Una noche con Gabriela

Me coloqué detrás de ella y le froté ambos brazos a la vez. Mientras lo hacía, observaba cómo las estrellitas de su pecho saltaban alegremente y, sentía, cómo mi cuerpo entraba en un estado de sofocación. Eran las doce de la noche y, en la ciudad, corría un viento gélido que hizo efecto en una desabrigada Gabriela.

Gabriela, quería caminar. No me negué, yo también lo quería. Pedrito y Patricia que habían accedido a acompañarme a tan incómoda reunión -el sábado yo pago los tragos-, se fueron presurosos en un taxi. Ya sabemos donde. La reunión familiar no estuvo tan mal, sólo aburrida. Pedrito, Patricia, Gabriela y yo llegamos juntos, después de haber acordado encontrarnos en el departamento de la cumpleañera. Mi originalidad para obsequiar no pasó de rosas blancas acompañadas de chocolates y un enorme peluche que causaba pánico en los traumas ocultos de Pedrito. El agradecimiento de Gabriela, ante el artificioso presente, fue expresivo y calenturiento: el roce de sus senos al abrazarme provocó una involuntaria erección que ella sintió y, que al soltarme, disimuló con una tosecita divertida.
***

Nos recibió su madre una simpática señora que nos acomodó al lado de unas viejitas que bebían, presurosas copas de vino tinto. La casa estaba llena de veteranos familiares, que no pudieron asistir a la fiesta del sábado, y una guapa mozuela de quince años que estaba tan incómoda como nosotros. Pedrito sentía la estremecedora mirada de George, pareja de Mila la madre de Gabiela. "Yo creía que era su viejo. ¿Entonces, por que chucha me mira asi?" Me dijo entre susurros Pedrito. Las miradas inquisidoras se dirigieron contra mi, una vez que Pedrito abrazó cariñosamente a Paty. La campana de la cena me salvó de ese round que lo tenía perdido. La sabrosa cena fue un tributo a la cocina italiana, descendencia de Gabriela, y la torta mostraba una enorme y delatora velita número 24. Gabriela, también intentaba escabullirse de su fiesta. Se apresuró el soplido de la indiscreta vela, a súplica de la agasajada. Nos despedimos, mientras Gabriela guardaba, en su bolso, un portarretratos en donde se observaba a sus dos hermanos mayores, una sonriente Mila y su fallecido padre abrazándola orgulloso.
***

No nos dimos cuenta que había amanecido y que en unas horas teníamos que prepararnos para ir a trabajar. Ambos descubrimos nuestra afición a "The Godfather" y... "¿La vemos? tengo las tres en mi depa" me dijo risueña. Acepté jubiloso. Preparó palomitas de maíz (las detesto) y abundante café. Morfeo nunca fue una amenaza. Comentábamos las escenas y admirábamos las actuaciones. Cuando Apollonia (Simonetta Stefanelli) se desnuda para Michael (Al Pacino, no pude evitar darle un vistazo a sus hermosas tetas. Estaban radiantes y glamorosas con todas las pequitas en su lugar.

Terminamos de ver la segunda parte de la trilogía. Cuando intentamos poner la tercera nos sorprendió el alba. Nos prometimos verla en otra ocasión. Me lavé la cara y luego me despedí, ella me devolvió un beso en la mejilla y un, largo y tierno, abrazo y otra vez esa cálida sensación del impacto de sus gloriosos seños contra mi cuerpo; lo que provocó una nueva y bochornosa erección.

El Huevón

Ella jugaba con mi pelo. Le ponía nombres estúpidos a mi pene. Me mordisqueaba los pezones y, luego, se ponía reír divertida. Se montaba sobre mi barriga y, luego, se deslizaba lentamente hasta mis genitales y hacía movimientos circulares con su trasero. Su intención era erectar a "osito" -uno de los cursis nombres con que apodó a mi falo-, y lo logró. Toda la noche... siempre lo logró. Ella tuvo el control, el dominio... hasta que, se cansó. Apagué las luces y nos echamos a dormir.

"Soy un huevón" grité con el pensamiento mientras observaba mi celular. Las luces de los faroles de la calle iluminaban la habitación. Ella dormía y yo me entretenía observando su armoniosa respiración. La olía. La escudriñaba. La manoseaba. Me sentía afortunado de tenerla allí, desnuda y frágil. Sólo para mí. ¿Cuántos hombres quisieran estar en mi lugar con una chica como ella? ¿Cuántos? De hecho, son varios. Ese era mi consuelo nocturno, porque en realidad yo quería otra cosa.
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El plan se fue a la mierda a mitad de la función. "El Orfanato" no me causaba temores. Cuando recibo una llamada de mi vieja, preguntando si iría a cenar, y percatarme de mi batería estaba a punto de extinguirse me entró pánico. Las innumerables llamadas que recibí durante toda la tarde, por parte de mis compinches, estaban haciendo su efecto en la batería de mi celular. Mi madre no recibió una respuesta afirmativa o negativa, pues el celular se apagó antes de que pudiera brindar una. No había salida. No tenía un plan alterno que apoyara al primero. Así que la única solución sería que los muchachos idearan uno y lo hicieran efectivo llamando al celular de Mónica. Pero eso no sucedió.

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El domingo llamé a Gabriela para ofrecerle mis disculpas. Ella las aceptó de muy buena gana. Prometí compensarla, el lunes (hoy). Ella me dijo que tendría una pequeña reunión con unos familiares y sus padres ese día, pero que si yo quería acompañarla no habría ningún problema. "Claro, como no, ahí estaré" le dije escéptico. "Soy un huevón" me dije muy convencido.

Estuve esperando todo el domingo la llamada de Pedrito, cosa que nunca sucedió. Su celular estaba apagado todo el día. Hoy en la oficina me encontré con un Pedrito muy sonriente y amable con todos. Sus ojos brillaban y era obvio que ese fin de semana algo le había cambiado las perspectivas habituales.

Estaba enamorado, según él. En la fiesta Pedrito se había encontrado, otra vez, con Patricia. Bailaron y bebieron juntos toda la noche. No se separaron ni un instante. No bailaron ni una pieza con otra persona. Tuvieron sexo y durmieron juntos. Pedrito la acompañó a su casa, en la mañana, y por la tarde la volvió a buscar para pasear. Hoy, Patricia pasará a buscarlo al trabajo.

