La Derecha

Su bisexualidad pone en entredicho su fidelidad. Gusta más de las mujeres, eso sí. Y lo afirmo con la seguridad de saber que, al único hombre que ha tocado es a mí y si por ella fuera me mandaría a la porra cada vez que la solicito. Pero, cuando está delante de una mujer se pone nerviosa, tiembla… suda. Las chicas le encantan y fascina: por esa suavidad dérmica; por las curvas desbordantes; por las protuberancias lácteas y, sobretodo, por las húmedas y solícitas cavernas que celebran su presencia con aullidos de agradecimiento. Ella es mi compañera desde mis lampiños días de explorador casero. En aquellos días la bauticé con el nombre de moda y con el cual la mayoría de amigos del colegio habían, también, apodado a su mano: “Manuela”. Así la llamaba, y aún llamo. Pero “Manuela” se transforma en “Manuel” cuando entre sus garras chilla alguna recurrente chica. Y nos habíamos acostumbrado a su condición de “Manuel” desde hacía muchos años; inclusive estaba muy contento con su nuevo descubrimiento; pues, “Manuel”, se dio cuenta, que el tener una generosa porción de “carne” entre sus manos, le proporcionaba agradables y placenteras sensaciones. Pues sí, ahora, le gusta agarrar “mondongos”; acariciarlos y apretujarlos. Y, ante la ausencia de alguna porcina que calme sus ímpetus, “Manuel” se dedica con empeño a la repostería; tratando de aplacar, con enormes masas de harina, agua y huevo, la ausencia de una puerquita “bien despachada” a la cual manosear a discreción. Pero, “Manuel” ya estaba aburrido de tanto artilugio culinario; y es así, como después de muchos años de ausencia regresó implacable e inclemente, “Manuela”. No la extrañaba y, estoy seguro, ella tampoco a mi. Y el reencuentro fue como esos, en los que te encuentras una vieja amiga con la cual, de joven, eran inseparables y que ahora una amistad entre ambos sería ridícula; pues tú has madurado y ella sigue siendo la misma alocada y fugaz adolescente. Su regreso era inevitable; pero este no fue con bombos y platillos, sino en la oscura soledad del baño de servicio en casa de mis padres.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿A qué Manuel no le gusta?

Jürgen Sch. T. dijo...

Leo esto mientras escucho 'El Hombre que no Podía Dejar de Masturbarse' de Leusemia... ja ja ja ja ja ja...

Ravnoss dijo...

buena cancion, y buena con la lebis con palmada

GINNA dijo...

MIENTRAS, PENSABAS EN MIS PIERNAS?

¿Odio a las Gordas? dijo...

En qué otra cosa más podría pensar Ginna, en qué otra cosa más.

Anónimo dijo...

Lebis con palmada, qué buena