Esta semana recordé cómo empezó esta aversión hacia las gordas. En realidad existe el elemento freudiano en este asunto. Pues en realidad todos nuestros complejos y prejuicios se inician a temprana edad. Pues lo mio se inició como un complejo y ha evolucionado en este ¿odio?, no lo creo; tal vez aversión es la palabra adecuada. Pero, por supuesto, como se habrán dado cuenta este déficit emocional (porque de que lo es, lo es) sólo surge cuando me conviene.
Tendría ocho o nueve años; cuando mi mamá nos llevó, a mis hermanos y a mí, de visita sorpresa donde la tía Nancy (hermana mayor de mi madre). Ella vivía sola con Guillermo, su único hijo un año menor que yo. La casa de tía Nancy, era grande y acogedora. La ausencia de tráfico por esa zona residencial del barrio de Pueblo Libre, permitía a la chiquillada mataperrear en sus calles los fines de semana. Y, a ese ambiente, nos uníamos mis hermanos, mi primo Guillermo y yo cada vez que íbamos de visita.
Era alto para mi edad. Eso me hacía parecer mayor y ganarme las miradas de las niñas más aventajadas. Pero ese día encontré con un obstáculo para mi, ya, desarrollado ego. Y más que un obstáculo fue una vergüenza.
- ¿Albertito? ¿Te has fijado que Pilarcita te está mirando hace rato? -me preguntó pícara, mi hermana, frente a todos los otros niños con los que jugaba aparte.
- No, me he fijado hermanita -le respondí avergonzado.
- Pues, sí. Y... ¿Sabes lo que me ha dicho? -me dijo misteriosa.
- No lo sé y tampoco quiero saberlo -repliqué, engreído.
- Ahhh, Pilarcita dice que tú le gustas... jajaja
- ...
- Pero que estás un poco gordito para ella y que ella no sale con gorditos... jajaja -concluyó malvada.
Pilarcita tendría catorce años y estaba en una edad prejuiciosa. Yo que sería seis años menor que ella, descubría que la gordura era un inconveniente o limitación para ser aceptado por los demás, especialmente para el sexo opuesto. Ese día dejé de embutirme de golosinas y demás chucherías. A partir de ese día cuidé mi imagen y alimentación. Sé que era muy pequeño para tan "maduros" menesteres; pero, los niños son crueles y los adultos somos hipócritas. Esa es la diferencia.
Mi huída de la gordura infantil duro poco. El crecer rápido y ser un poco hiperactivo ayudó. También desde aquel día me di cuenta de que, todo lo que me proponía lo conseguía. Es por eso que hoy, no comprendo la falta de voluntad de algunas personas para lograr sus cometidos y estar satifechos consigo mismos. No entiendo cómo pueden haber tremendo culos por las calles. ¿Cómo harán para cagar? ¿Cuánto jabón gastarán estos odontocetos para limpiar todo su cebosa humanidad? ¿Alcanzarán a limpiarse la raja del poto? Incógnitas que tal vez usted piense revelar.
¿Yo? Maybe.
Hace 7 años