poder descargar las fotos que alojaba. No encontramos o no quisimos encontrar, pues el espectáculo de alojamientos había causado una erección imprevista que me impedía caminar con decencia. Casi sin darnos cuenta terminamos, en una habitación de 15 soles, desnudos y apurados porque ya era tarde y a la medianoche nos convertimos en ogros y todavía no estamos preparados para eso. El culo me seguía doliendo.

Intuición Vaginal



Adivina quien soy...
aun sigo esperando
que vengas a recogerme.
(número deconocido)

Aún no contesto a este mensaje de texto. Sé quien es. Es la, ahora, señora Mónica que se encuentra ¿felizmente? casada con César, odioso perrito faldero, de jodida recordación en este espacio; y eso de "recogerme" se refiere a que hace más de diez meses prometí pasar por ella antes de su boda. Ya se imaginan para qué.

Un día antes, de recibir el mensaje de texto, Gabriela me llamó para reunirnos a conversar. "Acaso no somos amigos" dijo para convencerme. Prometí -otra vez- que pasaría por ella este sábado al mediodía. No sé si estará molesta por el desplante, pues, hasta ahora no sé más de ella.

Ese mismo sábado mientras bebía unas cervezas con Pedrito recibía el que sería el último mensaje -del día- de Ítala: "bs noxes cielito! Q suenhes con ls angelitos y... conmigo XD bsitos". Mientras yo escribía la respuesta, Pedrito ensayaba frases burlonas para mí: "chupa cielito y deja de escribir huevadas" gritaba. "¿Reina? putamadre huevón, dos semanas y ya le diste título nobiliario" concluyó riéndose, mientras Bondy y Álvarez lo acompañaban con socarronería.

Alvarez: Así que, desde que estás saliendo con la tal Ítala estás dos huevonas han intentado contactarte.
Yo: Sí, pues -dije bebiendo un gran sorbo de cerveza-.
Bundy: Parece que las mujeres tuvieran un radar en la concha, que cuando sienten perder su pichula se activa.
Álvarez: Así parece ¿no?
Pedrito: Lo que pasa en realidad es que mi querido Albertito es un huevón ¿por qué? pues, porque se hace bolas con huevadas cuando la solución es que se tire a las tres y asunto resuelto.
Bundy: Claro Alberto, tírate a las tres. ¡tamare que rico! ¡tres conchitas distintas para mí solito!
Pedrito: Ya huevón no alucines que ahorita te mojas y el baño no tiene puerta... ¡tranquilo pajero de mierda!.
Álvarez: Yo creo que es intuición vaginal.
Pedrito: ¡Este cojudo ya está borracho!
Bundy: O tal vez el Universo conspira para que Albertito e Ítala no sigan juntos.
Pedrito: ¡Eso es pajero! "El Universo conspira" para que el huevón de Albertito se tire a tres hembras. ¡Eso es Coelho!
Yo: Carajo yo seré un huevón, pero no soy un retardado mental que cita a Coelho como si fuera qué. ¡Imbécil!

Sábado Para Dos



LA VERSIÓN DE ÍTALA

Ya ni recuerdo cómo comenzamos. Creo que le había escrito dándole un consejo y me respondió con coqueteos, con retos y yo acepté seguirlos. Llegamos a un punto que teníamos sí o sí que encontrarnos para saber si era cierto la idea que habíamos creado el uno del otro.

Alberto no paró días antes sino hasta conseguir que le prometiera que lo besaría apenas lo viera. A decir verdad, el primer beso ayudó a ambos a soltarnos. Yo llegué tarde, pero afortunadamente me esperó. Cuando nos encontramos, se puso a medio metro mío y me dijo: “primero, lo que me prometiste” entonces nos besamos… bueno fue un piquito. Luego comenzamos a conversar mientras nos dirigíamos a un supermercado a comprar el pisco y algunas otras cosas. Cuando estábamos en el super, me decía… “en serio tienes 26? Pareces de 19... o no me digas que tienes 17”

Nuestra sala de reunión, no fue la más acogedora a la que haya entrado y me pidió disculpas por ello. No le tomé tanta importancia y decidí que la competencia tenía que ganarla yo (la competencia de quién preparaba mejor el trago). Alberto caminaba, cual león impaciente y admitía que se debía a sus nervios. En mi caso, mis nervios me hacían quedar callada…. Incómodo silencio…. Tomamos una y dos rondas de trago, seguimos conversando hasta el momento que me pidió permiso para fumar. Ahí le dije que si quería fumar primero debía darme los besos tan prometidos durante semanas. Aquel hombre que me besaba, me empezaba a gustar mucho.

He llegado a pensar en varios momentos durante nuestra velada que yo era la más impaciente, la que más quería, pero él no, quería saber más de mí y me preguntaba más cosas. ¿Cuándo hubo ese momento de quiebre? Casi no lo recuerdo, pero fue lento y de a pocos. No sé si deba responder con lujo de detalle lo que quiere Nina, pero admito que ningún hombre me ha tratado como él lo ha hecho.

No obstante, el alcohol nos sacó factura y algunos aspectos en los que nosotros nos jactábamos de masters, no pudimos comprobarlo pues ya no estábamos 100% concentrados. Luego se hizo de noche y yo tenía que irme. Cuando estuve en mi casa, tanto a él como a mí nos dolía la cabeza (May con el Queirolo!) Ambos queríamos estar junto al otro… mierda… ya no hay día que no pueda dejar de pensarlo.

No sé que venga mañana, pero desde el sábado yo me siento muy bien!



LA VERSIÓN DE ALBERTO

...eras sólo una chica más
después de cinco minutos
ya eras alguien especial
sin hablarme, sin tocarme
algo dentro se encendió
en tus ojos se hacía tarde
y me olvidaba del reloj.

"Entra en mi vida"



Nuestros labios quemaban de tanto besarnos y nuestras ropas aún conservaban sus puestos. Este juego de lenguas y mordiditas era adictivo. Cinco horas de recorrernos a besos y su blusa me hacía muecas de burla "que huevón eres que no me arrancas" alucinaba que me decía. Y tenía razón pues, mi curiosidad por ese par de tetitas que brincaban disforzadas dentro de la deslenguada blusa, ya era tormentosa. Me senté sobre la cama, le alcancé su copa con "chilcano" y le dije: "bebamos un poco más".

Desde que nos vimos puso en duda mi estatura, mi edad e inclusive la veracidad de mi identidad. La duda es uno de los nombres de la inteligencia dijo alguna vez Borges. Y bueno, a mí me hubiese gustado responderle con la de Shakespeare "duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no dudes jamás de que te amo"; pero si le decía esto ella hubiese pensado que estaba loco y hubiese acertado; y las certezas sobre mí me ponen nervioso. Y suficiente locura ya era el habernos citado a las nueve de la mañana de este sábado a bebernos una botella de pisco en la habitación de un hotel sin habernos visto, cara a cara, alguna vez. Nuestro conocimiento de uno del otro era a través de fotos y la palabra escrita que siempre tiende al embuste o enredo.

El descubrimiento de su desnudez me alentó a explorar cada centímetro de su piel con besos y lamiditas esporádicas. El letargo, que causó la ingesta de las tres cuartas partes de la botella de pisco, hizo tropezar mi empeño de no dejar dermis expuesta a mi impaciente lengua; o tal vez mi glotonería "cunnillingüística" hizo que descuidará la erogeneidad de otras zonas. Luego ella, también tambaleante, intentó devolver las caricias luchando contra la borrachera. Su diestra lengua recorría mis orejas, mi cuello y, sobre todo, mis tetillas con pericia y sabiduría instructiva. "¿Quieres que te la chupe?" me preguntó cándida, mientras yo ya era poseído por Belcebú y lo único que quería era penetrarla con vehemencia, con furia. Que me pida que la azote, que le destroce todos los huesos mientras la follo sin clemencia. Y no lo hice. Porque ella me inspira ternura y no brutalidad. Su delicado cuerpo te invita al placer sosegado; pero su boca febril me recordó que el sexo es mañosería pura, "Sí, chúpala" le dije mientras con mis manos la guiaba a los dominios del impaciente falo.