- ¿Y adónde se irán? -pregunto intrigado.
- Al telo, pues, Albertito. ¿Adónde más? A tirar rico. -me responde lascivo.
- ¿Y qué fue de Álvarez y Bundy?
- Manuelito Álvarez se pescó una sirenita bien flaquita, pero con el potito bien paradito.
- ¿Y Bundy?
- Bundy... bueno, pues. Este cuñao, estaba afanando a la Gabrielita -me dijo temeroso.
- No jodas, en serio -agregué divertido.
- Sí. Yo le dije a Bundy, que no se metiera con ella, que esa la tienes reservada. Le llegó al huevo. La siguió enamorando. Pero la Gabrielita no le hacía caso. Ella bailaba con todos sus amigos, tranquila. Su viejo estaba chequeando desde el bar, ¡Alucina! Si ibas tampoco te la levantabas, Albertito. Gabrielita estaba borrachita y su viejo se la llevó a su casa. Se jaló a unas amiguitas. Le dijo a Paty para llevarla, pero le dijo que no. Se iba con este pechito, pues. Bueno, Bundy se encontró con unos amigos en la disco y se fue con ellos. ¿Manuelito? creo que campeonó con la flaquita. Oye pero qué pasó contigo, huevón, cuenta.
- La batería, hijo. La batería me cagó -le dije ofuscado.
- Yo pensé que te había pasado algo malo, man. Pero después me dije, a ese huevón no le pasa nada, carajo. Seguro lo ha jodido la Mónica.
- Y Gabriela, ¿no preguntó por mi? -ansioso
- Cuando llegamos, a eso de las dos de la mañana y cuando su viejo la arrastraba al carro.
- Hoy iré a saludarla, en una reunión con sus viejos -dije desanimado.
- ¡Jajaja! Que huevón, ya te jodiste socio. Puta, que el viejo es un lastre, una joda.
- Acompáñame, Pedrito.
- ¡No!
- Lleva a Paty -agregué desesperado.
- Ni que fuera huevón.

La víspera a la fiesta

Bueno, parece que Pedrito, Bundy y Álvarez no esperarán por mí. Se irán a la hora pactada, nueve de la noche, directo a las discoteca. Pedrito, una vez llegado a la disco hará las presentaciones de rigor y justificará mi ausencia. En realidad, en este caso será tardanza porque de todas maneras pienso asistir a tan dipsómano evento.

La estratagema ya fue planificada con el buen Pedrito, mi fiel compinche. Recogeré a Mónica a las cinco de la tarde. Comeremos algo por ahí, antes de entrar al cine. Escogeremos una película, cortita nomás, que no dure más de noventa minutos; la función debe ser entre las siete y las ocho, no más tarde. Una vez concluida, saldré muy animoso e iré al baño; en este, lapsus incontrolable, llamaré a Pedrito, para advertirle que la película ha acabado y que espere veinte minutos para hacer su llamada de emergencia, donde se hará pasar por mi desolada esposa que solicita mi ayuda ante la "inminente fiebre" que padecerá Marcelo, mi hijo. Y Yo, padre responsable, iré presuroso ante tamaña afección, que le será difícil, a Mónica, impedir o reprochar. Previamente, Pedrito me habrá cubierto ante Gabriela argumentando mi tardanza, con el ardid, de que he tenido trabajo impostergable, impuesto por el yugo laboral, y que ellos fueron favorecidos al ser excluidos de tan afanosa diligencia.


Espero todo salga como ha sido planeado. Las argucias han sido examinadas una y otra vez, para encontrarle errores de cálculo. Con todo y retrasos hemos calculado que estaré en la disco a más tardar a las once de la noche, hora precisa en donde recién se calienta el ambiente fiestero. NO bailaré... en realidad, sí lo haré. Bailaré por compromiso... hasta las huevas. Como siempre.

¿Qué hago ahora?

Caminar por Lima de noche, es sencillamente... placentero y, también claro está,una experiencia bizarra. Hay que saber caminar por Lima, tambien. En no todos sus rincones voy a sentir esas mismas sensaciones. Lima como urbe es más grande, inclusive, que Madrid. Me parece que es superada en tamaño por las ciudades brasileras de Sao Paulo y Rio de Janeiro, y por la hermosa Buenos Aires.

De Lima me encanta su smog, el ruido, su escándalo, su falsa pacatería y su escalofriante tráfico vehicular. Definitivamente, no hay en el mundo tráfico tan espectacular y tan PlayStation como el limeño. Y como no hablar de sus mujeres de hermosos y pequeños pies. Cholas hermosas y siliconeadas que el sudor de su trabajo les cuesta y, también, del Gym. Mujeres de hipócrita moral "estrecha" pero que siempre están "dispuestas". Calentadoras por tradición y donaire; pero ligeras y casquivanas por amor al arte, al sexo y por sangre latina. No todas, claro está.

En esas iba y venía, de la mano con Mónica. A veces, nos soltábamos cuando creíamos reconocer a algún amigo o familiar. En esas estaba, al amparo de la afrodisiaca clandestinidad. Escondiéndonos de fantasmas y a la vez aprovechando las sombras para manosearnos con arrebato y en silencio. "Váyanse a un hotel" gritaría alguien por ahí... pero de allí salíamos. La ebullición y enardecimiento corporal fue disminuyendo ante los empalagosos planes de Mónica.

- ¿Salimos el sábado? -me dice edulcorada.
- Uhmm... ¿el sábado, adónde quieres ir? -digo preocupado.
- No sé, por ahí... a cualquier sitio.
- Ok, vamos al cine en la tarde.
- ¿En la tarde? Nooo... hace mucho calor. Vamos a las ocho...
- ¡A las ocho! -grito espantado.
- Sí... a las ocho, Alberto. ¿Qué tiene de malo? -agrega confundida, ante mi alboroto.
- Pero saldríamos muy tarde... casi a las diez, y es muy tarde para comer algo por ahí.
- Ay, Alberto. Es sábado, los sábados los establecimientos están abiertos hasta tarde de la noche.
- Sí... pero a esa hora me hace daño comer, por eso, preferiría comer temprano algo por ahí.
- Ya, está bien, Alberto. Contigo no se puede, caramba. Ok, ok. Comemos cualquier cosa en el cine, pero de allí de nos vamos a bailar -dijo malhumorada y tajante.
- ¿A bailar? Ya pues, mujer. Tú sabes que yo no bailo.
- Pero, ahora lo harás.

PD: Escucho sugerencias

La otra inflación

Te has tomado la molestia de contar cuántas gordas se te cruzan en el camino durante el día... Yo tampoco. Pero son muchas. Y no estamos hablando de obesas, sino simplemente de aquella que habiéndose descuidado ostentan una incipiente barriga y unos mofletudos brazos; y les dicen que "están subiditas de peso". Pues mientras escribo este post, he contabilizado alrededor de 45, y unas cuantas que se han escapado o la cuenta perdí. Algunos ejemplos he puestoa su derecha.
El poder adquisitivo de los peruanos ha crecido. Esto se debe al incremento en los índices de crédito bancario, como consecuencia del incremento sostenido de nuestra economía durante los últimos años. Esta alza de precios que hemos sufrido en el último mes (y que se dice fue una de las más altas de los últimos cinco años), pues, se debió a nuestra demanda en el mercado, acción que no tuvo paralelo en la oferta del mercado, por tanto, algunos productos de primera necesidad ante su escasez, debido a una demanda que no fue pronósticada por nuestro débil mercado, el precio tuvo una ligera alza. Pero, el problema no sólo es interno. El factor más influyente es el externo ante el alza de los precios del trigo, soya, maiz y combustibles productos que nuestro país importa.
¿Y qué tiene que ver todo esto con las pobres gorditas que estoy exhibiendo en sendas fotos? Pues, que los peruanos tenemos más dinero para gastar (claro que eso no se vislumbra en los sectores más pobres, sino en la clase trabajadora profesional), y por tanto, más para tragar. Sé que mi óptica es paranoica y, hasta, desfachatada. Pero, ¿qué otra explicación le damos al incremento de los niveles de mondongo en la población, y sobre todo, femenina?.

