El divorcio no debe ser óbice para la celebración. Clausura de los lamentos. Celebración de la tranquilidad psíquica. Fiesta de la individualidad. Saludo a la libertad perpetua y no efímera; porque si te divorcias para, al poco tiempo, extrañar los desniveles diarios en el colchón o los besitos de buenas noches, pues, hiciste mal en divorciarte y debes regresar pronto al martirio legal.
Desde la oficialización de mi separación con Diana, algunos amigos se han preocupado de emparejarme con cualquier fulana que esté disponible. Causándome más molestias que complacencias. “Esta, sí te va a gustar mucho, Alberto. No tengo dudas”. Claro, la más persistente es Jacqueline, amiga laboral. No le he preguntado el por qué de su afán por mantenerme ocupado, en las lides sentimentales, con alguna de sus amigas; pero empiezo a sospechar que me considera una amenaza latente para su estabilidad emocional. “¿Qué es lo que buscas, Alberto? No te hagas al exquisito”; me llamo la atención, con cierta frustración. “Busco unos ojitos como los tuyos, que me estremezca cuando los mire” le respondí orondo. Jacqueline es una chica muy bella, de intrigantes y enormes ojos marrones con una impactante cabellera que roza su cintura; pero que, sabe tanto de mí y de mis artimañas como mi propia madre, dándose cuenta sin mucho esfuerzo de lo fraudulenta de mi frase. “No hables huevadas, huevón, y dime qué es lo que quieres”.
¿Adónde vas?
¿Por qué llegas a esta hora?
¿Quién te llamó?
¿No te gusta lo que he preparado?
Hoy no. Tengo dolor de cabeza.
Siempre estás cansado cuando yo quiero.
¿Aún me quieres?
¿Alberto, estoy gorda? … Uhmmm.
Me gusta utilizar los espacios sobrantes de mi cama, al dormir. Agradezco la dictadura de volumen y programación que ejerzo, a través, con el control remoto sobre la televisión. Poder elegir entre quedarme a dormir o no con una chica es una saludable costumbre que no pienso abandonar; claro, cuando se me presente la oportunidad. Nunca me obsesioné por conseguir enamorada, siempre surgió de manera espontánea; y ahora, luego de un matrimonio fallido es comprensible que mi soltería sea catárquica. Balsámica.
No busco, encuentro. Calzón fugaz mi nombre es Alberto, tengo veintinueve años y no tengo intenciones de conquistar tu corazón, sólo conocer tu color. Tu olor. Y después puedes marcharte, sin pudor. “Lo que buscas son zorras, Alberto ¿Qué de bueno puedes conseguir saliendo con jugadoras?”; lo más probable es que nada, Jackie. Nada. Y eso está bien; porque yo, también, no tengo nada para brindar. El compromiso es una labor que no pienso desarrollar. Por ahora, déjame tirar los pedos que desee, durante la madrugada, sin preocupaciones por la que duerme al lado; pues, ese olor a mierda en la oscuridad de mi sueño, me hace recordar que ahora soy libre.

¿Adónde vas?
¿Por qué llegas a esta hora?
¿Quién te llamó?
¿No te gusta lo que he preparado?
Hoy no. Tengo dolor de cabeza.
Siempre estás cansado cuando yo quiero.
¿Aún me quieres?
¿Alberto, estoy gorda? … Uhmmm.
Me gusta utilizar los espacios sobrantes de mi cama, al dormir. Agradezco la dictadura de volumen y programación que ejerzo, a través, con el control remoto sobre la televisión. Poder elegir entre quedarme a dormir o no con una chica es una saludable costumbre que no pienso abandonar; claro, cuando se me presente la oportunidad. Nunca me obsesioné por conseguir enamorada, siempre surgió de manera espontánea; y ahora, luego de un matrimonio fallido es comprensible que mi soltería sea catárquica. Balsámica.
No busco, encuentro. Calzón fugaz mi nombre es Alberto, tengo veintinueve años y no tengo intenciones de conquistar tu corazón, sólo conocer tu color. Tu olor. Y después puedes marcharte, sin pudor. “Lo que buscas son zorras, Alberto ¿Qué de bueno puedes conseguir saliendo con jugadoras?”; lo más probable es que nada, Jackie. Nada. Y eso está bien; porque yo, también, no tengo nada para brindar. El compromiso es una labor que no pienso desarrollar. Por ahora, déjame tirar los pedos que desee, durante la madrugada, sin preocupaciones por la que duerme al lado; pues, ese olor a mierda en la oscuridad de mi sueño, me hace recordar que ahora soy libre.
<<… te confieso que también he sido un perro compañero,
un perro ideal, que aprendió a ladrar
y a volver al hogar, para poder comer.>>
Andrés Calamaro
"Flaca"