La habitación estaba azul. La noche nos había ganado y nuestra única luz era el televisor que pasaba música. Ítala dormía y yo la observaba fascinado. Estaba magnetizado con sus graciosos ronquidos; deslumbrado del sube y baja que eran sus tetas en su respiración agitada. Capturaba su aliento. Robaba su boca. Quería secuestrarla para tenerla conmigo hasta el nuevo amanecer. Pero ella despertó; y me preguntó la hora; y que ya es hora de irse; y que si quería podíamos vernos otra vez; y yo que digo sí, que quería volver a verla; y ella que se viste; y yo que la veo ponerse su calzoncito, su brasiere; y ella que se da cuenta que soy un mañoso; y me regala un beso; y yo que empiezo a extrañarla sin ausencia; y ella ve la soledad en mis ojos y me besa con tristeza; y yo que quiero tirar una vez más; y ella que no puede; y yo que me resigno y ella que se va.





Introducción


El siguiente post será escrito por este servidor e Itala (el nombre verdadero de la anónima blogger), en ese post ella tendrá la oportunidad de brindar su versión de los hechos acontecidos el sábado (día que esta rata salió de su guarida para ella). Mi parte ya está, sólo espero la de ella que se demora. ¡Vamos! animen a Itala a terminar su parte. La espera desespera.

Lejos de su guarida


He decidido salir de mi guarida. No, me han convencido con encantos de musa para salga de mi escondrijo. La cómoda posición anónima en donde podía despotricar y loar a las chicas de generosas carnes está a punto de terminar. Bueno, al menos para la paciente y hábil señorita que con embelesos ha convencido a su irritable servidor a mostrar fachada y desvergüenza en persona este mismo sábado en inapropiadas horas mañaneras (¡¡09 am!!).


Un pisco entonara la charla. Yo, seguro, intentaré seducirla. Ella, tal vez, se ría de mis inescrupulosos intentos. ¿Cómo una dama convence a una rata salir de su agujero? ¿O es que este roedor ya estaba cansado del submundo? ¿Ella de repente cree que soy un sapo que se convertirá en príncipe, o a lo mejor soy Shrek y convierto a la hermosa princesa en Fiona?


Nuestra "relación" es epistolar y pixelada. Yo espero que cambie a carnal y acaramelada. Y ustedes dirán "¿y a este huevón qué le pasó? No escribe unas semanas y ya olvidó a la gordita pecosa y ahora sugiere que está prendado y cautivado de una chica que ni siquiera quiere describir cómo es. No jodas Albertito, que te crea tu vieja". Les respondo mis atormentad@s y excitad@s lectores: así soy peee.


Mamá y Papá


Mamá


- Mamá ¿Puedes hacerme un préstamo?
- ¿Para qué Albertito?
- Bueno, vieja tú sabes que a mí no me gustan las tarjetas de crédito y, mucho menos, los préstamos bancarios. Prefiero deberte a ti, que me cobrarías sin intereses.
- Pero Albertito tú trabajas y tienes ahorros.
- Sí, tienes razón, pero ese dinero no lo puedo tocar. Tú sabes, vieja.
- Lo sé, Albertito. Pero aún no me has dicho para qué quieres el dinero.
- Para comprar un auto nuevo, vieja. Es que, por la venta de mi antiguo auto me dieron un sencillo.
- ¿Y por qué no le pides a tu papá?
- Ya lo hice, y me mandó que te pidiera a ti. Dijo que a ti te gusta hacer “obra benéfica” y ayudar a los desvalidos con el dinero de tu herencia.
- ¡Ay, hijo! Tu padre va a terminar en el infierno por hablar así. Sólo porque doné un poquitín de dinero a la santa Iglesia me dijo que despilfarraba el dinero en esos comechados de sotana y que mejor hubiésemos dado un viajecito a Buenos Aires por unos días.
- … y tiene razón vieja.
- ¡Ay, Albertito tú también! Te vas a condenar hijito no blasfemes así. Ahorita mismo te me vas a confesar, no quiero un hijo pecador en mi casa.
- Pero viejita, tú sabes muy bien que desde los quince años dejé de ser católico…
- ¡Albertito cállate! No sigas con esas ideas locas de adolescente. ¡Ay Dios mio! En qué momento el demonio de tu padre te dejaba leer esos libros sacrílegos. ¡Ay! Tú eras un lampiñito y ese hereje cómo te dejaba leer los libros de ese pagano de “Niche”
- ¡Nietzsche! Mamá.
- Ese mismo, que ahora debe estar en el infierno quemándose eternamente. Por eso hijito yo rezo todos los días por ustedes para que se arrepientan de sus ideas pecadoras y le pidan perdón a Dios por sus pecados. Mira a tus hermanas y a tu hermano hijo, todos están bien encaminados por la senda del señor. Pero tú hijito, ¡ay, Albertito! Tú me saliste un poco chueco, mi amor. Igual a tu abuelo que no creía en nada. ¡Dios lo proteja esté donde esté!
-Bueno vieja ¿me vas a prestar el dinero sí o no?
- No, hijito. Ese dinero no puede ser utilizado en vanidades terrenales y menos en un automóvil que es un instrumento tan peligroso en manos de un ateo como tú, hijito.
- Yo no soy ateo, vieja. Soy agnóstico.
- Es lo mismo Albertito. Es lo mismo.

Papá


- Viejo ya que tú me prestabas los libros del abuelo, creo que serás tú quien me haga el préstamo.
- Tu madre ya le hecho la culpa al abuelo por ser como eres.
- así es.
- No te he dicho que no hables de religión con tu madre cuando quieres algo.
- Si yo no hable nada, fue ella.
- Sí pues, así es tú mamá. En toda conversación siempre mete al “señor”.
- … y bueno, pues… ¿Cómo es?...
- No jodas hijo, tú ya estás viejo para propinas.
- No te pido propinas papá. Te estoy pidiendo un préstamo.
- Igual es Alberto. Les hago el préstamo, me pagan las cinco primeras cuotas y después se hacen a los cojudos con las últimas cinco.
- Pero viejo, yo nunca te he pedido prestado.
- Lo sé, pero me guío por tus hermanos, que según tu madre, son unos santos y me han “cabeceado” con mi dinero. Imagínate tú, que no tienes “el peso de la culpa religiosa” encima ¡carajo! Me pagas dos cuotas y te haces al loco.
- No seas prejuicioso viejo
- No es prejuicio hijo, sino que, ya no quiero que mis hijos me agarren de cojudo y…
- Yo nunca lo haría, viejo.
- Claro Alberto, porque llegaste tarde y ya me dí cuenta. Además, ya no hago negocios con la familia. Vamos hijo, aún puedes convencer a tu madre para que te haga el préstamo.
- No lo hará viejo. Ya me dijo que triquiñuelas de hijo no me servirán hasta que me confiese, pruebe la ostia y me dé golpes de pecho este domingo en la iglesia.
- Jajaja. Tu vieja, quién la cambia… Así que te quiere convertir en religioso.
- Sí pues.
- Qué pendejada. ¿Y vas a aceptar?
- No lo creo viejo. Tal vez actúe un mes pero la vieja no es tonta y se dará cuenta que no es sincera la conversión y devolverá el auto.
- Entonces seguirás en colectivos y taxis.
- Creo que sí.
- Yo no subo a un microbus desde hace cuarenta años, desde el día que una gorda me pisó el pie y me dejó cojeando una semana. Ahí escarmenté.
- Gajes de los pobres viejo.

Trato de pareja


Me lo dijo de la forma más fría e inmutable; como quien le dice a uno la hora. Y yo hice mi mayor esfuerzo por recibir la noticia, como quien escucha que: “son las tres de la tarde”. Creo que barajé bien la incómoda situación. Pero de que dolió, dolió. Más por lo inesperado que por alguna desilusión. O al menos así me estoy consolando. Consuelo vano cuando recuerdo las pecas que se me han escapado de las manos.

“No creo que a Adrián le guste que vaya contigo a una fiesta” me dijo sin advertirme quién mierda era Adrián. Sin perturbarse me explicó que, Adrián, era el chico con el que salía y fue su enamorado hace poco menos de un mes; que le ha pedido para “volver” y que ella ha aceptado, pues es un buen chico y la quiere. Con las misma indiferencia con la que me explicó le respondí que nosotros sólo somos amigos, muy buenos amigos, que disfrutan saliendo juntos o en grupo y que él pierda cuidado pues no es mi intención enamorarte o algo parecido porque como amigos nos llevamos mejor y que la quería casi como a una hermana, así que no veía cuál es el problema de salir juntos a una fiesta, le terminé mintiendo.