Efecto - Causa

El más entusista es Pedrito. Pero no es el único, también lo están José Bundy y Manuel Álvarez, fecundos paracaidistas de fiestas. La emoción se debe a la exageración de Pedrito al momento de contar sus historias. Y la última leyenda urbana de Pedrito fue en el departamento de Gabriela: Chicas alocadas, tragos en cantidades industriales, música, drogas y, eso sí, mucho sexo. Las fantasías de Pedrito son muy celebradas en el trabajo. Ávido lector -afición que comparto con él-, borrachín contumaz y noctámbulo consuetudinario; Pedrito es de las personas de las que nunca escucharás un NO, como respuesta a cualquier tipo de invitación que tenga que ver con la juerga.

La noche anterior mientras cenaba en casa de mis padres; y mamá me interrogaba, por mi paradero de la noche anterior, y papá repetía "deja de joder al muchacho, mujer" Gabriela, me llamaba para invitarme a su cumpleaños. "Es el lunes, pero lo celebro el sábado". Me dijo que lo celebraría en el "Barza" una discoteca miraflorina, que ella frecuenta. También me dijo que invitara a mis amigos, si quería. No me gustan las discotecas, nunca fueron mi lugar de diversión. He ido a varias, contra mi voluntad, claro está. No soy buen bailarín, nunca lo he sido y tampoco he intentado serlo. El baile siempre me ha parecido, y lo he sentido como, un rictus incivilizado.

- Tienes que bailar con la gordita, esa noche, Alberto. La gordita quiere contigo, hermano. Mira, que tiene unas tetitas bien ricaaas. No la cagues Albertito, aprovecha tu soltería, carajo... putamare, creo que yo, estoy más que contento que tú Albertito, ¡que linda la vamos hacer, viejo! Oe, hermano ¿Sabes si va ir la Paticita? -se calmó intrigado Pedrito Gómez.
- Supongo que sí -le digo desganado.
- Putamare, ojalá no vaya, cuñao -agregó con ojos pícaros.
- ¿Por qué, no quieres que vaya? -pregunto intrigado.
- Porque me aburre repetir "chocar con el mismo carro", brother. Lo mejor está en la variación, hermanito. Además, si tu no quieres levantarte a tu gordita, yo le hago el favor guuustoooso.

(nota del autor) "Chocar con el mismo carro" deviene de la frase: "Choque y fuga", que quiere decir, cuando existe un encuentro sexual de una sola noche.

La Noche de Mónica

Marcelo dormìa apacible en su cama, ajeno a las repercuciones que tendría para su vida futura el hecho de que yo, estuviese saliendo de casa con un maletín lleno de ropa mìa. Diana, no entiende razones, persiste en sus ideas y no piensa ceder un ápice. ¡Pues, vete a la mierda! le dije, ofuscado. Mientras iba camino a la casa de mis padres, llamó a mi celular, Mónica: oportuna, propicia y, siempre, conveniente. Preguntó si estaba "disponible" con su característica ironía. Y como lo estaba, para su asombro, quedamos en encontrarnos.

Nunca había llegado tarde a nada. Eso lo sabe Mónica, que estudió conmigo en la universidad. Fueron diez minutos, de tardanza, que hicieron sospechar a Mónica de algo raro. No quería contarle nada acerca de mi problema familiar; el rompimiento -momentáneo o total- de este podría tomarlo como una certeza de que lo nuestro puede evolucionar. En mis planes futuros no se vislumbra eso, ergo, No quiero formar falsas expectativas en ella.

La saludé con un beso en la frente, caminamos y escuchaba el murmullo de su "conversación" que se mezclaba con las bocinas de los autos. Nos sentamos en un café de la Av. Salaverry, ella pidió un helado y yo encendí el décimo cigarrillo. Ella continuaba hablando y yo le hacía creer que prestaba atención. De improviso le propuse para pasar la noche juntos. Ella aceptó confundida, luego preguntó por Diana, le dije que no se preocupara. Me dijo que haría unas llamadas a su casa y asunto solucionado. Llamó desde su celular. ¡Vamos! me dijo, con una sonrisa y estirándome el brazo.

De noche, ya, hace frío en Lima. La gente, de a pocos, va sacando las chompas y abrigos. Pero esa noche yo sentía calor, me sentía arder por la rabia y la frustración... Luego, caía rendido y sudoroso sobre el cuerpo de Mónica, pensaba que, tal vez, esta sea la última noche que pase con ella; pero, mientras la veía, camino al baño y admiraba ese culo tan bronceado y tan perfecto, pensé: "A la mierda, con ese poto aguanto dos meses más" Cuando regresó del baño me confrontó, sobre mi estado de ánimo, y no tuve escapatoria.

- Estoy durmiendo en la casa de mis padres.
- ¡No jodas! -gritó divertida.
- Sí, pues.
- ¿Te vas a divorciar? -agregó, abriendo los ojos.
- No lo sé, la verdad. Estoy esperando que pase un tiempo, a ver si se calman las cosas.
- ¡No seas huevón! ¡Divórciate! Aprovecha en deshacerte de esa gorda jodida. Ay, Alberto tú sabes que siempre te has quejado del mal carácter que tiene la gorda, y eso no cambiar... Tú lo sabes, bien... Ayy, Alberto, eres un huevón. Tú siempres le has dado todo lo que ella quería, claro, dentro de tus posibilidades el de la plata es tu viejo no tú... y... ella siempre te ha hecho problemas. Siempre ha sido así y siempre lo será.
- Gracias, por tus pronósticos, querida.
- De nada, querido.

Mónica, estuvo de buen talante toda la noche; se la pasó bromeando y nunca estuvo indispuesta para alguna sugerencia sexual, al contrario, estuvo inspirada y lujuriosa. Nos dormimos tarde. La última vez que confirmamos la hora eran las 3:17 am. Después, caímos rendidos y satisfechos. La desnudez es relajante y mejor, si viene, acompañada. Nos abrigamos con las piernas, con los brazos. Después nos separamos, naturalmente. Cada uno, calato por su lado. El celular vibró contra la madera de la mesita de noche. Una y otra vez. Mónica me da un codazo pegando un grito. Eran las 9:30 am. "Puta madre, ya llegamos tarde al trabajo" grita exaltada. Es verdad, pero eso a mi me llega, ahora, al huevo izquierdo.

