La gorda II

Me había quedado dormido. Era sábado por la tarde. El cansancio pudo más que mis ganas de apagar el televisor. Soñé con mi suegra, que llegaba a mi casa y se quedaba y se comía todo lo que había en el refrigerador, en las ollas, en los reposteros y que se tiraba un enorme pedo... muy cerca de mi nariz. Estaba más gorda que nunca, y se burlaba mio con grandes carcajadas que salpicaban de saliva mi rostro. Abrí un ojo y vi y escuché a Tati. Fue una imagen instantánea, como una sombra fugaz, como un monstruo que se esconde ante la evidencia de su presencia. Sentí unos besos y, ahora sí, me despierto por completo. Era Marcelo, mi hijo; a su lado el monstruo: Tati. Estaba roja; era un monstruo rojo. Un odontoceto rojo. O mejor, un puerco rosado. "Ayuda a subir las maletas. Diana está pagando el taxi", me dice. Salgo de la habitación, aun dormido, asimilando la impresión. Diana ya estaba subiendo con las dos maletas de equipaje. La ayudo, no sin antes notar que ella, también, estaba colorada... roja. "Los últimos días la pasamos en la playa", apunta despreocupada. Acomodo las maletas en el dormitorio. Le doy un baño de tina a Marcelo. Son las siete y Marcelo está cansado. Lo hago dormir sin mucho esfuerzo. Me dirijo al baño. Abro la puerta y veo el culo más horrible y celulítico que cualquier vista civilizada pueda soportar. La raya que dibujaba su poto parecía un camino sinuoso y sin asfaltar. Cierro la puerta... sobresaltado... impresionado... alarmado. La puerta hace ruido. Escucho una risita burlona. Era Diana, que había presenciado parte del escalofriante incidente y no podía contener mofarse. Simúltaneamente al golpe de puerta se escuchó un grito de pánico, proveniente del baño, para luego agregar: "¡¿Quién está ahí?! ¡¿Quién es?!" Aún, con la risa en los labios, Diana respondió, culpándose. Me fui a dormir aturdido, pensando en que mañana ya lo olvidaría. Encendí el televisor. Me quedé, otra vez dormido, con pequeños sobresaltos nocturnos. Culo size. Celulitis. Raja sinuosa. Imágenes repetitivas durante una sudorífica madrugada. Agradecí la llegada de el alba. Rayos de luz que te devuelven la cordura, que te dicen, que sobreviviste a la incierta penumbra. Abro las cortinas. Que entre toda la luz. La luz de mi vida... es Marcelo. "¡Marcelo, despierta!" grito eufórico, caminando hasta su habitación. "¡Alberto!" llama una voz agotada. Sin fuerza. No hago caso, tengo ganas de jugar con mi hijo, ir a comprar pan con él y que me pida lo que quiera. Abro la puerta de su dormitorio... y... un... enorme calzón (¿o sábana?) adorna el mismo culo de mis pesadillas. Mi hijo, al lado, duerme indefenso. Cierro los ojos. Una mano amable, pero aplazada, me toma del hombro. Era Diana. "Mi mamá se quedó a dormir"... Y todavía, la gorda, estaba allí.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo te recomiendo no dejarla dormir cerca de Marcelo. Menos si está en calzón, después tu hijo te tendrá mucho rencor...

No, si vos sabés, como dicen los Fabulosos Cadillacs...

Kat dijo...

ja
sabía que no iba por las pecas....
provecho chochera
a quien no le gusta la cecina...

Ravnoss dijo...

Ke fea noche pasaste y no es para menos! o hay cosa mas escabrosa ke un poto con huecos

Ravnoss dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Imberbe_Muchacho dijo...

oe tio tu sueñas huevadas

gunner dijo...

por un momento me asustaste... pense q te habian descubierto con pecas

Anónimo dijo...

Gordas asquerosas me repungnan. Deberia de haber un control de gordura y matar esas asquerosidades.

Tengo hambre dijo...

Lo peor de todo es que la suegra duerme en tanga.........pobre niño....

Cys dijo...

Que falta de respeto, pudor y vergüenza!