Nadie fue a fiesta alguna. Me quedé en casa pensando en lo difícil que se me hace cada día tener un poco de sexo decente. También pensaba en que, a pesar de estar torturándome en mi habitación con canciones de Franco de Vita y José José, sólo pienso en todo el sexo gratuito que me he perdido al lado de Gabriela y en lo costoso que debe ser solicitar los servicios de una prostituta que me brinde el servicio “trato de pareja”.

He intentado desatenderme del asunto, pero no puedo. A veces siento que sus pecas revolotean a mi alrededor. Necesito otro clavo y un martillazo muy fuerte. Se me ha cruzado la idea de buscar a Diana, mi ex esposa, pero ese sexo sería muy problemático y enrevesado. He pensado en Mónica, mi eterna amante, pero ahora está casada. He llamado a Pedrito para que me presente a una de sus amiguitas, pero dice que está ocupado con Patricia. He revisado mi agenda en busca de algún nombre olvidado y no he animado pues, tal vez, ellas me han olvidado. También he pensado en ustedes, chicas que me leen, en que tal vez haya alguna gordita o flaquita que se apiade de este pobre diablo que sólo busca sexo sin compromiso, pero con mucho cariño.

De Espejos y Tetas



“Con las gordas lo mejor es evitar los espejos” sentenció Pedrito, antes de beberse sin parar su cerveza. Y es verdad, a una gorda le incomoda verse desnuda en un espejo y peor aún si está acompañada. En el poco tiempo que estaba de enamorado de Gabriela, ella evitó ir a hoteles –para variar la monotonía de su departamento- aduciendo que detrás de esos enormes espejos podía haber algún filmador pirata de videos caseros pornográficos. Pero sacando cuentas he comprobado que los únicos espejos que posee son los que tiene en baño sobre el lavadero; el que está dentro de su closet y uno pequeño que lleva en la cartera. ¿Coincidencia? Veamos, cuando mi ex esposa Diana engordó después del embarazo desterró los muchos espejos de su propiedad y solo conservó uno grande que estaba en el baño y en el que ella sola podía observarse y criticarse. Ahora que ha retomado su figura los espejos han regresado por toda la casa. Yo creo, al contrario, que cuando uno está con sobrepeso los espejos deberían abundar para recordarte siempre que estás gorda y que debes hacer dieta y ejercicios pronto. Los espejos deben ser el aliciente motivador.

Pero, ¿por qué Pedrito dijo que los espejos deben evitarse con las gordas? ¿Acaso alguna chanchita le hizo retirar uno? ¿Tal vez Patricia –su enamorada- está engordando? ¿O es uno de esos huevones que cuando está borracho habla cualquier estupidez para animar la conversación? “Nooo, hueverto –me dijo sin indignarse-. Lo que pasa, es que la otra noche me levanté a una gordita que me hacía ojitos en una fiestucha –lo miré con ojos escépticos-. No me mires así huevón. Te digo la verdad. La vaina fue que… era la única huevona que me empelotó toda la noche. Y tú sabes que yo soy buen pobre –hizo una pausa, pidió otra cerveza y mientras se acomodaba en su asiento, todo canchero, encendió un cigarrillo. Me miró e hizo su clásica sonrisa de costado; intentaba irritarme con una larga pausa en su historia. Me calmé y también encendí un cigarrillo. Llegó su cerveza y bebió un sorbo. No aguanté: “Ya mierda, continúa”.- Está bien, chismosa –me dijo riéndose-. Bueno, pues, a la gordita le picaba su cosita y yo como buen samaritano le calmé la picazón en un hotelito cercano. En el cuarto había un espejote inmenso al nivel de la cama; entonces la gordita quería apagar la luz. Ni cagando me dije, tú sabes Albertito que a mí me gusta tirar con las luces prendidas. Si no, cómo pues; mejor me corro un pajazo. Estuve luchando con la huevona por la luz un buen rato. El pájaro lo tenía muerto, huevón. Hasta que la convencí a punta de manoseo: le agarraba las tetas, la besaba a lengüetazos, le sobaba la conchita ¡putamadre! La cojuda se olvidó de la luz, huevón. Todo iba bien hasta que la agarré con la pose de perrito -¿por qué? ¿qué pasó? Le pregunté intrigado- Es que en esa posición se me ocurrió ver mi “performance” en el espejo y… y le ví todos los rollos descolgándose, huevón; putamadre parecía que tenía cuatro tetas. ¡Me cagó al “muchacho”! Lo sentí desvanecerse. Por un momento pensé en apagar la luz, pero me dije ¡ni cagando! Entonces cambié de pose. Me eché de espaldas al espejo y la hice que se subiera sobre mí. ¡huevón! La gorda se movía como puta; ¡me sacó conejos!¡Carajo, lo hicimos como cuatro veces! Hace tiempo que no tiraba cuatro veces. Me dejó la pinga adolorida, huevón. Pero eso sí Albertito, al espejo ni lo miré”.

A Pedrito hay que creerle poco; como todo hombre siempre sobredimensiona sus hazañas sexuales. Ve mucha pornografía y ahora, desde que leyó un artículo en la revista DedoMedio sobre la actriz porno Sasha Grey, se ha convertido en su fan. A veces tanta película sicalíptica lo lleva a conclusiones eruditas como afirmar: que una tetona nunca debe ser gorda pues, se le vería más gorda -¡plop! Obvio ¿no?- o que ha visto muy pocas gordas sin tetas –bueno, yo tampoco he visto-. Ahora una conclusión compartida es la que decimos en que las tetas son más importantes que el culo. ¿Por qué? Pues porque las tetas es lo primero que ves, para ver un culo tienes que voltear y muchas veces hacer esto es mal visto ¿otra? Una chica sin culo en la pose perruna, siempre, se transforma en una culona y caderona -¿lo han notado?- por eso no es muy importante buscar una culona -excepto para pasearla por la calle- y sí una tetona. Y la última, y tal vez, la principal cualidad de las tetas es que nunca apestan.

Pelea de Amigos


- ¿Y ahora qué pasa?- le pregunté con más molestia que con desconcierto.
-Tú sabes Alberto- me respondió dejándome aún con más dudas.

Ella se había puesto el clásico vestidito negro que siempre saca de apuros a las chicas que quieren verse más delgadas. Se veía fabulosa y, a la vez, bastante putita. Sus pecas relampagueaban por su desinhibido escote. Sus ojos eran tornasoles que inspiraban a un beso con los ojos abiertos. Y su cabello era un cometa que te embrujaba con su fragancia. Gabriela iba a matar; pero a matar a otros incautos porque yo, ya estoy muerto.

Fuimos en grupo al matrimonio de un amigo de ella. Llevé a Pedrito con su "marcación", así que no hay mucho que contar de él. Al inicio, como todas las bodas, fue aburrida y protocolar: ceremonia, brindis, el vals y la cena. Dos horas después con más tragos encima la gente se animaba a bailar y a beber con más vehemencia. Nos unimos a un grupo de universitarios -amigos de Gabriela- bastante divertido en el que la única pareja formal eran Pedrito y Patricia. Como es mi costumbre me dediqué a beber y a gastar algunas bromas. No bailaba, a diferencia de Gabriela que se la pasó en la pista de baile. Pero en algún momento tenía que bailar y, como siempre, accedí ante la "presión social" y el ánimo festivo de Johanna una chatita bastante alegrona que se reía ante cualquier estímulo de estupidez. Luego con Ginna una flaquita bastante "digna" en su estilo de baile. Otra vez Johanna para continuar con Meche que me robo varios sonrojos con su impudicia en la danza salsera. Y otra vez Johanna con la que me divertí mucho en las doce o quince veces que bailamos. No pude bailar con Gabriela pues sus amigos me atrasaban cuando me animaba a bailar con ella o Johanna se adelantaba y me jalaba del brazo con una sonrisa socarrona.

- ¿Gabriela es tu enamorada?- me preguntó, Johanna, con cierta ironía mientras bailábamos.
- No, no lo es ¿por qué... te parece?
- No lo sé. Pero creo que está molesta conmigo por tu culpa.