Fuera de casa

Despertar en tu antigua cama y rodeado de pòsteres de bandas de rock (The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd), en esta ocasiòn resultò extraño. Escuchar la lejana voz de tu madre por las mañanas gritar: "¡Albertito, despierta que se hace tarde para el trabajo!" Fue una experiencia bastante anacrónica y atípica. Hace cinco años abandoné el yugo materno. Pero mamá conserva mi habitación como si nunca hubiese abandonado "su" hogar. Mi hermana de dieciocho años, aun vive con mis padres; y, por los antecedentes, tiene para hacerlo unos diez años más. Mi hermano mayor vive en España con su esposa, que es una abnegada y ridícula religiosa (Testigo de Jehová). Mi otra hermana menor de veinticinco vive en Lima, casada, sin hijos y con mucho dinero para despilfarrar con su simpático esposo. Mi viejo, un reconocido y honrado profesional de la construcción, que se niega, terca y obstinadamente a dejar de trabajar pues afirma con vehemencia que nunca se dejará mantener por sus hijos: "Primero muerto" dice. Y mi madre, santa patrona del hogar; qué no aguantó para conservar intacta su familia (infidelidades, los pobres inicios del esposo); y que hoy a sus cincuentaitres años, todavía conserva la belleza y el garbo que la caracterizaron en su longeva juventud.

El sábado que pasò, regresé al hogar de mis padres luego de que Diana, mi mujer, intentará castigarme haciéndome dormir en el mueble: "Si no puedo dormir en mi cama, no dormiré bajo este techo", amenacé, sin repercusión alguna. Luego vino una improvisada mudanza que consistió en dos trajes en sus respectivas bolsas con perchero, un par de jeans, polos, calzoncillos, medias y mi laptop. Dejé dinero para los gastos de la semana y partì. Durante el camino sólo pensaba en mi hijo, y que tal vez, ayer, haya sido la última noche que dormimos juntos como familia. Tuve ciertas dudas, antes de tocar la puerta de mi hogar inicial. Mi madre fue la efusiva anfitriona y lo primero que hizo, al recibirme, fue: alimentarme, luego interrogarme y, finalmente, arroparme. Mi padre, sòlo escuchaba y repetía preocupado: "Sí el problema es dinero, sólo pídemelo".

Hoy en la oficina regresé a mi amado café, luego de incesantes sesiones de lechecita con chocolate. En estos días veré si alquilo un cuartito, pues, Diana, sigue furiosa por una tontería que ella agrandó, y que se convirtió en un tira y afloja que agravó la situación. Ella, no me habla, ni siquiera puede mirarme; sólo pone una cara de culo, que más que miedo, da ganas de convertirte en asesino. En estas situaciones es cuando entiendo el homicidio justificado.

Hoy iré a aclarar las cosas con Diana. Encontrar una solución a este ridículo problema. Si ella persiste en sus afanes coléricos o en su intolerante costumbre de desligarse de toda culpa, pues lo mejor será la separación civilizada, sin traumas para nuestro hijo; yo haré todo lo posible para que esto, aun, resulte. Si es que resulta.

El por qué de las cosas

Este blog se inició como pretexto ante la naturaleza grasienta de Diana, mi mujer. Hoy, Diana, ha perdido tanto peso que ya no se le podría considerar gorda. En realidad, esta "dolencia" hacia ella fue el punto culminante de mi paciencia para con ella.

¡No soporto a mi mujer! Y no la soportaba, antes por el hecho de haber engordado, si no que ese descuido fue el detonante para mi rabia, frustrada. Diana, se ha convertido en una mujer intolerante, biliar, asfixiante... jodida. No hay día en que no escuche algún reproche. Las discuciones pueden iniciarse desde trivialidades como: la mala elección en las compras dominicales para el desayuno hasta mi estúpida elección en la ropa que se pondrá Marcelo.

Ahora, que escribo estas línea mi cabeza retumba ante el recuerdo de la discusión mañanera. Si antes no escribía al respecto era porque me parecía ridículo el tema de fondo que encendía la discusión. El de hoy también lo fue, pero ahora... estoy pensando.

Estoy pensando en el divorcio. Sé que parecerá precipitado y, hasta, atolondrado pero no encuentro otra solución. Unos dirán la comunicación; pues ya agoté esta vía. Siempre es lo mismo, intento conversar y ella lo único que hace es culparme de todo lo sucedido. Y hasta "aceptando" mi culpabilidad -inclusive cuando no la tengo- ella continua con sus demandas irracionales.

Muchos familiares han notado el cambio suscitado en ella a partir del nacimiento de nuestro hijo. Su irritabilidad es continua y, la mayor de las veces, gratuita e infundada. Ningún detalle la puede calmar más de dos días. Siempre encontrará causas detonantes para su mal genio.

Sé, que no la odio. Pero a veces me hace creer, que sí. Es mi esposa y la madre de mi hijo, cómo podría sentir ese sentimiento que es repelente en mi ser. No quiero justificar mis faltas pero, también sé, que si ella hubiese continuado siendo la amable y amorosa Diana, tal vez, no habría una Mónica de amante o una Gabriela en prospecto. Hubiese sido más difícil que cayese en tentaciones, pues, estaría siempre a su lado; y no en inconsciente huída, queriendo escapar de discuciones y gritos fútiles. Pero ahora estoy pensando... pensando en acabar con la huída.

La Foto

No he contado los días que no la llamo, pero sé que ya pasó más de una semana y no sé de ella. Ella tampoco me llama. No la extraño y no sé, si ella lo hace. Tan ocupado, como para hacerle una llamadita, no he estado. ¿Y ella? No creo que ocupada esté.

Hoy escribo de ella, no por que la nostalgia me embarró. Tampoco porque esté extrañándola, y menos porque ella me llamó y se rompió el hielo. No estamos peleados. Distanciados o resentidos uno con el otro, menos. En realidad, no sé por qué no sabemos uno del otro tanto tiempo. Una semana sin saber del otro, en una relación como la nuestra es raro. No sé, ustedes.

Hoy en la mañana, mientras desayunaba, leía el último número (del sábado que pasó) de la revista Somos y la ví. La divisé entre una multitud divertida, ella también lo estaba. Se le notaba. A su lado estaba César, el ¿ex? enamorado, inseparable como un perrito faldero. También pude descubrir entre los fiesteros a dos de sus primas y una que otra amiga. Fue entonces ahí, que me acordé de ella, y del tiempo que no la llamo... y la llamé.

