I´M NO GOOD

El taxista no para de hablar. Son las 06:45 am del domingo y la resaca hace su aparición. El taxista sigue hablando y sólo le sigo la corriente con movientos de cabeza afirmativos o negativos. Quiero que calle. En la radio suena "You know I´m no good" de Amy Winehouse y mi mente entra en retrospectiva.

No tenía la menor intención de ir. Pero fui. Era el cumpleaños de Iván, uno de mis mejores amigos universitarios y sabía que ahí estarían muchos amigos que no veía hace mucho. Pero... no sabía que estaría ella.
A Mónica, no la veía desde la fiesta de graduación y desde ese entonces pasaron cuatro años. Siempre intenté llamarla pero no me atrevía. Esa última vez nos besamos en el Peugeot que para la ocasión me había prestado mi viejo. Fue un beso intenso aderezado con tocamientos desesperados y torpes. No tuvimos sexo, porque aquel día yo había ido a la fiesta con mi enamorada y futura esposa: Diana.
Cuando hizo su aparición en el cumpleaños de Iván, me quedé congelado. Nunca la había visto tan hermosa, ni siquiera aquella última vez. Vestía una blusita blanca que tenía un escote endemoniado que hacían las pequitas de su pecho estuvieran nunca tan iluminadas. Cuando notó mi presencia hizo una expresión de asombro y luego se acercó a saludarme con una mirada de ternura, como quien se acerca a abrazar a un hijo, para luego brindarme un abrazo y mientras me estampaba un beso en la mejilla me dijo: "En dónde nos quedamos".

Mientras el taxista conducía a toda velocidad su "Tico" y Amy Winehouse seguía cantando que ella no es buena, yo no dejaba de pensar en Mónica y en todo lo que me dijo mientras "haciamos el amor": "Eres un estúpido. Cómo no te diste cuenta que tú siempre me gustaste, cómo no te das cuenta que todavía me gustas, cómo no te das cuenta que prefiero ser tu amante a perderte otros cuatro años más".
Cuando entraba a mi departamento me fijé en la hora: 07:01. Diana dormía y sabía que me iba joder por llegar a esas horas y encima bebido. Pero yo aún pensaba en Mónica y en su "Te llamo mañana". No soy bueno al igual que la Winehouse.

"YOU KNOW I´M NO GOOD" AMY WINEHOUSE

A ti no, Marina Mora




Hay una gorda, que nos tiene locos.
Fue Miss Perú Mundo 2002, y para logralo bajó muchos kilos y se hizo liposuccion y una que otra cirugía. Quedó tercera en el certamen internacional. Estaba muy flaca, definitivamente bajó unos puntos en su belleza. Luego recuperó terreno y empezó a sumar kilos. Hoy está bien gordita, condición que le favorece mucho en contradicción con lo que se podría pensar. Marina Mora es una chica que tiene que ser rellenita para ser rica, deliciosa, apetecible, insufriblemente hermosa. A ella la conocemos como nuestra Gorda Bella. Cuando la vemos en la tele sentimos un ardor en el pecho, unas ganas incontenibles de fumar, de tomar agua helada.

Una vez me topé con ella en el ascensor del edificio de Interbank, me quedé paralizado, embobado. La corbata me ajustaba como nunca antes. Sudaba de emoción. Quería hablarle, decirle cualquier cosa y que ella me respondiera con una sonrisa. Pero no lo hice. Salió del ascensor en el piso quince, yo tenía que bajar en el diez. No me importó. Estaba extasiado de admirar tanta belleza junta, tanta perfección en una gordita. Hoy la volví a ver, entrando apurada a una camioneta, supongo que la suya. Volví a quedar idiotizado en los diez segundo que la ví. Y es verdad, ella es nuestra Gorda Bella. La única gorda que enloquece al Perú.