Durante toda la fiesta Gabriela coqueteó con todos y a mí me dirigía miradas indiferentes. Nos comportamos como amigos, pero amigos que no se llevan bien. Estaba harto. Todavía lo estoy. Me jode que Gabriela no sepa lo que quiere; que se moleste sin explicar el por qué. Que crea que debo entenderla, cuando no la entiendo. Que adivine lo que necesite sin preguntárselo. Yo necesito más que señales o adivinanzas, y ya me hinché las pelotas porque por más tetas y pecas luminosas que tenga no estoy dispuesto a soportar más despropósitos infantiles. Por eso...


- ¿Y ahora qué pasa?- le pregunté con más molestia que con desconcierto.
-Tú sabes Alberto- me respondió dejándome aún con más dudas.

- No jodas Gabriela, otra vez con tus tonterías. Dime qué tienes o...
- ¡No me hables así!- gritó furiosa mientras sus pecas saltaban como burbujitas gaseosas. La miré a los ojos con el ceño fruncido. No sabía qué decirle. Habíamos quedado en que dormiría en su mueble. Noté que algunas cuculíes cantaban dando la bienvenida a el alba. Me levanté del mueble de su departamento y lucía aún furiosa como esperando que yo intuyera lo que ella me pedía con la mirada. Abrí la puerta.
- ¿adónde vas?
- A mi casa- le respondí calmado. Sin rencor.
- Al menos discúlpate antes de irte ¿no?
- Vete a la mierda- le respondí calmado, a la vez que cerraba la puerta y me largaba sin saber de qué tenía que disculparme.

El Post de Pedrito (Sin Censura)


Tanta insistencia jode, así que decidí acceder al pedido de Alberto a escribir en su cojudo blog. Y accedí con la condición que no censure ni una sola palabra que escriba. Yo no soy un escritor, soy ingeniero y dicen que los ingenieros no sabemos escribir solo sabemos de matemáticas. Así que como Alberto estudió letras, aparte de ingeniería, sólo le permití corregirme los acentos y las comas. Palabras no. Sólo esa aclaración.

Soy Pedro Gómez y me siento perder el tiempo escribiendo esto, para que cuatro o cinco huevones incluyendo tetonas lean esta huevada. No sé que mierda contarles. Empezaré a decirles que desde muy pequeño, no recuerdo la edad, pero era muy pequeño ya era un pinga loca. Mi prima fue una de las primeras en sentir mis prodigiosos diez centímetros que ya me manejaba. No tirábamos, sólo eran sobaditas muy arrechantes que terminaban sacándome agüita de coco. Ahora ella ya está casada, y sé que lo recuerda perfectamente, pero nunca tocamos el tema. Pero me gustaría probar ese culito otra vez. Claro que ella no fue la única primita que pasó por mis manos. Hubo una que me acusó de pervertido, pero como ella era mi mayor, yo lo negué todo y me creyeron. Mas cojudos mis tíos. Les cuento estás cosas, porque el huevonazo de Alberto ya ha cagado mi reputación en este blog, así que una raya más al tigre qué daño me puede hacer. (¡¡¡ huevón deja de escribir mis vainas!!!) Además nunca me van a conocer.

Hay muy pocas cosas de las que me arrepiento. He probado drogas, casi todas, y hay que probarlas para saber de que mierda hablas cuando después criticas a los huevonazos que ahora son unos estúpidos drogadictos. Hay que ser bien cojudo para caer en drogas, cuando se puede probar todas sin malograrte. En toda mi vida me habré cachado a unos 67 hembritas; y eso que estoy siendo prudente, para que no digan que “ay, que cacherito el Pedrito”. No carajo, esa es la verdad. Bueno, de esta verdad sale una de las cosas que más me arrepiento en vida; fue la vez que tenía 22 añitos y Bertha mi enamorada de entonces quedó embarazada. La huevona era una bestia sacando cuentas y calculó mal los días después de su regla y, yo gil, que confío en sus cuentas y me vengo dentro de ella. Ambos decidimos abortar. Puta madre, comprendan carajo yo aún estaba estudiando y la cojuda también. Cómo mierda íbamos a tener un hijo. Si yo era un misio. Puta, no hablemos de esto que se me salen las lágrimas.

Nunca he sido fiel, y creo que nunca lo seré. Es que, me gustan todas las mujeres. Me alocan. Me gusta chuparles el potito –sobre todo el asterisco-, las tetitas, su conchita, lamerles los pelitos hasta del sobaco. ¡Que rico, carajo! Cuando una mujer me gusta mucho, tanto que con solo verla se me para el cabezón, soy capaz de comerme hasta su caca y tomarme su pichi. Si fuésemos caníbales yo pediría “parte culo, por favor”. Con el clítoris como cereza. Alucinen, que una vez estuve tirando con una perra que acababa de tener su chibolo, puta mare, y cuando le chupaba las tetas salía lechecita y me la tomaba toditita. Como bebito. La leche materna es rica, no piensen huevadas. Además que te rejuvenece la piel. Hagan la prueba para que vean. Yo me trompeaba con el “critter” para tomar teta. A veces, el enano de mierda, jodía tanto que teníamos que chupar cada uno su teta. Yo siempre me agarraba la más gordita.

Y bueno, ya que tocamos el tema de las gorditas es bueno que hable al respecto. Como ya les dije yo agarro cualquier tipo de hembrita. Si la huevona es muy fea o demasiado gorda, no importa, nos metemos una borrachera con ron antes de tirar para que, carajo, nos veamos más bonitos, pues. Pero claro que todos tenemos nuestros límites ¿no? Pero uno nunca sabe. Yo no digo: no lo haré. Pues, mírenme escribiendo como huevón para el blog del Albertito, que será mi pata del alma, pero que no joda, pues, con sus mariconadas de escribir para un blog. ¿Quién chucha escribe en blogs? Hembritas, pues. Ya le he dicho que no pierda su tiempo escribiendo huevadas que le pasan (y menos mis huevadas), y que carajo, se desahueve de una buena vez y escriba la novela o el libro de cuentos que tanto posterga el muy cojudo; o que trabaje mejor sino el socio de su viejo lo va a despedir de la puta compañía. ¿Qué mierda ganas escribiendo en este cojudo blog? Ni mierda, huevón. Sólo que unos cuantos pajeros y pajeras te escriban comentarios huevones y tú, más huevón todavía, les respondas. ¡No jodas, pues Albertito! Y mejor dejo de escribir huevadas y vamos a chuparnos unas chelas que tengo sed, carajo. NO ME CENSURES HUEVON. Adiós.

PEDRO GÓMEZ C.

¿Madurez?


Gabriela y yo continuamos con nuestra pactada amistad. Nada de besos y, mucho menos, sexo. Sólo salimos por ahí como buenos compañeros. Ya llevamos algunos meses así desde que nos reencontramos y reconciliamos. Durante ese tiempo yo he tratado de romper nuestro pacto fallando en el intento. Le he repetido sin subterfugios, varias veces, que me es difícil mantener una amistad con ella, pues como ya he probado “el material” me siento –inconscientemente- con derecho a seguir probándolo. Ella me ha respondido que soy un infantil. Y creo que tiene razón. Pero, no soy un infante dulcero, soy un niño al que le gusta la fruta: adoro ese par de melones pecosos.

Las últimas dos semanas no me le he insinuado a Gabriela, y no por que ya no me interese o no la desee, sino porque he tenido alguna suerte con algunas chicas (jugadoras les dicen por acá). Ante mi indiferencia acosadora Gabriela ha dicho que me encuentro raro o estoy disgustado por algo, y nunca se le ha ocurrido sospechar una posible madurez prematura. Sus dudas las he disipado con meloserías que pocos amigos se permitirían: apachurramientos en las que he podido sentir sus tetas a punto de explotar; besos por toda la cara –excepto en la boca, ¡vaya tontería!- y demás cursilerías que se te puedan ocurrir, en el momento, con tal de calmar a una mujer intrigada.