- Hola Moniquita ¿Cómo estás? -le dije cariñoso.
- ¿Alberto? Hasta que por fin te acordaste de mi -me respondió una voz serena.
- Disculpame, preciosa. Tú sabes que estoy ocupado con esto del trabajo y...
- No te preocupes, Alberto. Tú también sabes que yo trabajo y, además, nuestra relación es abierta y libre... sin trabas ¿No? -
dijo irónoca.
- ¡Claro! reina tienes razón -le repliqué sincero.
- Y bien... dime.
- No... lo que pasa en que te estoy viendo en una foto que salió publicada en Somos...
- ¿En Somos, cuál, ah?
- ¿No la has visto, todavía?
- No, para nada... ¿Y qué hago yo ahí? -
me dijo intrigada.
- Nada, sales en un publirreportaje de la fiesta Cyzone, entre la multitud, por cierto muy guapa.
- ¿Así? No sabía que iban a pasar esa fiesta en la revista. Que loco ¿no?
- Sí, pues... Pero cualquiera invita, ¿no?
- ¿Y... ibas a poder ir?
- Tal vez.
- No, Alberto. No ibas a poder. Siempre tienes algún pretexto. Por eso no me hice problemas ...
- Y fuiste con César -
le critiqué.
- Ay, Alberto, No fastidies con eso ¡ya!. Tú sabes que él siempre me sigue... y además mis primas lo invitan y... tú sabes que yo no tengo por qué darte explicaciones. Tú tienes tu mujer y yo no te digo ni mierda, ¿ok?... Así que tú menos tendrías que decirme algo.
- ¿Acabaste?
- ¡Sí!
- ¿Por qué te exaltas? Tranquilízate, mujer. Yo no te he reprochado nada. Sólo te comentaba lo que veía en la foto. Mira, para que veas que no pasa nada, hoy salimos al cine, comemos algo por ahí... ¿Te parece? -
digo sereno.
- Está bien -concluye confundida, me despido con un beso y cuelgo.

Mónica, tiene razón. Entre los dos no debe haber reproches. Conocemos las reglas del juego. Las aceptamos. Esas son las ventajas y, a veces, las desventajas de una relación en donde la base es el sexo, el simple deseo por alguien que te gusta y no amas; y en donde el libre albedrío podría transformarse en libertinaje. Hasta ahí, nada de qué preocuparme. Pero, me trae mala espina esa espontánea irritación. Esa culpabilidad gratuita que me expresó Mónica, en la mañana. No será nada que me moleste -¿o sí?-, pero lo averiguaré. Eso sí, lo sé.

La gorda II

Me había quedado dormido. Era sábado por la tarde. El cansancio pudo más que mis ganas de apagar el televisor. Soñé con mi suegra, que llegaba a mi casa y se quedaba y se comía todo lo que había en el refrigerador, en las ollas, en los reposteros y que se tiraba un enorme pedo... muy cerca de mi nariz. Estaba más gorda que nunca, y se burlaba mio con grandes carcajadas que salpicaban de saliva mi rostro. Abrí un ojo y vi y escuché a Tati. Fue una imagen instantánea, como una sombra fugaz, como un monstruo que se esconde ante la evidencia de su presencia. Sentí unos besos y, ahora sí, me despierto por completo. Era Marcelo, mi hijo; a su lado el monstruo: Tati. Estaba roja; era un monstruo rojo. Un odontoceto rojo. O mejor, un puerco rosado. "Ayuda a subir las maletas. Diana está pagando el taxi", me dice. Salgo de la habitación, aun dormido, asimilando la impresión. Diana ya estaba subiendo con las dos maletas de equipaje. La ayudo, no sin antes notar que ella, también, estaba colorada... roja. "Los últimos días la pasamos en la playa", apunta despreocupada. Acomodo las maletas en el dormitorio. Le doy un baño de tina a Marcelo. Son las siete y Marcelo está cansado. Lo hago dormir sin mucho esfuerzo. Me dirijo al baño. Abro la puerta y veo el culo más horrible y celulítico que cualquier vista civilizada pueda soportar. La raya que dibujaba su poto parecía un camino sinuoso y sin asfaltar. Cierro la puerta... sobresaltado... impresionado... alarmado. La puerta hace ruido. Escucho una risita burlona. Era Diana, que había presenciado parte del escalofriante incidente y no podía contener mofarse. Simúltaneamente al golpe de puerta se escuchó un grito de pánico, proveniente del baño, para luego agregar: "¡¿Quién está ahí?! ¡¿Quién es?!" Aún, con la risa en los labios, Diana respondió, culpándose. Me fui a dormir aturdido, pensando en que mañana ya lo olvidaría. Encendí el televisor. Me quedé, otra vez dormido, con pequeños sobresaltos nocturnos. Culo size. Celulitis. Raja sinuosa. Imágenes repetitivas durante una sudorífica madrugada. Agradecí la llegada de el alba. Rayos de luz que te devuelven la cordura, que te dicen, que sobreviviste a la incierta penumbra. Abro las cortinas. Que entre toda la luz. La luz de mi vida... es Marcelo. "¡Marcelo, despierta!" grito eufórico, caminando hasta su habitación. "¡Alberto!" llama una voz agotada. Sin fuerza. No hago caso, tengo ganas de jugar con mi hijo, ir a comprar pan con él y que me pida lo que quiera. Abro la puerta de su dormitorio... y... un... enorme calzón (¿o sábana?) adorna el mismo culo de mis pesadillas. Mi hijo, al lado, duerme indefenso. Cierro los ojos. Una mano amable, pero aplazada, me toma del hombro. Era Diana. "Mi mamá se quedó a dormir"... Y todavía, la gorda, estaba allí.

La gorda

Cuando desperté, la gorda, todavía estaba allí.

Por unas Tetas

Sólo por esas tetas dejarías de ser mi amiga. Serías algo más. Sólo por esas tetas me olvidaría de esa rolliza barriguita, que definitivamente no combina con tus huesudas manos, con tu almidonado rostro y, por supuesto, tampoco con tus pecas. No me había dado cuenta que tienes unos hermosos piececitos. Chiquitos, huesudos... cruditos. Creo que no le vendría mal un poco de sol a tu nívea piel. ¡Vamos a la playa! te diría, pero ese rollito abdominal tendríamos que desaparecer. ¡Al diablo! Por tus tetas te perdono. Y tú, sí que sabes el valor de ellas. Las resaltas con desafiantes escotes y, casi siempre, me descubres en anonadadas contemplaciones; atrevimiento que pago con un bochornoso y encendido rubor. Lo disfrutas. Lo padezco.

¿Cómo serán tus pezones? Muchas veces (casi siempre) me pregunto. ¿Serán tan hermosos como las pecas que la revolotean? Otra vez me descubres husmeando por el barranco prohibido. Te divierte mi debilidad. Te miro a los ojos... escuchándote. Te sonrojas. Agachas la mirada. Yo también la agacho... para verte las tetas.

