- Mejor que nunca amigo del caos y el smog.
- ¿y ya te levantaste alguna charapita?
- ...¡Y no va ser! ¡Claro hijo! No duré piticlín ni dos días. El capataz de la obra me llevó a una fiesta que organizaba su cuñada. Era una parrillada cor hartas hembritas. Y yo casi fuí el invitado de honor. Y digo "casi" porque nadie sabía que iba a llegar. Es decir, Braulio - así se llama el capataz- me invitó de un momento a otro.
- ¿ Y que tal?
- ¡De la putamadre! la gente aquí es bien cariñosa. Me atendieron como a un Rey.
- Y mínimo habrás retribuido esa atención con algo ¿no?
- ¡claro, pues!
- A ver, cuenta.
- Con dos cosas. La primera: en la noche cuando se acababan los RC (rompe calzón) y demás tragos que preparan pos acá, noté que la fiesta se iba en picada. Osea, se iba a la mierda. Falta trago, dije. Así que, me matricule con diez cajas de cervecitas heladitas.
- ¡Carajo! Te arrebataste. Pero tú por las huevas no haces eso. ¿A quién querías impresionar cabrón?
- Bueno, esa es la segunda buena acción. Después de consagrarme como el héroe etílico de la noche, los anfitriones me dieron licencia para hacer lo que se me viniera en gana. Y yo, de lo que tenía ganas era de Juanita.
- ¿Juanita?
- Sí, Juanita. La sobrina de Braulio e hija de la anfitriona.
- ¡Huevón y no te sacaron la mierda los charapas por pendejo!
- ¿A los héroes se les saca la mierda? ¡No huevón! ¡Cómo crees! Ai estaban súper contentos y borrachos. Lo que pasa Albertito, es que tú no conoces a la gente de provincia por no querer salir de tu adorada Lima. Los provincianos son prácticos. ¡Qué más no quieren ellos! ¿Que la hija o la sobrina salga con un perdedor de por acá o que salga con el jefe del tío?... y que aparte tenga fichas y sea hermoso como yo ¡Ya no ya, pues!
- ¡Ja! eso de hermoso ya es demasiado ego, cabrón.
- Bueno, la cosa es que esa noche o madrugada o amanecer me tiré a la Juanita. La llevé a mi hotel a escondiditas, claro está. Tan conchán no soy.
- Al menos, ¿no?
- Sí, pues. Me volví un caballerito hipocritón como tú, Albertito.
- Ya huevón, no jodas, y sigue contando cómo fue la cosa.
- Está bien. ¿Sabes qué me decía la Juanita mientras se la estaba arrimando toditita hasta el fondo?
- No, cuenta.
- Daba grititos loquitos y arrechitos, y decía: ¡Ay, Ingeniero, duele! ¡Despacito Ingeniero! ¡Ay, Ingeniero, que rico!
- Jajaja. ¿Ingeniero? ¿No sabía tú nombre, acaso? jajaja.
- No sé. Pero, ahora sí lo sabe. Y sigue en las mismas, ¡Alucina! Ya le he dicho que me diga Pedrito, y nada, la huevona sigue llamándome "Ingeniero". Me llega al huevo, total, ya me acostumbré. Así es en provincia, pues.
- Bueno, "Ingeniero", te cuelgo porque aquí se trabaja y no se huevea como en provincias.
- Está bien, esclavo, trabaja. ¡Oye! visítame cuando puedas que ya te reservé una Carachama bien gorda como a tí te gusta.
- Ya huevón, no jodas y chau.
- ¿Y mi besito?
- ¡Vete a la mierda!