Ayer mientras regresábamos de una reunión de amigos Gabriela lucía verdaderamente molesta; no me dirigía la palabra y su ceño fruncido la delataban. Cuando bajamos del taxi no accedió a que la ayudara a bajar. Pagué el taxi y la increpé por su actitud. Ella no pudo aguantarse más y me soltó furiosa que yo le había faltado el respeto, pues yo habiendo llegado con ella a esa reunión no podía haber estado coqueteando descaradamente con la pelirroja flacuchenta que no dejaba de sacudirme las migajas del saco y hablarme al oidito y reírse de cada huevada que decía y que por más amigos que seamos eso se ve mal. No me defendí, pues es lo peor que se puede hacer ante la ferocidad femenina que aduce tener la razón. Le pedí disculpas si mi comportamiento la ofendió, pues, en realidad, soy un burro y una bestia con las mujeres. Cunado noté su satisfacción ante el mea culpa me le acerqué y la besé unos segundos, sin resistencia. Luego me despedí, sin respuesta, y marché con rumbo a casa. Hoy, por la mañana, Gabriela me llama al celular y me dice: “¿Seguimos siendo amigos?” me tomo unos segundos y le respondo -bien maduro yo- “Por supuesto”. Nomás, de tanta madurez, no me vaya a pudrir.

Mientras dormías, mentía.


Los hombres fingimos amor para obtener placer y
las mujeres fingen placer para obtener amor.



Me desperté alarmado por la presencia de aquel cuerpo desconocido y desnudo en mi cama, pero "mi cama" en la casa de mis padres. Me tomó algunos segundos recordar que los había enviado de viaje de vacaciones al Cuzco, y que me encontraba solo en casa. Bueno, tan solo no estaba, me acompañaba la borracha que yacía despreocupada en mi habitación; luego comprobé que Pedrito dormía alcoholizado sobre los muebles de la sala y que lo acompañaba la morena escandalosa de la noche anterior. Su nombre es Amarilis y cuando llegó se le notaba que ya había estado bebiendo. Llegó sola con un jean azul ajustadísimo, botas rojas de cuero y una blusa, también roja, que daba frío observarla. Se reía de todo y lo hacía con un entusiasmo exagerado que ante el torbellino de las carcajadas, la blusa se le desacomodaba y nos regalaba un pezón. Ahora, mientras retozaba sobre Pedrito, una de sus tetas me apuntaba acusadora. Fue Amarilis que en una llamada improvisada llamó a Sonia, prima de ella, para que sea mi "acompañante", ya que, su amiga la que inicialmente iba a acompañarme la plantó.


Pedrito fue el motivador para organizar la fiesta. Invitó sólo a los hombres de la oficina y algunos compañeros de la universidad, descartó a todas las mujeres. La única condición que impuso para que alguna chica asistiera es que: esta sea una borracha consuetudinaria; que sea "material disponible" para cualquiera de los asistentes; que no sea inteligente, pues podría arruinar la fiesta con alguna estúpida convicción intelectual; y que no sea gorda, ni rellenita, todas deben ser flacas, hasta se aceptan anoréxicas ¡nada de gorditas! pues, el huevón de Albertito quiere recobrar la cordura y saber nada de gorditas que le recuerden a la pecosa de Gabriela.


Sonia es flaca. Flaquísima. Su cuerpo es casi infantil. Sino fuera por la mata de vello púbico, cualquiera la confundiría con una púber. Pero esta confusión se podría dar sólo en su desnudez y la ausencia de maquillaje que le ha quitado unos cinco años más de lo que aparentaba. Sonia tiene veintiuno y cuando llego parecía de veinticinco y ahora que descansa desnuda sobre mi cama parece de diecisiete. A Sonia le gusta dar grititos secuenciales durante el sexo, a medida que la fogosidad se intensifica los decibeles de los grititos aumentan. Eso no eleva mi ego, pero sí me causa mucha curiosidad.


Son las once de la mañana del domingo y Sonia todavía duerme. La observo, desde el sillón marrón de mi habitación, bastante fascinado ante el espectáculo de ronquidos y babeos que proyecta. Bebo un poco de Gatorade y noto que mi celular está vibrando, dudo en contestar pues el detector de llamadas indica: llamando Gabriela... Me decido a contestarle mientras me acomodo mejor en el mueble y advierto que Sonia ha dejado de roncar.


- ¡Hola Alberto!- me saludó con voz animosa.
- Hola Gabrielita.
- ¿Qué haces?
- Pensar en tí- le mentí.
- ¿Así?... ¡mentiroso!
- De verdad Gabrielita. Todo el día pienso en tí, y sino me crees pregúntale a "Albertito".
- ¡Grosero! Ya ves, tú nunca puedes hablar en serio, siempre sales con alguna payasada- me rezongó.
- Pero es la verdad, él (Albertito) mejor que nadie para saber que sólo pienso en tí- continué adulandola.
- Ya, está bien. Y dime, qué hiciste anoche que te desapareciste. El tarado de Pedrito también está perdido, me estaba contando Paty.
- Pedrito está durmiendo acá. Ayer nos bebimos unos tragos y se le hizo tarde y se quedó. Dile a Paty que no se preocupe.
- ¿Los dos solos han estado tomando?
- Sí- le volví a mentir.
- ¡Ay que lindos los amiguitos!
- Así soy por tí, pues, Gabrielita.
- Ya Alberto no me florees mucho. Y dime, ¿todavía salimos al cine por la tarde?
- Sólo si te pones esa blusita blanca que me gusta.
- Hace mucho frío para usar eso.
- Cruzaré los dedos para que salga el sol. Bye- colgué y mientras me preparaba para ducharme encendí el equipo de música y puse Led Zeppelin con la intención de que Sonia se despertara. Logré levantarla y nos bañamos juntos. Tuvimos sexo una vez más. Ella me ofreció sus acostumbrados grititos mientras le susurraba al oído que era la chica más linda que había pasado por mi cuarto.

Hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana...


Siempre he intentado ser fiel. Cuando niño me imaginaba con una única mujer a la cual amaba hasta que la muerte nos separe. En la adolescencia tal idea me parecía propia de mi edad infantil y lo que buscaba era tener la mayor cantidad de chicas al mismo tiempo para poder enrostrarles a mis amigos “mis conquistas”; pero en el fondo mis latidos y erecciones espontáneas eran por la enamoradita de turno. Ahora, de adulto siento que una sola no es suficiente y dos son muchas. Como resultado: siempre he decepcionado a todas las mujeres que me quisieron y, también, a las que no.

Una de las primeras que decepcioné fue a Chio. Teníamos dieciocho años y, según ella, se enamoró de mí porque la hacía reír. Y lo que me enamoró de ella fue su cuerpo: ojos grandes, piernas largas y tetas morbosas. Y sí que me enamoré de Chio. Nos sentábamos juntos en todas las clases que llevábamos en la universidad; almorzábamos juntos en la cafetería y luego regresábamos a clases más pegados aun; cuando salíamos temprano nos íbamos al cine y, la mayor de las veces, acabábamos retozando en algún hotel cercano a la facultad de periodismo -donde estudiábamos- hasta rozar la hora de permiso que ella tenía de llegar a casa. Éramos inseparables y fue con Chio que adquirí la adicción por lo senos generosos. Habían veces en que me pasaba horas besándolos y acariciándolos sin hastío, hasta que ella me advertía con un “me arden, Alberto. Ya para”.

No recuerdo las circunstancias con las que terminé en posesión de su bolso. Sólo recuerdo que ella llamó a mi casa preocupada pensando que lo había extraviado y me rogaba no revisarlo, pues, en él se encontraba mi regalo de aniversario por nuestro primer año, que sería dentro de dos semanas. Juré no hacerlo. Mentí.

Estaba preocupado, porque en dos semanas tendría que juntar el suficiente dinero para superar aquel regalo: era un reloj “Guess” deportivo con correa de cuero marrón que estaba enfundada en una hermosa caja metálica con el sello de la marca. Me lo probé y me quedaba perfecto. Luego, seguí revisando y encontré los clásicos utensilios que lleva una mujer en un bolso; también encontré una billetera con dinero, documentos y fotos que me llamaron la atención: fotos tamaño carnet de papá y mamá; algunas fotos recientes de ella que una robé para mí. Pero dentro de todo ese revoltijo encontré un antiguo pase de biblioteca escolar; en él, sonreía una quinceañera regordeta con enormes cachetes que achinaban sus ojos. Era Chio, que estaba irreconocible. ¡Que gorda! dije decepcionado. Aquella imagen arrancó de un tirón la idealización ciega que tenía de Chio. Ya no era más la flaquita angelical con enormes tetas. Era la gorda del pase de biblioteca. Esa noche del descubrimiento, no pude dormir. Sólo pensaba en lo gorda que había sido -y podía volver a ser- Chio. Esa noche, inconscientemente, le dije adiós a mi primer amor.