La película... ¿De qué trato la película? Si me la pasé de reojo. ¡Que lindas tetas tienes, carajo! Por ellas te perdono esa guata... cualquier pecado. Mientras caminamos rumbo a tu casa, disfruto el bamboleo acompasado de tus tetas. Una peca parece despegarse... y saltar. ¿Cómo lograré ser tu amigo con tan formidables tetas? Ayer me invitaste al cine y no me pude negar, total, eres mi amiga "la gordita", así te dicen los amigos del trabajo, culpa de Pedrito, claro está. "Tengo hambre, ¿vamos a comernos una hamburguesa? Yo te invito" me dijiste. Tenía hambre. Te acepté. "En Bembos son más grandes" sugeriste. Las pedimos con papas y gaseosa. No podía evitar verte comer. Con apetito. No podía evitar verte la panza. ¿Engordará como una vaca? Mordías, pasabas y bebías. "Sólo serás mi amiga" pensaba aliviado. Una mordida, la crema se chorrea por los lados. Cae un poco... sobre las pecas, sobre tus tetas. Me sofoco. "Uyy" dices. Te limpias con el dedo índice. Roce de dedo con teta. Te chupas el dedo. Sonríes. Si no fuese tu amigo, yo hubiese limpiado eso con mi lengua. Roce de lengua con teta. ¿Sólo serás mi amiga?

Extrañando

- ¿Aló, Alberto?
- Hola, Gabriela
- ¿Cómo sabías que era yo?
- Mi corazón me lo dijo -le dije susurrando.
- Ayy, que lindo eres...
- ¡Fue el identificador de llamadas, mujer! -digo nervioso.
- ¡Ah, claro!... En fin. Alberto, discúlpame que te llame recién hoy (lunes 11am), pero acabo de enterarme por Paty, ¿recuerdas a Paty, de la fiesta?
- Claro, que la recuerdo. Linda, chica -le mentí, no tenía la menor idea de quién era.
- Bueno, ella me contó que te quedaste hasta el final... que fuiste el último en irte... Ay, Alberto, yo no recuerdo nada de lo que pasó. Ni siquiera sé, en qué momento se fue Paty con Rita. Ni siquiera recuerdo, qué hablamos cuando nos quedamos solos. ¿Hablamos, no?
- Sólo un poco, estabas cansada -mentí.
- Ay, Alberto. No recuerdo nada de lo que hablamos. Espero no haber hecho nada malo ¡que vergüenza! por Dios. ¿No hice, ninguna tontería mientras nos quedamos solos?
- No, Gabriela. Solo te quedaste dormida. Te arropé y luego me fui -volví a mentir.
- Que bueno que eres, Albertito. Ya van, dos veces que me ayudas y... ¿sabes qué?
- ¿Qué?
- Quiero premiarte, tú te portas lindo conmigo, así que... ¿Tienes algo que hacer hoy en la noche? -dice emocianada.
- Uhmmm, nada.
- ¿Te gusta Marc Anthony?
- Eee... Sí, claro -miento por cuarta vez. Detesto al flacuchento ese.
- Súper, entonces te llamo más tardecito para coordinar donde nos encontramos ¿ok?
- ok

Los boletos eran en buena posición, bastante cerca del escenario. No sé, si me diverí. Pero, de que estuve fingiendo diversión, lo estuve. Gabriela, fue con Paty y Jhenny, me saludaron como viejas amigas. Dicen que me conocen de la reunión, yo no recuerdo, pero les hice creer que sí. Otra vez, mintiendo. Las tres bailaron y gritaron. Yo baile... muy mal por cierto. Cuando el concierto acabó, nos despedimos y acompañé a Gabriela hasta su departamento, me despedí y sin intentar nada me retiré. He decidido, que Gabriela sea solamente una amiga. Creo que no podría con una más. El tiempo no me alcanzaría.

Ayer, salí con Mónica. Me contó que había ido al concierto del anoréxico, con unas primas y, por supuesto, con César el infatigable ex enamorado. "Te hubiera dicho para ir, pero sé que a ti no te gusta la salsa..." Esta afirmación provocó una extraña excitación en mis pantalones. "Ella me conoce" pensé. Cabalgué con furia, sobre Mónica. Era como un indio escapando de la caballería. Logré, escapar cinco veces, para asombro de Mónica y, más, del mio. Mónica atribuyó esta performance a mi inseguridad para con ella, debido a la presencia amenazante de César. "Ella, tampoco me conoce" concluí pensando. Le hice saber que era tarde; y la acompañé a su casa. A veces, los hombres también somos complicados. Pero no tanto. En estos días necesitaba alguien familiar. Y Diana, todavía regresa el sábado.

Héroe alicaído

Han pasado cinco segundos desde que he despertado y he tomado conciencia. Pero aun no abro los ojos; me cuesta hacerlo. Al hacerlo, lentamente, me cuesta el mismo tiempo reconocer el lugar donde estoy. Empiezo a recordar. Recordar, también duele. Dejo de hacerlo. Examino.


***

Le había prometido a Pedrito -mi amigo de la oficina- llevarlo a la reunión, en agradecimiento por su colaboración con el plan para deshacerme de mi esposa. Eran las seis de la tarde y, Pedro, aun no llegaba. Llegó a las seis y quince, con dos botellas de vino tinto y dos six pack de cerveza. Destapé una botella y salimos apresurados en busca de un taxi. "No has comprado tragos, Alberto. ¿Dónde vas a comprar?" Pedrito intentaba emborrachar a cualquier costo a nuestras anfitrionas. Le sugeri que con lo que él llevaba era suficiente y si faltaba yo me encargaría. Aliviado ante la revelación, destapó otra botella y bebimos juntos en el taxi camino al departamento de Gabriela.

Antes de tocar la puerta del departamento encendí un cigarrillo. "Galanazo" se burló Pedrito. Toqué tres veces. Gabriela, me recibe con una sonrisa, un abrazo, un beso en la mejilla y una blusita negra con un sugerente escote. Presenté a Pedrito y ella al resto de los invitados. Las amigas de Gabriela me saludaron efusivas "Mucho gusto, señor héroe" un abrazo y besito. "Hola Clark", risitas. En la ya, casi, fiesta habían dos chicos que eran los enamorados de dos chicas que no recuerdo, en total eramos diez: cuatro hombres y seis mujeres. Pedrito estaba muy emocionado preparando tragos con Karin, una compañera del trabajo de Gabriela. La emoción de Pedrito era más grande aun, con la gran variedad y cantidad de tragos que habían sobre una pequeña y redonda mesita. Tomé una botella de cerveza y bebí. Gabriela y dos amigas suyas me interrogaban cojudeces y también bebían cerveza. Pedrito y Karin bebían sendos chilcanitos. Los demás... no importaban.