Y También a los Gordos

Una gota de sudor descendía por su sien. Sus ojos estaban entreabiertos por el sopor. Si afuera del colectivo hacía 27ºC de calor, imagínense dentro de este y para colmo lleno de pasajeros. Ahora su cara estaba llena de gotitas de sudor. Su enorme papada tambaleaba al compás de las frenadas y baches en que se metía el colectivo. Se soltó un poco la corbata y noté que su camisa estaba empapada. El gordo miraba a los lados atento si alguien se levantaba de su asiento y bajaba. El ómnibus se llenaba más conforme avanzaba. Una chica estaba a su lado y miraba entretenida cómo el gordito se retorcia de calor, cómo se secaba la frente cada dos minutos y cómo sus ciento y picos de peso le jodían la vida. La gracia se acabó cuando el colectivo era una lata de sardinas y se quedó atrapada entre el gordito y yo.

- ¡baja... baja! Permiso señor, por favor (le suplicaba al gordito). ¡baja!-gritaba la flaquita.

Dos cuadras más lejos, y desafiando a la física, la chica pudo bajar del colectivo. Ya libre, se le veía furiosa y más parecía que había estado en un concurso de camisetas mojadas que en un colectivo. Me divertía toda esta escena, claro que ustedes ya saben que este gordito tiene que joderme a mi, para que yo me tome la molestia de escribir. Y...claro, pues. El rostro se me desencajó cuando noté que el elefante con corbata estorbaba mi salida y que sólo faltaban unas cuadras para que yo bajara. Rogué a todos los santos y también al demonio para que el gordo se bajara primero y me dejara el camino libre.

- ¿Señor? yo bajo en la siguiente cuadra y... mire usted, yo creo que no voy a poder pasar. Mi sugerencia es que pida permiso a las tres personas que estan adelante de usted, que bajen junto con usted para así yo poder bajar -le dije muy diplomático.
- ¡No sea exagerado,pues! Usted puede pasar tranquilamente. Mire como la señorita pudo hacerlo -me respondió.
- Lo hizo como diez cuadras después (exageré), y botando toda la comida por la boca -ataqué sin misericordia. ¡baja! ¡baja!- ¡¿Qué pasa, compadre?! Soy gordito pero no tanto, pues. Y ya pasa, nomás -Me dijo dándome unos cuatro centímetros de espacio delante de él.

El gordo era casi de mi tamaño, mediría unos 180 centímetros pero era tres veces mi ancho. Pasé por detrás de él. Primero pasó mi brazo izquierdo con el maletín de la oficina, luego con mi mano derecha empujé con todas mis fuerzas al gordo, que el pasajero que estaba sentado delante de él pegó un grito que aun lo escucho. El gordo estaba encima del pasajero y yo logré pasar. Antes de bajar escuché unas risitas burlonas y pude notar la cara de odio con la que me miraba el mastodonte: quería matarme con la mirada, sus ojos eran fuego y sus pequeños labios temblaban buscando las blasfemias adecuadas para proferírmelas. Me adelanté. Lo madrugué. "La próxima vez sube a un camión gordito, esto es para personas, no para cachalotes" El gordo se quería bajar a pegarme, a triturarme. La gente reía. ¿Yo?... bajaba rápido. El gordo no lo pudo hacer. Hago una última burla. Veo alejarse el colectivo con el gordo colorado y sudoroso. Camino tres pasos y noto que estoy a diez cuadras de mi casa. ¿Tanto me he pasado? Gordo de mierda.

Al final la tormenta

Diana ha bajado 8 kilos desde la última vez que escribí algo en este blog. Sentía que era innecesario seguir posteando porque Diana estaba en el camino correcto a dejar la gordura. Imagínense ocho kilos en tan poco tiempo, es elogioso. En realidad, Diana nunco estuvo como la gorda que ¿adorna? la cabecera de este blog. Pero fue el terror a que lo estuviera lo que me impulsó a escribir, y al final explotar. Veo con mucha emoción cómo Diana está recuperando aquella figura que tanto me gusta, como se esfuerza con sus rutinas de ejercicios, y todo con una simple llamada de atención que hice a su débil ego. Me salió barato.