Durante los días siguientes las cosas cambiaron con Chio: inventaba excusas para irme con los amigos abandonados y el dinero que debía juntar para el regalo de aniversario me lo gasté en cervezas y en dos noches de hotel con distintas chicas fáciles que no recuerdo ni sus rostros.

Aún recuerdo excusándome ante la baratija que le regalé el día de nuestro aniversario, y ella recibiéndolo feliz. Cinco días después ella terminaba conmigo ante la confesión de mi infidelidad con aquellas chicas que no recuerdo su rostro. Cada lágrima que derramó aquel día todavía me cuesta secar en las noches que la recuerdo, o cuando me topo entre mis cosas con el reloj que aún conservo junto a la fotografía que robé aquel día. Los tiempos cambian y te cambian; y el amor más barato es el que se paga.

DF - LIMA (una chavita chinita y un huevón)

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
HOLA!

Alberto F dice:
Hola chinita

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
me acordé de tí

Alberto F dice:

así????

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
nah, no es verdad

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
ja, ja, ja eras mi héroe amigo

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
y ahora te has convertido en un escritor chafa más jajaja

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
con tono de drama y ofensa eh

Alberto F dice:
oye, chinita rica ¿ya ves? ... ya me estás maltratando

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
nah, no es verdad sabes que eres mi huevón favorito

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
aunque debo reconocer que ultimamente te has puesto más nena que antes


Alberto F dice:
es la paja Verito, la paja

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
pero, aun así te quiero

Alberto F dice:
tú sabes que yo también te quiero chinita rica...

Alberto F dice:
te quiero tirar

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
jajaja, en los tiempos de necesidad y no necesidad tú estás caliente

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
siempre, no inventes

Alberto F dice:
no entiendo el: "no inventes" que utilizan los mexicanos entre las frases

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
vale piojoso

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Te diré que estuve volviéndome loca con este maldito encierro forzado, no ha sido para nada divertido, y no inventes eso de que tooodas las cantinas, bares y lugares que siempre visito estén cerrados verdaderamente me jode


**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
no he tomado nada de alcohol en dos semanas, me siento fatal ja ja ja el alcohol sin compañía no sabe igual


**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
además no puedo besarme con desconocidos en los bares, qué cree ese estúpido virus, qué haré de mi vida, me arrebata las cosas que me dan sentido, ¡no puede ser! ya me aprendí todas las temporadas de Dr House de memoria y vi tooodas mis películas favoritas.

Alberto F dice:
bueno, chinita, creo que te enviaré una foto mía en cueros para que en esta temporada de abstinencia al menos tengas algo ¿no?


**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
que afán el tuyo de estar regalando fotitos desnudo, no puede ser golfote!

Alberto F dice:
Una vecina, tuya, del DF, me enseñó (NTQVCA)

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Ah, yo no soy mañosa, jajaja

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
yo ni me atrevo a decirte que esos labios de tu perfil se me antojan y no precisamente para besarlos, como crees...

Alberto F dice:
ahí están para lo que tú quieras Verito, y si se te antoja todo mi cuerpo calatito


**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
no, no, no, si yo soy una niñita inocente ja ja ja

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Además ya sabes que las amistades y el sexo no se mezclan, esa es la primera regla amigo, por eso es que te metes en tantos problemas amigo

Alberto F dice:
no jodas china, si vivieras en Lima y no en DF, hace rato hubieses pasado por caja

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
no te preocupes "amantenoejemplar", tampoco soy tan buena,y ni estoy tan buena, asi que...

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Sabes estoy pensando en escribir un blog

Alberto F dice:
ja, y cómo le pondrías

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
"De guarra a princesa, sin morir en el intento"

Alberto F dice:
y eso?

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
me mandaron al demonio por una princesa


**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
y esta vez sí dolió, y mucho

Alberto F dice:
te sobo tu pechito?

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
no mames

Alberto F dice:
tú quieres mamar?

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
no seas pendejo

Alberto F dice:
no te enojes

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
sí, estoy neneando y feo, pero lo hago contigo porque eres la única persona en el mundo (bien, bien fue exagerado) por lo menos en America latina, que solo lee lo que escribo y no juzga o por lo menos no me lo dice y eso se agradece.

Alberto F dice:
ya, ya chinita rica no te me pongas melancólica. Tú sabes que te quiero...

Alberto F dice:
y deseo

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Ja ja ja, pues como quieras, aunque tú sabrás cuanto dañar tu reputación

Alberto F dice:
mi reputación es una mierda desde hace mucho

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
bueno, amigo me voy al centro a "Los jarritos", es una cantina poco distinguida

Alberto F dice:
vaya, y dele un poco de distinción

Alberto F dice:
exhibe esos pechos

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Vale cuidate amigo, te quiero piojoso ja ja

Alberto F dice:
yo también chinita rica

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
Escucha esta, pa cuando quieras dedicar otra, ardido!

**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:
(ja ja sabes un amigo muy querido siempre me decia por qué dedicar "ojala que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan..." ja ja si puedes dedicar ojala que te mueras de una vez)http://www.youtube.com/watch?v=ri9tm1dnJ48

Alberto F dice:
ok la escucho ahora

Alberto F dice:
besos, bye


Alberto F dice:




**VERONICA** "perdona mi franqueza" dice:

Viaje en Bus


El ómnibus estaba vacío, así que decidí abordarlo. Mientras me acomodaba en uno de los asientos individuales, la muchacha que se encontraba delante de mí lo desocupaba. Al levantarse pude observar que el polito blanco que usaba lo tenía alzado; que llevaba un coqueto calzoncito celeste y que sus bordes ondulantes semejaban oleajes con invitación a zambullirte en ellos. También noté esos simpáticos hoyuelos con los que la naturaleza adorna a algunos culos. “¡Baja en Las Flores!” gritó mientras se acomodaba el polito y volteaba para verificar cuantos “maniáticos sexuales” (dixit las chicas) le miraban el culo. Yo suspiraba frustrado ante la finalización del espectáculo sin dejar de mirarle el poto. La observé bajar satisfecha, casi flotante. Ya, afuera, en la calle causaba los mismos estragos en los afortunados transeúntes que la miraban con descaro y lascivia. El bus continuó su ruta y yo pensaba en sentarme en el asiento que acababa de abandonar la chica; y no por la comodidad de estar más cerca de la salida del bus, sino porque sabía que aún conservaría el calorcito corporal que su hermoso culo acaba de levantar y eso, tal vez, aplacaría cierta arrechura frustrante. Miro a los lados y me encuentro con varios rostros que piensan igual, me desanimo y conservo mi lugar. El colectivo se detiene y hace subir a una señora de cabello rojo con dificultades de peso. La señora de cabello rojo se acomoda en un asiento doble que está muy cerca de la puerta de bajada y que son reservados para personas con alguna convalecencia, ancianos y embarazadas. La señora de cabello rojo intenta acomodarse mejor, pero la joven que ocupa el lado de la ventanilla, del asiento que ocupa, y su sobrepeso se lo impiden. Entonces intenta acomodarse en otro asiento y da una rápida mirada a los desocupados. Me doy cuenta que el que se encuentra delante de mí y que antes ocupó la muchacha de hermoso culo, le gusta. Se levanta e intenta llegar, sosteniéndose de los asientos, hasta el asiento de la muchacha de hermoso culo. El bus frena y la señora de cabello rojo se inclina hacia atrás y luego, sin frenos, se va hacia delante. Con ojos desorbitados la veo venirse encima de mí. En ráfagas de segundos cavilo en un plan para librarme de la aplastada que sufriré. Pienso, también, en que por qué me sucede esto a mí; si yo ya he hecho las paces con todas las gordas. Hasta de una me he enamorado. ¿Qué pasa? ¿Por qué envían a este cachalote a que me aplaste? ¡Respeten el contrato, carajo! Me levanté y como quien detiene a un contrincante en el fútbol americano pongo todo mi peso y fuerza en mis hombros; la señora de cabello rojo y más de cien kilos, cae amortiguada por el choque justo en el asiento que la muchacha de hermoso culo abandonó hace unas cuadras atrás. Noto que su cartera está en el piso; de inmediato la recojo se la entrego con preocupación y le pregunto si está bien; “¡Ay! Gracias joven si no fuera por usted me caía quién sabe dónde” me dijo sobándose una teta adolorida por el impacto. Regresé a mi lugar pensando en que estas cosas no sucederían: si el hijo de puta del pintor no se demorara tanto en pintar mi auto; o si no fuese tan “ahorrativo” y abordase un taxi. La gorda de cabello rojo estornuda. Lo que faltaba.