Cuatro hora después, con las cervezas agotadas, no existió mejor pretexto para, el derrochador y ebrio, Pedrito de asignarse la emblemática empresa de abastecer a los sedientos y para tan noble causa requerir la asistencia de una compañera. La obvia Karin fue la elegida. Antes de cruzar la puerta Pedrito me dirigió una mirada de triunfador. Algunos que quedamos no nos hicimos problemas y bebimos vino unos y otros ron. Yo, bebí ron con hielo y sin gaseosa. Gabriela, que desde que llegué había sido una inseparable, pero prudente anfitriona se transformó en una cariñosa y nostálgica anfitriona. Las amigas muy pronto la acompañaron en su derrotero. Pasitos de cumbia y un "Yo también te quiero amiga", eran los protagonistas. Diez para la una. Las dos parejas se despidieron y Pedrito no regresaba. Mientras más bebía el escote de Gabriela más se me insinuaba. Destapé un Stolichnaya, el cual improvisé con hielo y Kanú. Otro vaso roto, risitas nerviosas y Gabriela cambia la cumbia por Chayanne. "Me gusta lo que haces para seducirme, para enamorarme. Vas causando efecto" Chillaban al unísono. Una de ellas reclama: "Oe, Gaby ¿y las chelas?". Sonrío por Pedrito. Una de las amigas empieza a vomitar. La auxilian, mientras la música continúa. Termino mi sexto vaso de Stolichnaya y me preparo un séptimo. " Oe Robin, preparame uno igual al tuyo", balbucea la chica del vómito. Riendo le preparo uno casi puro. La otra amiga se ofrece a llevársela. Me sirvo el octavo y me acomodo en el sillón. Gabriela acompaña a sus amigas hasta la puerta. La cierra sin despedirse. Da media vuelta, sin verme, se tambalea hasta su cama y se acomoda sin desvestirse.
Enciendo el último cigarrillo de mi cajetilla, bebo un largo trago. Planeo mi ataque y espero a que se acabe mi cigarrillo.

***
Examino: reviso el celular, no hay llamadas perdidas; son las diez de la mañana. Gabriela descansa imperturbable. La observo desde mi privilegiada posición: su sillón. Me levanto con dificultad. Reviso mis bolsillos, todo en orden. Reviso el sillón para ver si no se me ha caído algo y una enorme colilla de cigarrillo lo adorna y, también, una gran quemada. Abro la puerta despacio y salgo, sin lavarme.

El plancito

¿Cómo salir un sábado en la tarde, emborracharte hasta la madrugada y que tu mujer no te joda cuando regreses a casa? Es algo que siempre nos preguntamos y en el intento fallamos. Muchos también -al igual que yo- se preguntarán: ¿por qué las mujeres se enojan cuando los hombres llegan bebidos -no hablemos de borracho, porque la mayoría de veces, no es el caso-? Es al contrario, cuando llegamos tarde y sobrios, la mayor de las veces, hemos pecado. Y cuando llegamos borrachines y tarde o temprano hemos estado con los amigotes; casi siempre, claro. No existe una regla, pero quien no se da cuenta del infiel en casa, no será por la astucia de este, sino por compasión y "amor femenino" de esta. En todo caso, siempre existen algunas argucias válidas para evadir los problemas en casa y mantener contenta a la señora. Entonces ¿Cómo puedo escaparme un sábado a beber y, todavía, con chicas (Gabriela y sus amigas) sin que mi mujer se enteré? La solución no es nada del otro mundo, pero sí, un poco costosa.

- Diana, te noto malhumorada, estresada. Sé que a veces el trabajo en la casa es un poco duro...
- ¿un poco duro? Cocino, cuidar a Marcelo, limpiar la casa, hacer ejercicios por la tarde, la maldita dieta y...
- Ok, ok, Diana. Tranquila, mi amor. Mira, ¿Qué te parece si salimos todo el fin de semana al sur o a la sierra? Dime ¿Qué dices?
- ¡Perfecto! Ahora mismo me voy a la agencia y saco unos boletos para el sábado tempranito ¿ok? Pero, bueno ¿Adónde vamos?
- Me parecería bien irme a Ica o... a Tarma. Algo cerca, nomás.
- Me parece, bien.


Pedrito, es un amigo de la oficina que Diana, conoce muy bien. Él es el encargado de hacer la llamada a mi casa. Para eso dejé el celular en casa, apagado y bloqueado. Así, al regresar quién dé la noticia de mi imposibilidad para viajar -por motivos laborales- sea la propia Diana, y no yo. Para eso, desde un teléfono público advertí y volví a instruir, a Pedrito de cómo debería hacer la llamada. Llego a casa contento con mis tres boletos con destino a Ica. Por el camino compré una pizza, para "celebrar". Diana, me da la mala noticia. Suspiro y pienso una solución al problema.


- No te preocupes Alberto, ya iremos en otra oportunidad
-dice comprensiva.
- Maldito trabajo, nunca me dejan en paz -digo desconsolado.
- ¡Ya! No reniegues. Mejor devuelves los pasajes antes que...
- ¡No, Diana! No sería justo para ti. Yo creo que debes viajar. Mira, mi pasaje lo puede tomar tu mamá ¿No te parece?
-digo con entusiasmo.
- ¿Estás seguro? -dice escéptica
- ¡Claro, mi amor! Es mas, llévate mi tarjeta y utiliza cuanto necesites. Paga lo que pida tu mamá y Marcelo, no te preocupes. Tú te mereces esas pequeñas vacaciones. Y si quieres te quedas más tiempo. Yo ya veré cómo me las arreglo -digo convencido.
- ¿De verdad? -sonriendo.
- De verdad -con ternura.
- ¡Eres lo máximo, mi amor!

Conversando con Pecas

- ¡Hola! Que sorpresa... pero pasa.
- No te preocupes, por favor, sólo he venido a entregarte la ropa que me prestaste, y me voy.
- ¿Estás apurado? ¿Mamá te espera?
-me dijo socarrona.
- No... no, lo que pasa es que...
- Pasa, Alberto. Siéntate que yo te sirvo una gaseosa que acabo de comprar ¿ok?
-dijo con voz maternal.
- Bueno, gracias. Pero sólo un rato por que no quiero molestarte.
- No es molestia, Alberto, no estoy haciendo nada importante, sólo ordeno la casa porque acabo de llegar del trabajo.