En realidad, el título "Odio a las Gordas" es fuerte, porque no crea que sea capaz de odiar, ahora con la cabeza fria y más calmado puedo decir que no Odio a las Gordas pero SÏ las detesto, me causan aversión, me revientan las pelotas, pues.

Diana, ya no está gorda. Uhmm,...está llenita. Está rica. De aquí a una semana volverá a ser la Diana que conocí. La ayudo con sus rutinas y aprovecho para hacer también un poco de ejercicio: abdominales, brazos, piernas, gatorade para la sed y ..."Tocan el timbre Alberto, mira quién es". Era la cerda de mi suegra con empanaditas y pastelitos y Coca Cola de tres litros.

Un peso de encima

-Ayyy, Alberto este pantalón ya no me entra.
-¿Y por qué crees que sea? -le pregunto haciéndome el huevón.
-Ni idea.
-¿No serán por los tres platos de arroz con pollo y papa a la huancaína que te comiste ayer en la cena? -ataco sin compasión.
-Ay, Y qué quieres ¿Que se desperdicie la comida?
-Bueno, se ve que bastante provecho te ha hecho ¿No? -el imperio contraataca.
-¿Me estás diciendo gorda? -me pregunta indignada.
-¿Te parece? -le digo en tono irónico.
-Me parece que estás de mal humor y te la quieres desquitar conmigo.
-Pues te equivocas. No estoy de mal humor, pero me gustaría desquitarmela con esos rollos que no dejan que te coloques el pantalón.
-¡Ahora sí me dijiste gorda! -grita más indignada aun.
-Pues, carajo mujer, ¡Sí! estás gorda... estás hecha una vaca.¿O qué?... Me vas decir que no te habías dado cuenta. No jodas, pues mujer. Si todo el año has estado cambiando de talla, 28, 20, 32, 34. Carajo, adónde vas a parar. Deja de tragar, haz ejercicio o por último siéntate en el baño y caga hasta que el culo te duela.

Al ver caer una lágrima por su enorme cachete paré de hablar y la abracé. Le pedí disculpas por exhabrupto y me perdonó. Alegé el stress del trabajo.
Mientras vociferaba mi indignación a su gordura, sentía que me quitaba un peso -o unos kilos- de encima, pero al verla llorar no pude continuar. Soy débil. No puedo ver llorar a una mujer y menos a la que quiero; así sea gorda.

A usted

No hablemos de las fiestas de Año Nuevo, porque todas son siempre iguales: mucho trago, baile y con suerte sexo. Quiero iniciar el primer post del año, luego de la resaca, sin hablar de las rollizas que me persiguen.

Revisando en el trabajo mis mails y tomándome la molestia de leer los comentarios que dejan en mi primer blog, he observado que normalmente los lectores que firman con anónimos lo hacen para intentar insultar y ofender. Y digo INTENTAR porque el objetivo de estos es hacerme sentir mal, muy mal. Empresa difícil teniendo ustedes un poco en claro mi catadura moral de la cual es difícil que salga herido por nimiedades proferidas por individuos que se ocultan en anónimos o en seudónimos y que aparte no me conocen, pues mucho menos me va herir el disparo por más certero que sea.

La mayoría de anónimos dicen ser españoles, pues la verdad, yo no lo creo. Y no lo creo porque conozco Madrid, y creo que estos no son tan ignorantes para tener tantas fallas ortográficas y tener el cerebro tan obstruido con prejuicios tan prosaicos como el racismo o como "Mira que linda es mi ciudad y que fea es la tuya". Aunque mi amigo Paco (27,Valenciano), dice que es muy probable que sí sean españoles, pero de la chusma: sin una correcta educación y que no conoce Sudamerica, y que creen que las ciudades latinoamericanas son pueblitos y no las grandes urbes que son.

Por otra parte, también leo con preocupación a muchas damas echarnos la culpa de la anorexia de sus amigas a quien escribe o los que están de acuerdo con el suscrito. La anorexia no se la deseamos a nadie, porque así como no nos gustan las chanchitas tampoco nos apetecen las piltrafas. Gracias por hoy.