El ataque de los Cerdos

Keiko Fujimori


Es muy probable que muchos compartan cierta aversión por Keiko, la primogénita del japonés rata y condenado -a 25 años de prisión- Alberto Fujimori. Y digo muchos y no todos porque aún en el Perú existen ciertas masas de gentes que dan su respaldo ciego a los anaranjados fujimoristas. Y es que esta regordeta será una de las candidatas a la presidencia de la república del Perú y, lo que es peor, está primera en las encuestas que difunden diversos medios. Es decir, que si no encontramos un candidato "de peso" que pueda superar esa extraña popularidad que hoy ostenta la omnipresente chanchita, creo, estaremos condenados a que esta "chinita" pose su enorme culo en los sillones presidenciales de Palacio de Gobierno y, por tanto, gobierne con displicencia con toda la corruptela que se encuentra pagando condena en la cárcel y, como todos sospechamos, indultará a papito; claro, si es que llega vivo al 2011.


Disculpen los lectores de otros países por comentar un tema político local y no escribir sobre mis acostumbradas estupideces, pero es que era inevitable "hablar" de ella, ya que, su cebosa y anaranjada presencia me aniquila en cuanto programa televisivo sintonice o diario lea. Esa sonrisa torcida que resalta sin disfuerzo sus enormes y atolondrados cachetes que me recuerda que la gripe porcina nos acecha sin clemencia y que pronto la padeceremos.


Días aciagos y tenebrosos viven nuestros hermanos mexicanos con la enfermedad de los cerditos; y aquí me refiero -para los desinformados- a los súidos (cerdos, puercos, jabalíes) y no a nuestras queridas gorditas que prestamos atención en este sitio. Lima se caga de miedo. Las medidas ante los que llegan del extranjero son celosas. Algunos ya se aseguraron comprando sus mascarillas. ¡Oink! es el sonido de nuestras pesadillas.


Estoy pensando seriamente eliminar este blog, que creo está maldito, pues desde su nacimiento no han parado de acosarme las pesadillas adiposas. Y estas ahora dejaron el plano onírico y son una realidad. Bueno, son dos realidades: la primera y más cercana es nuestra mondonguda candidata presidencial Keiko Fujimori ue amenaza cagarnos la vida más adelante, la otra todavía lejana pero no por eso menos peligrosa que la nipón, es la gripe porcina, venganza de los tragones y sabrosos chanchitos que disfrutamos en cuanta parrillada preparamos. El ataque es desde dos flancos: el político y el de la salud. ¿Cuál será el peor? Mejor elimino este blog, por si acaso ¿no? ¿O me paso por los huevos tanta paranoia y me como un sánguche de jamón y para bajarla se la arrimo a la primera gordita que se me cruce?.


Mexico DF

Huevo hinchado

Con una gorda que se hace a la "estrecha" (Gabriela) y, sin embargo, siempre hace sonar mi celular para: nada.
Con un auto que no quiere salir del taller desde su accidente por culpa de un pintor hijodeputa: "taxi, taxi... para, pues conchatumadre".
Con amigos que sólo piensan en emborracharse y levantarse el primer calzón que se les cruza sin remilgos de raza, religión, cultura, físico y hasta ¿sexo definido?: "Pedrito yo creo que "esa" tiene manzana".
Con una ex esposa que se empeña en dejarme sin un puto cobre, como si yo ganara aunque sea un sueldo decente.
Con unos padres que creen que todavía soy un nene e insisten en que esté puntual a la hora de la cena.
Con una mano impulsiva y un pene siempre dispuesto me estoy convirtiendo en un pajero profesional.
Con una semana que pasó en la que no hay nada que contar y mucho que resumir me voy a la mierda (junto con ustedes, si quieren), porque si continuo así, les aseguro que las pelotas me van a estallar.

Canta Conmigo


Ojalá que te mueras.
que se abra la tierra y te hundas en ella,
que todos te olviden.
Ojalá que te cierren las puertas del cielo,
y que todos te olviden.
Que se llene tu alma de penas,
y entre más te duelan, que más te lastimen.
Ojalá que te mueras, que tu alma se vaya al infierno,
y que se haga eterno tu llanto,
ojalá pagues caro el haberme engañado
aun queriéndote tanto,
Que se claven espinas en tu corazón si es que aún
tienes algo..
Ojalá sea un tormento acordarte de mí,
si es que un día lo haces.
Ojalá sea tanto el dolor, que supliques perdón
y se vuelva tan insoportable.
!!Ojalá que te mueras, que todo tu mundo se vaya al olvido,
sé que no debo odiarte pero es imposible tratar
de olvidar lo que hiciste conmigo.!!!
!!Ojalá que te mueras, que todo tu mundo se quede vacío!
!!Ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma!!!
!!!Ojalá que no encuentres la calma!!!
!!Ojalá que te mueras!!!!
aahhhhaaaaayyy!!
Ojalá sea un tormento acordarte de mí
si es que un día lo haces.
Ojalá sea tanto el dolor
que supliques perdón y se vuelva
tan insoportable.
Ojalá que te mueras, que todo tu mundo se vaya
al olvido. sé que no debo odiarte pero
es imposible tratar de olvidar lo que hiciste conmigo.
Ojalá que te mueras que todo tu mundo se quede vacío.
Ojalá cada gota de llanto te queme hasta el alma.
Ojalá que no encuentres la calma.
!!!!!!Ojalá que te mueras!!!!!!!


Me había prometido nunca más pisar un karaoke, desde aquella noche en que Corina me convenció a ir con una mirada sexual que no admitía negativas. Aquella vez a pesar de los ruegos no accedí -por más tragos encima- a cantar. Esta vez, necesité interminables vasos de Sillao (ron con coca cola) para cumplir con mi castigo. Por supuesto que el castigo fue infringido por una mujer de generosas carnes, Gabriela.

La resaca me impidió cumplir, otra vez, el viernes lo acordado ("iremos a donde quieras") con Gabriela. Ella entendió el percance con juicio de amiga indulgente; total, si no hay besos ni sexo tampoco hay responsabilidades filiales. Pero Gabriela, como toda mujer, conoce el arte de la manipulación; y yo, como todos los hombres, a pesar de evitar y reconocer las argucias con que Gabriela (hacerse a la dolida) me intenta someter caigo siempre subyugado ante sus espontáneas artimañas: “Está bien Gabriela, te compensaré. Mañana iremos y haremos todo lo que tú digas”; le prometí con la ingenuidad de un huevón.

Entre sus exigencias contemplaba la invitación de todos mis compañeros de trabajo. “Ni cagando” le dije enfático. Negociamos. Las tretas seductoras las mandé a la mierda, esta vez no cedería: “Sólo irá Pedrito y su invitada. Nadie más”, dije envalentonado. Me observó sin resignación, estaba dispuesta a dar pelea. “Llevaré algunas amigas de la universidad… o ¿prefieres cantar dos canciones? habla, invito a dos amigas o cantas dos temas”. Perra de la reconchatumadre, pensé mientras cedía a su petición primera.