Me sirvió una Coca Cola Light, con bastante hielo. Me contó que estaba ordenando su departamento porque mañana la visitaría su mamá y ella es muy criticona. Su papá murió cuando ella tenía 17 años. "Nunca lloré tanto en mi vida. Él era el hombre perfecto. Era mi sol". Gabriela, tiene ahora 23 años y dos hermanos mayores que están casados. Vive sola porque no se lleva bien con su madre. "Desde que murió mi papá, mi mamá ha estado insoportable. Reniega de todo. Ahora de lejos nos llevamos mejor" Mientras ella hablaba, acomodaba y limpiaba sus cosas, yo admiraba lujurioso sus senos. Imaginaba arrancarle el polito de tiritas que se había puesto para limpiar y que, cada vez que se agachaba, me ragalaba su cielo con pecas. Trataba de calmarme viendo sus rollitos que con ese polito resaltaban más y ella, como adivinando, me miraba y decía: "Estoy un poco gordita ¿no? Sí pues, yo hago ejercicio todas las mañanas pero trago como camionero" Tiene una graciosa barriguita cervecera, pero unas tetas que le perdonan el pecado. A primera impresión parecería una gordita, pero no es así -o yo lo quiero creer así-. En todo caso, ella sería la clásica amiga flaca que no ves de tiempo y que cuando la vuelves a ver, está gordita.

- Alberto, quería decirte algo pero no sé si te molestará.
- A ver, dime.
- ¿Qué es badulaque?
-me preguntó irónica.
- Y por qué crees que me iba a molestar esa pregun...
- No... Lo que pasa es que te escuché decirle eso al cobrador el día de la pelea y... me preguntaba ¿Quién insulta de esa forma?
-riéndose- Te apuesto que el cobrador pensaría que lo estabas piropeando -riéndose con ganas.
- un poco avergonzado le respondo- Siempre se han burlado de mis preludios de guerra y...- ¿Preludios de guerra? -burlándose ahora sí, al borde del llanto.
- ... -silencio total ante la burla incontrolada, regresé a mi adolescencia.
- Perdóname, Alberto, en serio. Pero de dónde viene esa forma de hablar tan...
- ¿Ampulosa?
- ¿Ampulosa? Porsiacaso Albertito, tú lo serás
-riéndose, todavía.
- Lo que decir es...
- No importa Alberto, pero quién dice esas palabras cuando está a punto de trompearse. ¿Cuando uno se pelea no mencionan a la madre? O dicen que sé yo...¿mierda? ¿carajo?


Mi abuela, que era poeta e investigadora, me dijo cuando tenía 13 años y me encontró en una gresca -en la puerta de la casa de mis padres-, donde me escuchó vociferar, según ella, 44 lisuras por minuto: "Hijo, para sacarle la mierda a otro no es necesario que utilices tanta replana, y si lo haces ¡carajo, hazlo bien, para eso está el diccionario!" La pregunta, me había asustado un poco, porque yo imaginaba que era de otra nomenclatura: ¿tienes novia o esposa o hijos?. Mientras no pregunte, yo me hago al desentendido.

- ¿Y qué vas a hacer el fin de semana? -le pregunté como quien sigue la conversación.
- Van a venir unas amigas a tomarse unos tragos. Una reunión tranqui. A veces, una de ellas trae a su enamorado o un amigo. Pero, siempre zanahoria... ¿Quieres venir? Es el sábado, en la tardecita. Habla ¿Vienes?
- Aquí, estaré.

Un Cielo con Pecas

- La cena estuvo horrible, Alberto. Mis viejos me miraban como si fuese una cojuda confundida, que no sabe lo que quiere. ¡Carajo! Tengo 26 años, cómo no voy a saber lo que quiero.
- ¿Y qué es lo que quieres?
-le pregunto sarcástico.
- ...No lo sé. -me responde poniendo cara de pena.
- ¿Entonces?
- Bueno, al menos sé, qué es, lo que no quiero
-dice convencida.
- ¿Y qué es lo que no quieres, Mónica? -la interrogo aburrido.
- No quiero estar con César. No quiero hijos. No quiero casarme... todavía... Ahora que lo pienso sí sé, qué es lo que quiero: quiero divertirme sin compromisos; quiero convivir, pero sin ataduras; quiero sacar mi título y estudiar fuera de este país; quiero mandar a la mierda a todo lo que me impide ser feliz; quiero que mis viejos dejen de pensar que soy una cojudita infantil... Sí, sobre todo, eso. Quiero que mis viejos dejen de cuidarme cómo una niñita huevona.
- Entonces deja de actuar como una niñita huevona.
- No jodas, Alberto. Mira que por tu culpa tuve que salir con César el fin de semana y me aburrí, como no sabes. Imagínate, que todavía cree que me gusta ir al Parque de las Leyendas a pasar la tarde.
- ¿Al zoológico?
- ¡Sí! Con lo abarrotado de niños piojosos que está los fines de semana. ¡Aggg!
- Jajaja... ¿Y luego qué hicieron?
- Me llevó al cine.
- ¡Ah! Que bueno, a ti te encanta el cine.
- Claro, pero el buen cine. No tonterías. El muy ganso siempre ha creído que por el hecho de ser mujer me gustan las películas románticonas o los dibujitos, que huevón
-dijo bastante ofuscada.
- ¿Qué fueron a ver?
- ¡Valentino y el Clan del Can! Imagínate. Me tuve que soplar semejante bodrio, Alberto. Putamadre, yo lo hubiese respetado más si me hubiese llevado a ver... que sé yo... ¡Rambo!
- ¿Rambo? Pero ese no es otro bodrio.
- No lo sé, Alberto. Pero al menos no hubiese creído, que él cree, que soy una niñita cojudita que le gusta ver dibujitos o peliculitas de terror para asustarme en sus brazos, no jodas, pues. Eso es para desnutridas mentales.
- Pero, la otra vez no fuimos a ver Ratatouille.
- Sí, Alberto. Pero esa vez yo lo sugerí. Además, Ratatouille, no es un dibujito cojudo, el ratón ese, es una mierda. ¿Sí o no?
- ... ¿Y... hoy, vas a salir con él?
- ¡Nooo! ¿Por qué, te molesta?
-me pregunta con cinismo.
- ¿Debería? -le digo con malicia.
- No, Alberto. Yo, ya aclaré las cosas con él, salimos sólo como amigos, y que la cenita del miércoles fue idea de mis viejos, que le tienen bastante estima, y no mia.
- Ok, ok. Bueno, preciosa yo tengo que irme...
- ¿Qué llevas en esa bolsa?
- Un jean y un polo, cariño... Tengo que devolvérselo a mi amigo que me prestó por el incidente que te conté ¿recuerdas?
- Ah, sí. Bueno, chau y dame mi beso
-estiró la boquita y cerró lo ojos. Besé sus labios sin maquillaje y al instante se prendió de mi cuello y empezó a besarme todo el rostro. Al soltarme me da un besito volado, hace adiós con su manito derecha y me guiña un ojo. Le ofrezco una sonrisa y me retiro dando una media vuelta. Avanzo no muy animado con el crepúsculo encima. Alzo la mirada y al cielo le empiezan a aparecer pequitas.