“¿Dónde estás huevón?” me preguntó -por el celular- Pedrito que había llegado temprano al karaoke junto a Patricia. Estoy cerca" le dije sin ánimo. Antes de pisar el “antro del ridículo” recibí alrededor de veinte presurosas llamadas que preguntaban mi ubicación. Llegué con una hora de retraso ante las pifias de mi nada respetable público que esperaba sazonado con espirituosas aguas. Saludé a todos y me ubiqué entre Pedrito y Gabriela. Me presentaron a Sonia y Jeaneth, amigas universitarias de Gabriela, que bebían cervezas y fumaban como si el mundo acabara hoy. "Mis amigos" me cedieron tiempo para poder emborracharme y así poder cantar sin complejos. Mientras intentaba embriagarme Gabriela cantó temas de Miryam Hernández y Alejandra Guzmán que aplaudí por compromiso; Pedrito se transformó en Vicentico y cantó una versión bastante machista de “El matador” que despertó las carcajadas de las universitarias y las iras de la novia; Patricia le respondió con una desafinada versión de “Ese hombre” de Rocío Jurado, que lo único que logró fue aumentar el ego desaforado de Pedrito; Sonia se lució cantando “Florecita rockera” de los Aterciopelados, y demostró no sólo tener una voz abaritonada, sino también, un culo majestuoso que provocó los aplausos de las otras mesas; Jeaneth, también, desafinó al interpretar un tema que todos desconocían y que después supe que es una cantante chilena que se llama Javiera Mena. Sólo faltaba yo que ya estaba muy borracho y aún no decidía qué tema cantar o cómo evitar el suplicio.

Necesitaba un tema que no me expusiera y que, al contrario, hiciera apenar a otra. Antes de haberme decidido pedí un whisky doble seco que bebí sin pausa. Había llegado el momento, nadie sabía qué iba a cantar. Todos esperaban que cante algún tema rockero o una baladita dedicada a Gabriela. Tomé el micrófono y esperé las primeras melodías del tema. Observé a mi público y noté a un Pedrito riéndose antes de tiempo; Gabriela me miraba con malicia etílica y las demás me observaban con ojos vidriosos pero atentos, con muecas que no eran de burla sino de pavor ante la vergüenza ajena. Pero yo ya estaba lo suficientemente borracho como para lidiar con el reto. Me paré porque sentí que estaría más cómodo y dediqué la canción a la chica que “quiero mucho" –resalte las comillas con los dedos- y que se encuentra en mi mesa. Mientras cantaba con la conchudez y desenvolvimiento que el alcohol te regala, me divertía con la turbación y el sonrojo incandescente de Gabriela; con el desconcierto con que las chicas universitarias miraban a su aterrada amiga; con la risa burlona de Pedrito y sus eufóricos aplausos finales que como un dominó contagió a todas las mesas. Está claro que la ovación no fue por mi tenórica voz, sino por la teatralidad con que la interpreté y dediqué a la musa abochornada.

La acompañé hasta la puerta de su departamento; nos despedimos y antes de entrar me preguntó con esos ojos melancólicos que siempre me infunden ganas de protegerla: “Es verdad que sientes todo lo que cantantes”. La miré con resignación ante la pregunta que esperas y no quieres contestar, y le dije con la seriedad que ameritaba la respuesta: “No, Gabriela. Cómo crees”.

Prefiero a la Dama de Hierro



"¿Vas a ir igual al concierto de Iron Maiden?" preguntó sin mostrar algún sentimiento. Una semana antes había prometido invitar -este jueves- al teatro a Gabriela, y al día siguiente al cine y al día siguiente a "donde ella quiera". Todo esto en agradecimiento por cuidar con abnegación en mi doloroso trance, que ustedes ya conocen. Sucede que olvidé el concierto de este jueves y cuyas entradas esperan desde diciembre de el año pasado. "Sí, Gabrielita iré de todas maneras. Pero, si quieres... vamos" le respondí vacilante, con un ligero mal presentimiento que acepte la invitación; pues, esa noche me emborracharé antes y después de la tocada. Pedrito, Bundy, Pili Ochoa -irreconocible en su faceta metalera- y algunos amigos "desconocidos" me acompañarán. "No me gusta esa música Alberto... además, no importa. Me la debes. Pero me puedes pagar la tardanza con un heladito" me dijo con la sonrisa más persuasiva que tenía.


Era la chanchita más hermosa de toda la heladería; y eso que, en ese instante, habían varias vaquitas de donde escoger. Tomaba su helado con la gracia de una nereida y una prisa esquelética que no impidió que un poco de su helado cayera sobre el cielo de pecas que es su pecho. Perseguí cada instante del prodigioso y dulce recorrido hasta que se perdió entre la grieta infinita de sus níveas montañas. Al advertir la desvergonzada fijación que mantenía hacia sus tetas, Gabriela no se ruborizó como siempre lo hacía sino que calculando la dirección de mi vista -osea, al nivel de sus senos- me mostró un vigoroso dedo medio que complementaba con un semblante risueño. "Albertito, por si acaso la cara la tengo aquí" dijo señalándose el rostro. "Tienes que hacérmelo recordar más seguido" respondí observando, ahora sí, un sonrojamiento en Gabriela.


Esa noche mientras la acompañaba a su departamento, comprendí que no estoy enamorado de ella. Sólo estoy calentón por ella. Comprendí que sus tetas pueden hacerme naufragar en sensaciones desconocidas; y que en ese naufragio es ingenuo tratar de escapar guiándose a algún puerto con sus pecas. Entendí que me impaciento por probarla, por desnudarla y sentir su piel fría y comprobar como se va calentando poco a poco junto a la mía. Sí, sólo quiero tirármela porque tiene un par de tetas que me descalabran y porque prefiero a Iron Maiden, antes que pasarla con ella.

Amigos

¿hace falta que te diga
Que me muero por tener algo contigo?
¿es que no te has dado cuenta
De lo mucho que me cuesta ser tu amigo?
Ya no puedo acercarme a tu boca
Sin deseártela de una manera loca
C. Novarro "Algo Contigo"

Gabriela cumplió su promesa de cuidarme con atenciones de madre. Se aparecía en la casa, con puntualidad inglesa, por las mañanas después de sus rutinas en el gimnasio. Llegaba con una pesada mochila roja llena de ropa que mudaba antes de irse a sus clases de la universidad y una sonrisa que expresaba lo diáfano de sus sentimientos, es decir, sólo me quería como a un amigo.

Es difícil ser el amigo de alguien a quien deseas. De alguien que cuando ves quieres arrancarle sus telas con furia, para luego acariciar con ternura y besar cada centímetro de dermis, como si fuese un helado que se está derritiendo. “¿Recuerdas Alberto, cuando acordamos ser los mejores amigos porque así nos llevaríamos mejor?”, me dijo aquella mañana después que se fue Pedrito. Y yo asentí concluyendo que esta vez, convencerla para tener sexo, sería más complicado. Durante los siguientes días de desinteresados cuidados, desistí de la empresa de volver a tener “algo” con Gabriela, pues, ella me confesó que está saliendo con alguien a quien le cuenta su samaritana labor de enfermería que realiza con un “querido amigo” y que, muy pronto, se animará a pedirle ser su enamorada o en su defecto a besarla “Si es que yo no lo hago antes” le dije; a lo que ella atinó a sonreírme –otra vez, carajo- y darme una apenada caricia en las mejillas. La miré con una bronca oculta que -me parece advirtió- la hizo regalarme un beso en la frente. Quise mandarla a la mierda.

La luz empezó a filtrase por las cortinas cerradas de la habitación que aún abrigaba una oscuridad cómplice. Mientras me vestía observaba el apacible cuerpo desnudo que dormía sin preocupaciones en aquella cama blanca de hotel. Abrí las ventanas para que el olor de sexo, cigarrillo y tufo de alcohol cedieran un poco. Me miré en el espejo, que estaba empotrado a una pared, para observar la mejoría de mis moretones. Descubrí un “chupete” en el pecho que no recuerdo haber consentido. Volví a observar con detenimiento la desnudez de aquella chica que no recordaba su nombre y me descubrí imaginando “rollitos” y pecas en ella. Me sentí tan estúpido que abandoné el cuarto de inmediato. Ya afuera llamé al celular de Pedrito que se encontraba en la habitación contigua con una morocha de enormes tetas y culo de yegua. No respondió al primer llamado, así que, intenté una segunda vez “Espérame Albertito –respondió con voz fatigada-, que… que… ¿Cómo te llamas? –consultó con descaro a los gemidos de fondo que respondieron: “¡Karen, huevón!”- Ah, verdad. Ya Albertito… espérame que… “Karen huevón” me está ordeñando… el último polvito… de… ¡uff!... ¡ahhh!... –un silencio perturbador dominó el audio del celular para luego escucharse unos ruidos secos y después una voz reconfortada dijo- ya salgo”.